“Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial. Para ser franco, ni siquiera me atrajo cuando la vi por primera vez”, este es el inicio de la novela La vegetariana de Han Kang, donde el esposo de la protagonista principal, Yeong-hye, expone una relación aparentemente carente de emociones profundas.
Sin embargo, desde aquí, ya vemos el uso del lenguaje metafórico que pueda dar pie a diversas interpretaciones, percibimos su prosa evocadora y su estilo poético.
A través de una narrativa lírica y fragmentada a lo largo de su obra, explora temas profundos como la memoria, la violencia y la identidad. Pero, sobre todo, su narrativa es una defensa para proteger la memoria histórica desde su trinchera.
¿Quién es Han Kang?
El jueves pasado, Han Kang ganó el Nobel de Literatura por su innovador trabajo creativo, que la academia describió como una “intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”.
Han Kang es la primera escritora surcoreana en recibir el premio Nobel de literatura. En la historia de los Nobeles de Literatura, ella es la decimoctava mujer en recibir un premio como mujer, después de Olga Tokarczuk (2018), Louise Glück (2020) y Annie Ernaux (2022).
Sus obras reflejan la historia traumática de Corea del Sur y la resistencia ante la violencia, invitando a los lectores a la reflexión sobre la condición humana. Su habilidad para entrelazar lo personal con lo histórico permite que su escritura trascienda las experiencias individuales, resonando con las luchas universales por la dignidad y la verdad.
Kang nació en 1970 en Gwangju, Corea del Sur, en una época marcada por intensos cambios sociales y represión. Estudió literatura en la Universidad de Yonsei y obtuvo su maestría en escritura creativa. Su carrera literaria despegó con la publicación de su primera novela, El venado negro (1998) y ha continuado cosechando reconocimiento internacional con obras como La Vegetariana (2016), La clase de griego (2011), Actos Humanos (2014) y Blanco (2016). En 2016, ganó el prestigioso Premio Man Booker Internacional por La vegetariana, consolidándose como una voz significativa en la literatura contemporánea.
Esto es lo que hace diferente su narrativa
En su novela Actos humanos, publicada en 2014, Han Kang explora un episodio histórico fundamental en la lucha de Corea del Sur por alcanzar la democracia. A través de siete personajes cuyas historias se entrelazan mediante la figura de Dong-ho, un adolescente asesinado que reflexiona desde el más allá, la autora relata lo sucedido en la masacre en su ciudad natal, Gwangju el 18 de mayo de 1980, como respuesta a un levantamiento popular bajo la dictadura del militar Chun Doo-hwan, quien tomó el poder tras un golpe de Estado.
La obra funciona como un acto de resistencia, ya que Kang no solo revive este episodio, sino que también expone las cicatrices emocionales que dejó en quienes lo vivieron y en las generaciones posteriores.
Al narrar estas historias a través de sus personajes, la autora está creando un espacio literario donde las víctimas pueden ser recordadas y donde el dolor y la angustia se reconocen, protegiendo la memoria de aquellos que fueron silenciados.
Kang utiliza personajes que han sido marginalizados o que viven en la periferia de la sociedad, los cuales simbolizan las voces olvidadas de la historia. Con una narrativa que a menudo explora la deshumanización y la pérdida de identidad, sus obras actúan como una forma de preservar la memoria y garantizar que las víctimas de la violencia histórica no sean borradas.
Cuando los autores, como Kang, mantienen vivos estos relatos, no solo se recuerda la historia, sino que transforma el acto de escribir en un medio de resistencia contra el olvido y la indiferencia.
Un acto de resistencia a través del cuerpo femenino
En La vegetariana, Han Kang aborda la memoria histórica de manera más sutil, enfocándose en cómo el trauma y la violencia impregnan lo cotidiano, especialmente a través del cuerpo femenino. La protagonista, Yeong-hye, una ama de casa, rechaza la carne, lo que parece una decisión simple, pero es un acto simbólico de resistencia contra un sistema lleno de leyes patriarcales y violencia.
Aunque la novela no aborda directamente un hecho histórico concreto, el trasfondo de la violencia social y personal en Corea del Sur que rodea a la protagonista está íntimamente conectado con las heridas que deja la opresión sistémica.
El cuerpo de Yeong-hye se convierte en un espacio de lucha, donde su decisión de dejar de comer carne es una forma de rebelarse contra la brutalidad y el control externo que sufrió toda su vida.
Kang explora la memoria del cuerpo, mostrando cómo las experiencias traumáticas pueden manifestarse en el rechazo a lo impuesto por la sociedad, ya sea en el ámbito familiar o institucional. Al hacerlo, la novela refleja cómo la violencia colectiva y social puede estar inscrita en el cuerpo individual y cómo la resistencia puede nacer de decisiones aparentemente insignificantes.
El lenguaje: un puente hacia la restauración
En La clase de griego, Kang aborda la memoria histórica de manera más explícita cuando entrelaza el aprendizaje de una lengua antigua con la reflexión sobre el sufrimiento humano y el dolor compartido. La novela sigue a una mujer que, mientras aprende griego, se enfrenta a su propia historia de pérdida y sufrimiento. El idioma griego, una lengua cargada de mitos y tragedias, actúa como un puente entre su dolor personal y el dolor universal que la historia nos dejó.
Aquí, Han Kang conecta la experiencia individual con la memoria histórica a través del lenguaje. La protagonista utiliza el griego para darle voz a su propio duelo, como una forma de procesar y conectar con la historia de la humanidad.
En este sentido, el griego funciona como un puente para recordar las tragedias históricas colectivas y restaurar el presente de la protagonista. Al aprender este idioma, la protagonista también está aprendiendo a recordar, a no olvidar, en un sentido profundo y poético, las marcas en la historia que son difíciles de borrar.