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La crisis de agua en la frontera entre Estados Unidos y México se agrava

El aumento en el uso del agua está sobreexplotando los suministros limitados de casi todos los ríos, arroyos y acuíferos transfronterizos de la región.

La crisis de agua en la frontera entre Estados Unidos y México se agrava [Foto: Wilsilver77/Depositphotos]

La migración y la seguridad fronteriza serán probablemente el enfoque principal en las relaciones entre Estados Unidos y México bajo la nueva administración de Trump. Sin embargo, también hay una creciente crisis del agua a lo largo de la frontera que afecta a decenas de millones de personas en ambos países, y solo podrá gestionarse si ambos gobiernos colaboran.

El cambio climático reduce los suministros de agua superficial y subterránea en el suroeste de Estados Unidos. Las temperaturas más altas aumentan las tasas de evaporación en ríos y arroyos, intensificando las sequías. México también enfrenta sequías prolongadas y olas de calor.

El creciente uso del agua ya está sobreexplotando los suministros limitados de casi todos los ríos, arroyos y acuíferos transfronterizos de la región. Muchas de estas fuentes están contaminadas con residuos agrícolas, desechos sin tratar y otras sustancias, lo que reduce aún más la disponibilidad de agua utilizable.

Como académicos radicados en Texas que estudian los aspectos legales y científicos de la política del agua, sabemos que comunidades, granjas y empresas en ambos países dependen de estos escasos recursos hídricos. En nuestra opinión, las condiciones del agua en la frontera han cambiado tanto que el marco legal actual para su gestión es insuficiente.

A menos que ambas naciones reconozcan esta realidad, creemos que los problemas de agua en la región probablemente empeorarán y los suministros podrían no volver jamás a los niveles registrados tan recientemente como en la década de 1950. Aunque Estados Unidos y México han tomado medidas para abordar estas preocupaciones actualizando el tratado de aguas de 1944, estos esfuerzos no representan soluciones a largo plazo.

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El río Bravo fluye hacia el sur desde Colorado y forma la frontera de 2,000 kilómetros entre Texas y México. [Imagen: Kmusser/WikimediaCC BY-SA]

Aumento de la demanda, reducción del suministro

La región fronteriza entre Estados Unidos y México es en su mayoría árida, con fuentes de agua limitadas provenientes de unos pocos ríos y un volumen incierto de aguas subterráneas. Los principales ríos que cruzan la frontera son el Colorado y el Bravo, dos de los sistemas hídricos con mayor estrés hídrico en el mundo.

El río Colorado abastece a más de 44 millones de personas, incluyendo siete estados en Estados Unidos, dos en México, 29 tribus indígenas y 5.5 millones de acres de tierras agrícolas. Sin embargo, solo 10% de su flujo total llega a México. Antiguamente desembocaba en el Golfo de California, pero desde la década de 1960 la extracción de agua a lo largo de su cauce ha hecho que, en la mayoría de los años, termine evaporándose en el desierto antes de llegar al mar.

El río Bravo, por su parte, suministra agua a aproximadamente 15 millones de personas, incluyendo 22 tribus indígenas, tres estados en Estados Unidos y cuatro en México, además de 1,133,120 de hectáreas de tierras de cultivo irrigadas. Este río forma una frontera de 2,000 kilómetros entre Texas y México, desde El Paso hasta el Golfo de México.

Otros ríos más pequeños que cruzan la frontera incluyen el Tijuana, San Pedro, Santa Cruz, New y Gila. Aunque son menos significativos en términos económicos, también están sujetos a una creciente presión hídrica.

Al menos 28 acuíferos —formaciones rocosas subterráneas que contienen agua— atraviesan la frontera. Sin embargo, existe muy poca información sobre estos recursos compartidos. Lo que sí se sabe es que muchos están sobreexplotados y contaminados.

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El río Colorado atraviesa siete estados de Estados Unidos y cruza hacia México en la frontera entre Arizona y California. [Imagen: USGS]

A pesar de esto, la dependencia del agua subterránea sigue creciendo ante la disminución del suministro de agua superficial. Aproximadamente 80% del agua subterránea utilizada en la región fronteriza se destina a la agricultura, mientras que el resto es consumido por comunidades, industrias automotrices y fabricantes de electrodomésticos.

Más de 10 millones de personas en 30 ciudades y comunidades a lo largo de la frontera dependen del agua subterránea para uso doméstico. Ciudades como Ciudad Juárez, Nogales (tanto en Arizona como en Sonora) y Columbus (Nuevo México) junto con Puerto Palomas (Chihuahua) obtienen la mayor parte o la totalidad de su agua potable de estos acuíferos.

Una región en crecimiento

Alrededor de 30 millones de personas viven a menos de 160 kilómetros de la frontera en ambos países. Se espera que esta cifra se duplique en los próximos 30 años, lo que incrementará la presión sobre los recursos hídricos.

