Donald Trump, con 78 años cumplidos, ha ganado las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Su segundo mandato presidencial lo finalizará a los 82 años (Biden dejará el cargo con esta edad).
De las recientes candidaturas a la presidencia, ha vencido la encabezada por el candidato de más edad. Jill Stein, candidata del Partido Verde, tiene 74 años. Kamala Harris, del Partido Demócrata, 60. Chase Oliver, candidato del Partido Libertario, es el más joven, con 39 años.
Debido al incremento de la esperanza de vida y al envejecimiento, abundan dirigentes políticos mayores de 70 años. Pese a las crisis continuas, se impone la gerontocracia, el gobierno o dominio ejercido por ancianos. Ello tiene sus ventajas e inconvenientes, como veremos. No obstante, su vigencia confirma que el poder político se ejerce a ciertas edades y entre personas de generaciones contiguas.
José Ortega y Gasset mostró que el de generación es “el concepto más importante de la historia”, pues permite ver el cambio histórico de forma sistemática. Por generación, Ortega concibe el grupo social que comparte la misma edad (personas coetáneas) y nace en un mismo intervalo de fechas de aproximadamente 15 años.
Así, pertenecer a una generación implica dos notas: “tener la misma edad (haber vivido ciertos acontecimientos históricos) y tener algún contacto vital (convivir en un contexto y compartir ciertas vigencias sociales)”.
Recientemente, se ha expuesto que el poder político se ejerce generacionalmente, en concreto entre personas de 30 y 60 años. Es decir, las personas situadas en la etapa vital de “predominio”, entre 45 y 60 años, se disputan dicho poder y lo ejercen. Previamente, durante la etapa de “iniciación”, entre 30 y 45 años, se desafía el sistema de vigencias de quienes ostentan el poder.
Por ello, las presidencias del consejo de ministros y las jefaturas de Estado suelen conformar equipos de gobierno con sus pares generacionales (personas coetáneas) para así mantener ciertas vigencias y redes de poder.
La edad adecuada para el liderazgo político
El liderazgo político requiere ciertas cualidades físicas, políticas y psicológicas. La edad avanzada conlleva achaques de salud, pero también resulta en mayor experiencia. Tales achaques afectan al ejercicio del gobierno, pero la experiencia sirve para navegar en un mundo complejo. En Las Leyes, diálogo entre extranjeros veteranos, Platón recomendó gobernar mediante el imperio de la ley (nomocracia) y estableciendo controles estrictos del poder. El juicio, la experiencia y la prudencia del consejo de ancianos contribuirían a ello.
En diversos regímenes políticos, el poder ejecutivo está en manos de personas de edades avanzadas. Así, predominan líderes septuagenarios u octogenarios: Joe Biden (nacido en 1942), Donald Trump (1946), Michel Barnier (1951), Carlos III del Reino Unido (1948), Harald V de Noruega (1937), Luiz Inácio Lula da Silva (1945), Vladimir Putin (1952), Xi Jinping (1953), Narendra Modi (1950), Andrés Manuel López Obrador (1953), Daniel Ortega (1945), Marcelo Rebelo de Sousa (1948), Sergio Mattarella (1941), Benjamin Netanyahu (1949), Mahmud Abás (1935), Recep Tayyip Erdogan (1954), Abdelmajid Tebboune (1945), Ma’ruf Amin (1943), etc.
Estos gobernantes nacieron en torno a la Segunda Guerra Mundial o en los inicios de la Guerra Fría. Mientras el mundo cambió tras estos acontecimientos, persisten dirigentes socializados en creencias y vigencias muy alejadas del presente.
La memoria limitada de Joe Biden
Hace unos meses, un fiscal estadounidense descartó presentar cargos contra el presidente Joe Biden por haberse llevado a su oficina privada documentos confidenciales. El fiscal alegó que la memoria del presidente estaba “significativamente limitada”. Durante la presidencia de Biden, cada vez más personas cuestionaron sus capacidades físicas y mentales, hasta el punto de ser relevado, en la candidatura demócrata, por Kamala Harris. La aparición de Harris diluyó el debate sobre la edad de Biden, que solo importaba para este, pero no para Trump.
