En nuestro mundo cambiante y aparentemente caótico, el typo –error tipográfico– ese simple pero ubicuo error que todos cometen ocasionalmente, aún se considera demasiado a menudo como la sentencia de muerte definitiva para demasiados posibles candidatos, proyectos y acuerdos.
Como hijo disléxico de un profesora de inglés y un bibliotecario, la importancia de la gramática y la ortografía correctas ha sido metafóricamente inculcada en mi cerebro desde la niñez. “La comida es buena… Las cosas se hacen bien…” era un dicho demasiado común en mi hogar de infancia en el este de Carolina del Norte.
Cuanto mayor me hago y más lo intento, estos molestos, frustrantes y a menudo hilarantes errores aún logran colarse en literalmente cada cosa que hago. Es a la vez enloquecedor e inevitable, pero también casi siempre divertido.
LO QUE NOS HACE ÚNICOS
Todos tienen un talento especial, único y clave. El mío es, inevitablemente, insertar errores tipográficos en el momento exacto incorrecto y ser incapaz de verlos después… hasta, por supuesto, que es demasiado tarde y he enviado mi error ahora mortalmente irreversible.
Durante la mayor parte de mi vida, esto ha sido un temor casi paralizante. Ha ralentizado la productividad, inhibido respuestas oportunas y muy probablemente afectado amistades y relaciones profesionales.
En un momento sorprendente (pero obvio) de auto-realización durante una conversación sobre IA recientemente, la necesidad de perfección –y la línea cada vez más borrosa entre tecnología y humanidad– finalmente comprendí lo poco que realmente importa esto en el esquema general de las cosas. Y cómo estos errores tan humanos muestran nuestras peculiaridades y personalidades de maneras que la IA en constante evolución nunca podrá replicar. Dejemos de fingir lo contrario.
Aunque soy plenamente consciente de que mi madre, la profesora de inglés, probablemente me esté mirando desde el más allá sin estar nada divertida y sacudiendo la cabeza en desaprobación ante mi auto-realización, creo de hecho que como sociedad deberíamos abrazar más plenamente nuestras peculiaridades, ya que estas son las que realmente nos hacen humanos.
Para aclarar, no estoy abogando por una era de indiferencia. Solo estoy defendiendo una era de preocupación dentro de lo razonable. Al final del día, la vida es demasiado corta y hay demasiadas otras cosas de mayor importancia que exigen nuestra atención como para preocuparnos innecesariamente por estas cosas. En serio… fukc it…