El consumo de agua municipal e industrial también aumentará significativamente. En el Valle del Río Bravo en Texas, el consumo municipal podría más que duplicarse para 2040.

Al mismo tiempo, el cambio climático está reduciendo el derretimiento de nieve y aumentando las tasas de evaporación. Se estima que el caudal base del río Colorado —la parte de su volumen que proviene del agua subterránea y no de la lluvia o nieve— podría disminuir hasta 30% en los próximos 30 años.

Los patrones de precipitación en la región fronteriza se han vuelto erráticos e impredecibles, lo que aumenta la frecuencia de fenómenos climáticos extremos como sequías e inundaciones. Estos eventos podrían causar graves daños a la agricultura, la industria, la salud humana y el medio ambiente.

A esto se suman los problemas derivados del crecimiento urbano e industrial. Tanto el río Colorado como el Bravo están contaminados con residuos agrícolas, municipales e industriales. Ciudades en ambos lados de la frontera, especialmente en México, han tenido un historial de vertidos de aguas residuales sin tratar en el río Bravo. De las 55 plantas de tratamiento de agua ubicadas a lo largo de la frontera, 80% reportó problemas de mantenimiento, capacidad y operación en 2019.

La sequía en la región fronteriza ya ha generado tensiones internas y bilaterales. Los distintos sectores que dependen del agua compiten cada vez más por los recursos disponibles, y tanto Estados Unidos como México tienen dificultades para cumplir con sus compromisos de reparto de agua según los tratados vigentes.

Política del agua transfronteriza

México y Estados Unidos administran la distribución de agua en la región fronteriza principalmente a través de dos tratados: un acuerdo de 1906 centrado en la cuenca alta del río Bravo y un tratado de 1944 que regula el uso del río Colorado y la parte baja del Bravo.

Según el tratado de 1906, Estados Unidos está obligado a entregar 60,000 acres-pie de agua a México en el punto donde el río Bravo alcanza la frontera. Sin embargo, este volumen puede reducirse en tiempos de sequía, un fenómeno que ha sido frecuente en las últimas décadas. Un acre-pie equivale a aproximadamente 1.2 millones de litros de agua, suficiente para cubrir un acre de terreno con 30 centímetros de profundidad.

Las asignaciones establecidas en el tratado de 1944 son más complejas. Estados Unidos debe entregar 1.5 millones de acres-pie de agua del río Colorado a México en la frontera, aunque, al igual que en el tratado de 1906, estas entregas pueden reducirse en casos de sequía extraordinaria.

Hasta mediados de la década de 2010, Estados Unidos cumplió anualmente con su obligación de entrega de agua. Sin embargo, desde entonces, la sequía regional y el cambio climático han reducido drásticamente el caudal del río Colorado, lo que ha requerido ajustes significativos en las asignaciones tanto para Estados Unidos como para México.

En 2025, los estados estadounidenses de la cuenca baja del río Colorado verán una reducción de más de un millón de acres-pie en comparación con años anteriores. México, por su parte, enfrentará un recorte de aproximadamente 280,500 acres-pie conforme a las disposiciones del tratado de 1944.

Este acuerdo también establece que cada país tiene derecho a fracciones específicas del caudal del bajo río Bravo y de ciertos afluentes. Independientemente de la disponibilidad de agua o de las condiciones climáticas, México debe entregar a Estados Unidos un mínimo de 1.75 millones de acres-pie de agua provenientes de seis afluentes nombrados, en ciclos de cinco años. Si México no cumple con esta cuota en un ciclo, puede compensar el déficit en el siguiente, pero no puede retrasar el pago más allá de ese periodo.

Desde la década de 1990, las sequías extremas han llevado a México a incumplir sus obligaciones de entrega de agua en tres ocasiones. Aunque el país ha saldado estas deudas en ciclos posteriores, los retrasos han generado tensiones diplomáticas que han requerido negociaciones de última hora y transferencias masivas de agua de México a Estados Unidos.

Los agricultores mexicanos en los distritos de riego del bajo río Bravo han sido los más afectados por estos recortes y han expresado su descontento en diversas ocasiones. En 2020, la crisis del agua provocó protestas en las que los agricultores se enfrentaron a soldados federales y tomaron temporalmente el control de una presa.

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump y la presidenta de México Claudia Sheinbaum reconocen la importancia política y económica de la región fronteriza. Sin embargo, si la escasez de agua se agrava, este problema podría desplazar otras prioridades en la agenda bilateral.

En nuestra opinión, la mejor manera de evitar una crisis aún mayor es que ambos países reconozcan el deterioro de las condiciones actuales y actualicen el marco de gobernanza transfronteriza para reflejar la nueva realidad hídrica de la región.

Gabriel Eckstein es profesor de derecho en la Universidad Texas A&M. Rosario Sánchez es investigadora sénior en el Instituto de Recursos Hídricos de Texas, Universidad Texas A&M.

Este artículo se republica de The Conversation bajo una licencia de Creative Commons. Lee el artículo original aquí.

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