Seamos sinceros. Ni letrina, ni árbol ni un baño seco. No hay nada mejor que utilizar una taza de baño con agua corriente, limpia, sin olores.
Hasta hace poco nunca había pensado en su (gran) importancia, solo en su apariencia. Tal vez un poco con la policía del retrete del episodio 1 temporada 16 de South Park. Y como yo, hay muchos que ignoran su importancia, incluso aunque la ONU estableció el 19 de noviembre como el día mundial para conmemorar cómo la taza de baño —retrete, inodoro, poceta, escusado o como prefieras llamarlo— transformó la vida de las personas y se convirtió en un elemento esencial para la salud pública, la dignidad y el bienestar humano.
Así cambió nuestra vida la taza de baño
La invención de la taza de baño moderna marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. En tiempos antiguos, los romanos desarrollaron sistemas avanzados de letrinas públicas y canalizaciones de agua que permitían mantener las ciudades más limpias. Con la caída del Imperio, estas prácticas sanitarias se perdieron.
Durante siglos, las ciudades europeas recurrieron a métodos rudimentarios e insalubres para “desechar”sacar la basura”, lo que contribuyó a la propagación de enfermedades infecciosas, como el cólera y el tifus, afectando gravemente la salud pública.
La taza moderna tiene sus raíces en el siglo XVI, cuando Sir John Harrington, ahijado de la reina Isabel I de Inglaterra, diseñó un sistema conectado a un depósito de agua. Aunque instaló uno en el palacio real, su invento no se popularizó debido a la falta de patente. Fue hasta 1775 que Alexander Cummings patentó un diseño que incluía un sifón en forma de “S” que retenía el agua en la taza y bloqueaba los malos olores. Joseph Bramah perfeccionó el diseño de Cummings tres años después al añadir válvulas que evitaban fugas y facilitaban el uso del retrete.
La taza de baño revolucionó la vida diaria al permitir una eliminación segura y eficiente de los desechos. Este invento no solo mejoró la higiene: permitió que los baños fueran instalados dentro de las casas.
Además de los beneficios sanitarios, la taza de baño también tiene un impacto económico significativo. Según estimaciones de la organización WaterAid, la falta de saneamiento adecuado provoca pérdidas globales de hasta 260,000 millones de dólares anuales debido a enfermedades que podrían prevenirse. Cuando las personas no tienen acceso a instalaciones de saneamiento seguras, enfrentan mayores gastos médicos y pérdida de ingresos debido al ausentismo laboral, especialmente en las comunidades más pobres.
¿De verdad importa tanto una taza de baño?
A pesar de los avances en el acceso a instalaciones de saneamiento, la taza de baño sigue siendo un lujo inalcanzable para millones de personas en todo el mundo. Según la ONU, alrededor de 3,600 millones de personas no tienen acceso a un saneamiento seguro. En países en desarrollo, especialmente en áreas rurales y zonas urbanas marginadas, las personas aún se ven obligadas a recurrir a prácticas insalubres para deshacerse de sus desechos.
En México, por ejemplo, mejorar las condiciones de saneamiento podría reducir el gasto en salud pública y aumentar la calidad de vida de millones de personas. La ONU estima que las pérdidas de productividad relacionadas con un saneamiento deficiente pueden representar hasta 5% del PIB de un país, lo cual subraya la importancia económica de este “héroe silencioso” en la vida moderna.
Además, en un contexto de cambio climático y escasez de agua, el consumo de agua de los inodoros tradicionales plantea desafíos significativos. Es necesario innovar para desarrollar tecnologías de tazas de baño que no solo sean accesibles y asequibles para las comunidades de bajos recursos, sino que también consuman menos agua.
En conclusión, la taza de baño no solo es un elemento básico de higiene, sino un símbolo de progreso y derechos humanos. Su desarrollo histórico ha revolucionado la vida de millones de personas, además de continuar con la mejora de condiciones de vida en el mundo.