Aunque tengo un buen trabajo como profesora titular en la Universidad Estatal de Iowa, siempre soñé con aprender un oficio, algo que requiriera tanto mi mente como mis manos.
Así que en 2018 comencé a tomar cursos nocturnos de soldadura en el Des Moines Area Community College. Durante tres años estudié diferentes tipos de soldadura y, durante el día, trabajé en un libro sobre la comunicación entre los profesores de soldadura y sus estudiantes. No fui la única mujer que se interesó en los oficios durante ese tiempo. Reconociendo el buen salario y la estabilidad laboral, las mujeres en Estados Unidos han ingresado en mayor número a oficios calificados, como la soldadura y la fabricación, en los últimos 10 años.
De 2017 a 2022, el número de mujeres en estos oficios aumentó de aproximadamente 241,000 a casi 354,000, lo que representa un incremento de 47%. A pesar de esto, las mujeres siguen representando solo el 5.3% de los soldadores en Estados Unidos.
La historia de Jo en su primera experiencia como soldadora
Cuando recibí mi diploma en soldadura en mayo de 2022, ya había encontrado el lugar en el que quería trabajar: Howe’s Welding and Metal Fabrication. Conocí al dueño, Jim Howe, cuando visité su taller de tres personas en Ames, Iowa, en enero de 2022, para investigar sobre un segundo libro sobre comunicación en los oficios calificados.
El taller de Howe se enfoca en reparaciones y fabricación por encargo, no en la producción a gran escala de artículos individuales. Bajo la tutoría de Howe, he fabricado esquís para las máquinas que crean las marcas en la carretera, ganchos de pastor para comederos de aves, postes para cercas y marcos de pantallas de lámparas de acero inoxidable. He reparado remolques, rampas para sillas de ruedas, sillas de oficina y cortadoras de césped.
Tanto mi experiencia en el taller de Howe como mi investigación en otros nueve talleres de fabricación en Iowa me han mostrado—al menos por ahora—que las mujeres en oficios deben encontrar soluciones a los problemas comunes que enfrentan. Algunos de estos problemas son físicos, como no poder alcanzar o mover materiales y herramientas necesarias fácilmente. Otros son emocionales, como el sexismo. Este es un tema que exploro en mi libro Learning Skilled Trades in the Workplace, incluso en un entorno acogedor como el taller de Howe, donde trabajo con un jefe y compañeros de trabajo solidarios y serviciales, puede suceder.
Cuestiones de competencia
Ser mujer en un oficio significa ser evaluada por tu competencia. Una de las mujeres en oficios a las que entrevisté para el libro me contó esta historia sobre cómo fue puesta a prueba por hombres con más experiencia:
“Recuerdo que ellos me unieron un par de piezas de metal y me dijeron: ‘Está bien, quiero que hagas una soldadura de seis milímetros aquí y una de ocho milímetros aquí'”, me contó.
“Estaba tan nerviosa porque estos son los chicos con los que voy a trabajar”, dijo. “Etaba tan nerviosa que hice las soldaduras; me puse el capucho y el tipo dijo, ‘Vaya, esta perra sabe soldar,’ y solo pensé: ‘Dios mío, pues gracias a Dios”.
He sentido este mismo escrutinio por parte de los clientes de Howe. Una vez, dos clientes me observaron mientras usaba la máquina perforadora para hacer óvalos en tubos rectangulares. Tenía que pisar el pedal para bajar la perforadora, encontrar la marca del lugar donde perforar, colocar una escuadra combinada contra el metal para asegurarme de que la forma alargada fuera paralela al borde del tubo, pisar el pedal y jalar la herramienta hacia mí.
Sentí mis piernas temblar mientras seguía los pasos, y en ese momento, percibí que estaba en juego no solo mi habilidad, sino también la habilidad de todas las mujeres en estos oficios. Me molesta el peso de esas evaluaciones silenciosas, especialmente cuando estoy aprendiendo algo nuevo y me esfuerzo por no perder ni un dedo en el proceso.
Supera el ambiente
Los estándares establecidos por la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) no siempre toman en cuenta toda la fisicalidad del trabajo en los oficios. El día que Jim me pidió que doblara 20 piezas de varilla redonda de ½ pulgada, tuve que usar todo mi peso para jalar el brazo de la dobladora Hossfeld y darle la forma en S.
Los 20 ganchos en S se colgarían en una barra y sostendrían los 18 “come-alongs” que Jim había acumulado. Exhausta después de doblar todo, suspiré mientras Jim me decía que colgara todos los “come-alongs” en un rack móvil que había comprado en una subasta para ese propósito.
Tuve que agacharme para levantar cada uno y usar mis piernas y luego los brazos para levantarlos hasta un gancho recién hecho. Pero no me quejé. El estoicismo es una solución para ganar credibilidad.
Navegando comentarios sexistas
Mis interacciones con los clientes de Howe han estado salpicados de sexismo leve. Tratando de determinar la razón de mi presencia, un cliente me preguntó: “¿Eres la nueva secretaria?”.
Otro hombre comentó sobre mi apariencia, comparándome con mi compañero: “Eres más guapa que el tipo con el que hablé antes.” Ese tipo de acoso sigue siendo común para las mujeres en oficios y varía desde leve hasta violento, o simplemente raro, como cuando un hombre, pagando su factura en la recepción, susurró: “Tienes las manos sucias”.
Las mujeres en oficios reportan encuentros con clientes que dudaron de su competencia y que se negaron a tratar con ellas, buscando a un hombre en su lugar.
Algunos clientes en el taller de Howe siguen este patrón. He notado que si estoy en la recepción con un compañero hombre, los hombres suelen mirarme de lado y dirigirse a él, aunque soy mayor y, hasta donde saben, más experimentada. Otros clientes disfrutan diciéndome cómo hacer mi trabajo.
Mientras cortaba trozos de tubo de 8 pies, un hombre me sugirió que simplemente enganchara la cinta métrica sobre la hoja de la sierra y restara ⅛ de pulgada para obtener la longitud correcta. Ofendida, le expliqué por qué su método no garantizaba una medida precisa. Sin inmutarse, me desafió a demostrar mi conocimiento sobre algo que pensó que no comprendería: el propósito de los diamantes negros en mi cinta métrica.
En una conferencia académica, el hombre en el público que prefiere dar una charla en lugar de hacer una pregunta a la mujer ponente, se volvió un estereotipo. El cliente pontificador en la tienda de metales debería serlo también. Al igual que otras mujeres en oficios, he aprendido a esquivar comentarios no solicitados, incluidas esas conversaciones que nadie pidió con hombres decididos a resaltar su “experticia”.
Rumbo a tener mayor experiencia
Mi libro, que se publicará pronto, no se enfoca únicamente, ni mucho menos, en mis experiencias como mujer en un taller de soldadura y fabricación. Más bien, aborda el proceso no lineal de aprender oficios calificados—un proceso que, para las mujeres en oficios, a veces se ve frustrado por el escrutinio, los desafíos físicos y el sexismo, que requieren soluciones.
No obstante, a lo largo de este camino, me he apoyado en la fuerza de las mujeres en oficios que estuvieron antes que yo. Aunque estas mujeres han estado “solas en medio de la multitud”, trabajaron consistentemente para superar los desafíos hacia una experiencia más amplia y profunda.
Jo Mackiewicz es profesora de retórica y comunicación profesional en la Universidad Estatal de Iowa.
Este artículo fue republicado desde The Conversation bajo una licencia de Creative Commons. Lee aquí el artículo original.