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Para muchos de nosotros, diciembre pasa rápido entre la alegría navideña y la entrega de regalos, la facturación y la contabilidad de fin de año, y la planificación apresurada para el año que comienza. Con las prisas, la reflexión profunda de fin de año que podríamos haber deseado a menudo no se produce.
Esa es una oportunidad perdida. Sin embargo, la reflexión no tiene por qué ser complicada. Aquí tienes un sencillo ejercicio de fin de año que te ayudará a procesar el año, mantenerte alineado con tus objetivos y avanzar con intención.
RESUMEN DEL AÑO
Primero, recuerda qué sucedió realmente este año. Es fácil caer en el sesgo de actualidad, centrarnos en las últimas semanas y olvidar los eventos anteriores. También tendemos a obsesionarnos con nuestros fracasos: metas no alcanzadas, tareas sin terminar, problemas sin resolver. Estos permanecen en nuestra mente precisamente porque siguen incompletos. Sin embargo, lo que a menudo pasamos por alto es lo que ya hemos logrado.
Para tener una visión más precisa, usa el carrete de fotos de tu teléfono, tu calendario online, tus diarios, tus autoevaluaciones laborales y tus redes sociales para reencontrarte con el año completo. Mantén esto ligero y sin estrés. A menudo redescubro cenas y viajes de fin de semana que había olvidado, o reflexiono sobre el tiempo que pasé con la familia o con proyectos laborales que me absorbieron por completo a principios de año. No hay un proceso rígido, solo un recorrido deliberado por el año pasado mientras anotas lo que destaca. Si te sirve de ayuda, toma algunas notas sobre la marcha.
TRES PREGUNTAS PARA REVISAR TU AÑO
A continuación, plantéate tres preguntas, cada una con tres respuestas. La regla de tres hace que el ejercicio sea sencillo, eficiente y fácil de revisar año tras año.
1. ¿Cuáles son las tres mejores cosas que hice por mí este año?
Esta pregunta te ayuda a examinar cómo priorizaste tu propio bienestar. La rapidez o lentitud con la que llegues a tus respuestas puede ser reveladora. Hacer esta pregunta primero también envía una señal importante de que el autocuidado es la base de todo lo que haces.
El autocuidado puede adoptar muchas formas. Puede implicar hacer ejercicio, aprender a tocar el ukelele o reducir el consumo de alcohol. O puede significar conseguir un nuevo cliente, establecer un límite con un colega difícil o avanzar hacia una nueva certificación.
Algunas respuestas pueden parecer significativas, otras no. Una de las mías este año fue: “Me fui de fin de semana de verano con amigos”. En retrospectiva, ese viaje fue un momento divertido y me di cuenta de cuánto me recargó después de una primavera ajetreada. Tú decides qué cuenta aquí. ¿En qué intentas crecer? ¿Qué te facilitó o mejoró la vida?
2. ¿Cuáles fueron mis tres mayores victorias este año?
Una victoria es algo de lo que te sientes orgulloso, un logro fruto de tu esfuerzo. Puede ser personal o profesional, pero debe reflejar tu contribución. En lugar de decir “mi equipo ganó un premio”, por ejemplo, prueba: “Contribuí con X, Y y Z, lo que llevó a mi equipo a ganar un premio”.
Reconocer los logros nos da la confianza para afrontar los momentos difíciles y nos aclara qué es lo importante. Una vez que hayas identificado un triunfo, profundiza en las acciones que lo generaron. Quizás una relación clave se haya fortalecido este año. ¿Qué hiciste diferente? ¿Qué comportamientos, decisiones o límites marcaron la diferencia? Analiza tus acciones específicas.
De nuevo, tú defines lo que cuenta. Puede que tus tres victorias más importantes no sean lo que el mundo exterior llamaría tus tres victorias más importantes, pero sabes por qué fueron importantes y significativas, y cuánto te esforzaste por conseguirlas.
3. ¿Cuáles son las tres lecciones más importantes que aprendí este año?
Al reflexionar sobre el año y las dos primeras preguntas, también podrían surgir momentos difíciles. Dedícales tiempo y pregúntate: ¿Cuál es la lección?
Intenta resumir cada lección en una sola frase. Dos de las mías de este año fueron: «Vale la pena pagar más para que viajar sea más fácil» y «Haz lo difícil rápido». La tuya podría implicar establecer límites, escuchar tus instintos o no conformarte con menos de lo que necesitas. Este año te enseñó lecciones valiosas. No las dejes pasar.
Una vez que hayas identificado tus tres lecciones, anótalas en un lugar donde puedas repasarlas fácilmente. Deja que tu propia sabiduría te guíe al tomar decisiones o afrontar los desafíos del año que viene.
Al terminar el año, es tentador apresurarse a establecer metas y estrategias para el futuro, pero es difícil tener claridad sobre el futuro sin comprender primero lo sucedido. Una reflexión sencilla y sin presión puede crear un puente entre lo vivido y nuestras intenciones. Nos ayuda a continuar con lo que funcionó, a dejar atrás lo que no funcionó y a comenzar el nuevo año con un autoconocimiento más claro y una toma de decisiones más fundamentada.
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