Aun así, es revelador que Biden sea mayor que varios presidentes todavía vivos ya retirados: Bill Clinton (1946), George W. Bush (1946) y Barack Obama (1961). Sorprende que Biden compitiera en las elecciones presidenciales de 2020 con el republicano Donald Trump, superando ambos los 74 años.
Biden, primer presidente estadounidense en cumplir 80 años ocupando el cargo, ejerce la política profesional desde la década de 1970. Fue senador por el Estado de Delaware (1973-2009) y, hasta ahora, es el político más duradero en esta responsabilidad. También fue vicepresidente (2009-2017) con Obama.
Diversos regímenes políticos se acogen a la gerontocracia. El presidente brasileño Lula da Silva tiene 79 años. Esta misma edad ha cumplido este mes Daniel Ortega, presidente nicaragüense. El presidente ruso Vladimir Putin tiene 72 y pretende ocupar el cargo hasta 2036, mientras que Xi Jinping, presidente de la República Popular China, cuenta casi con la misma edad que Putin.
Narendra Modi, primer ministro de India (el país más poblado del planeta), tiene 74 años; Ram Chandra Poudel, el presidente de Nepal, 80; Abdelmajid Tebboune, presidente de Argelia, 78, y Ma’ruf Amin, vicepresidente de Indonesia, 81.
En Europa, varios presidentes de república superan los 70 años, pese a ser un cargo electo y no vitalicio: Sergio Mattarella (83 años) es el líder más veterano al servicio en la historia de Italia y es el único presidente italiano vivo. Marcelo Rebelo de Sousa (75 años) es de los pocos presidentes vivos de Portugal. Alexander Van der Bellen, nacido en 1944, tiene 80 años y es el presidente federal de la República de Austria. Y en Finlandia ostentó la jefatura de Estado Sauli Niinistö, nacido en 1948, hasta marzo de 2024.
Ventajas y desventajas de ser un presidente mayor
Ser dirigente de un país y tener más de 70 años lleva consigo ventajas e inconvenientes. Ventajas: estabilidad y resiliencia en el cargo, experiencia acumulada en los liderazgos para afrontar problemas recurrentes, previsibilidad de la acción política, conocimiento práctico de la política, notoriedad internacional, red previa de contactos, posible sabiduría, capital simbólico, etc.
En cuanto a las desventajas, podemos hablar de previsibles enfermedades físicas y/o mentales, cambio de personalidad debido al síndrome de Hubris (orgullo desmedido e imprudencia), inadaptación a los retos y avances tecnológicos, resistencia al cambio, falta de conexión con el mundo y los problemas presentes, dificultad para comprender las nuevas crisis, desconfianza de las generaciones jóvenes hacia gobernantes alejados de sus experiencias vitales, brecha generacional de poder, etc.
Desde 1960 es muy llamativo que las variables decisivas para ocupar la presidencia de los Estados Unidos hayan sido la familia de pertenencia (Kennedy, Bush, Clinton, Trump) y la edad. La primera variable actúa como tapón histórico, desde la fundación de dicho país, para acceder al poder ejecutivo.
Una edad avanzada favorece el ejercicio del poder, al tiempo que limita para desempeñar eficazmente las responsabilidades políticas. La no jubilación de los dirigentes más duraderos es un problema político: no todas las generaciones comprenden y conocen adecuadamente el mundo en el que viven. Cada generación de gobernantes acumula creencias y sensibilidades específicas para lidiar con las circunstancias y comunicarse con sus contemporáneos.
José-Francisco Jiménez-Díaz es Profesor Titular de Ciencia Política y de la Administración, Universidad Pablo de Olavide
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Aquí puedes leer el original.