En una tienda de muebles típica, un sofá puede costar alrededor de 2,000 dólares. En Temu, el enorme mercado en línea que envía productos directamente desde fábricas en China, puedes encontrar un sofá por 23 dólares. Y si Amazon lanza su propio nuevo mercado de descuentos, se repota que planea limitar el precio de los sofás a 20.
Eso tiene claras implicaciones de sostenibilidad. “Un sofá de 20 dólares ya está destinado al tiradero”, dice Pete Oyler, profesor asociado de la Escuela de Diseño de Rhode Island (RISD). “Hemos perdido tanto el sentido del valor que eso puede percibirse como una buena oferta”. Como consumidor, pronto necesitarás gastar más para reemplazarlo y los costos externos para la sociedad, el medio ambiente y los trabajadores en la cadena de suministro son más altos.
Es la versión extrema de los “muebles rápidos”: ya era posible comprar un sofá pequeño de 150 o 250 dólares en tiendas como Target o Wayfair. Los consumidores ya tienden a ver al menos algunos de sus muebles como desechables. Si es barato, es tentador redecorar con frecuencia. Si una pata se rompe, hay poco incentivo para repararlo si puedes reemplazarlo fácilmente. Los precios bajos y la mala calidad no solo generan más residuos, sino que también agotan más recursos, desde árboles hasta combustible para el transporte. Tus abuelos pudieron haber tenido el mismo sofá durante décadas; tú probablemente tendrás que reemplazar el tuyo varias veces (incluso los muebles más caros de ahora pueden no durar más de una década).
Pero si un mueble barato es malo, uno ultrabarato probablemente sea peor. Para lograr precios tan bajos, los fabricantes inevitablemente recortarán gastos e incluso pueden infringir la ley.
“Cuando vemos un producto como un sofá de 20 dólares es una señal de alerta de que quizás hay alguna parte de la cadena de suministro de ese producto que necesita más investigación”, dice Shawn Bhimani, profesor asistente de gestión de cadenas de suministro en la Universidad Northeastern. “¿Es el material básicamente de precio mínimo? ¿Y es eso porque proviene de un lugar donde ese material no puede venderse en ningún otro lugar debido al riesgo de trabajo forzado?”.
Actualmente, dice Bhimani, la mayoría del algodón chino proviene de una región donde las personas uigures son forzadas a trabajar. Es ilegal importarlo a Estados Unidos, pero algunas empresas intentan encontrar formas de evadirlo. “Lo que rastreamos es cómo algunos de esos materiales que terminan en productos como sofás pueden estar pasando por estos canales alternativos que dificultan su seguimiento”, explica. (La trazabilidad está mejorando, dice, y él y sus colegas han desarrollado una herramienta de código abierto para ayudar). Amazon no confirmó si planea este tipo de tienda, pero afirma que todos sus proveedores deben cumplir con sus estándares de cadena de suministro.
Si cambian las leyes de aduanas o aranceles, es posible que Amazon decida no continuar con la tienda rumoreada. Temu ha usado una laguna cuando vende en Estados Unidos: bajo la disposición de comercio “de minimis”, los envíos que valen menos de 800 dólares no tienen que pagar aranceles. Un paquete pequeño que va directamente de una fábrica china a un consumidor tampoco es probable que sea inspeccionado en un puerto. A medida que los funcionarios de aduanas han intensificado las inspecciones de envíos más grandes en los últimos años, Temu y Shein, su rival chino, han pasado desapercibidos. Eso podría cambiar, ya que el Congreso está considerando dos proyectos de ley que darían más supervisión. Por ahora, es una de las razones por las que es posible fabricar muebles tan baratos.
Idealmente, los consumidores deberían reajustar sus expectativas sobre los muebles. “Antes solíamos ahorrar para compras grandes en el hogar”, dice Coco Ree Lemery, diseñadora de muebles y profesora visitante en la Universidad Purdue. “Creo que ahora existe esta idea de gratificación instantánea que no está en sintonía con la calidad, ¿verdad? Si quieres algo que se entregue en dos días, no podemos esperar un tipo de calidad razonable. Cuanto más podamos pensar en los objetos que poseemos como algo de valor a largo plazo, más podemos frenar el proceso de compra, lo cual ninguna sociedad capitalista quiere escuchar, pero es lo mejor. Quiero ahorrar y hacer una compra que voy a valorar”.
Algunas pequeñas empresas de muebles están más enfocadas en la sostenibilidad y la durabilidad. “Hay una gran variedad de estudios de diseño independientes que trabajan de manera más consciente del mundo y el medio ambiente”, dice Oyler de RISD. Sus estudiantes, también, ahora piensan en la sostenibilidad no solo en términos de los materiales utilizados, sino “repensando todo el marco económico”, dice.
Pero algunos minoristas masivos también intentan encontrar un equilibrio entre sostenibilidad y asequibilidad. Ikea, por ejemplo, trata de hacer que sus muebles sean más duraderos e incentiva a los consumidores a revenderlos cuando ya no los necesiten. Si tienes un presupuesto ajustado, hay otra opción: busca en el Marketplace de Facebook o en una venta de garage un sofá vintage. Seguramente durará mucho más.