
En el mundo actual, donde el conocimiento evoluciona más rápido que los sistemas educativos formales, México enfrenta una encrucijada: cómo lograr que su población activa adquiera las habilidades necesarias para competir en una economía global cada vez más digitalizada.
Mientras países como Irlanda, Corea del Sur y Suiza lideran los rankings de nivel educativo superior, según informes recientes de la OCDE y estudios publicados por CBRE Research, México continúa rezagado. A pesar del aumento en la cobertura educativa, los niveles de aprendizaje real y aplicación laboral del conocimiento siguen siendo bajos.
El desafío no solo es mejorar el acceso a la educación formal, sino también cerrar la brecha de habilidades no adquiridas. En este contexto, el upskilling —la actualización continua de competencias técnicas y digitales— se presenta como una alternativa viable, flexible y necesaria para quienes ya están en el mercado laboral, pero no han encontrado en el sistema tradicional una vía efectiva de crecimiento.
México vive un desfase entre lo que enseña su sistema educativo y lo que demanda el mercado. Datos del IMCO revelan que más del 30% de los egresados universitarios trabajan en empleos que no requieren título profesional. El problema se agudiza con el avance tecnológico: el Foro Económico Mundial estima que para 2027, la mitad de los trabajadores necesitarán actualizar sus habilidades para mantenerse vigentes. El mensaje es claro: el rezago ya no es solo económico, sino de capacidades.
Este desajuste tiene consecuencias concretas. Empresas en México reportan dificultades para llenar vacantes en áreas clave como análisis de datos, inteligencia artificial, ciberseguridad y desarrollo de software. No se trata únicamente de una carencia de personal, sino de un déficit de competencias. La capacitación tradicional, con su rigidez y tiempos largos, no está preparada para responder a esta demanda cambiante.
El valor del upskilling digital
Ahí es donde el upskilling digital cobra valor. A diferencia de los programas educativos convencionales, los modelos de aprendizaje continuo y en línea permiten una actualización constante, centrada en habilidades específicas y con aplicaciones directas al entorno laboral. Esta vía no solo democratiza el acceso al conocimiento, sino que acorta el camino entre el aprendizaje y el empleo.
En palabras de Freddy Vega, CEO y cofundador de Platzi, plataforma en educación digital: “Lo que rompe el ciclo de pobreza es más empleo de mejor calidad”. Esa mejora no vendrá únicamente de nuevos títulos universitarios, sino del desarrollo ágil de capacidades técnicas que conecten con oportunidades reales.”
Siguiendo la reflexión de Freddy, lo que está en juego no es solo la competitividad de los individuos, sino el futuro productivo del país. Si México quiere reducir la desigualdad, aumentar su productividad y no quedarse rezagado frente a economías que ya integran el aprendizaje continuo como política de Estado, necesita repensar la formación profesional con una mirada más flexible, basada en habilidades y centrada en la actualización constante.
La buena noticia es que las herramientas ya existen. Plataformas digitales, alianzas público-privadas y programas de formación autodirigida permiten avanzar en ese camino. Pero el cambio no ocurrirá sin una convicción clara: el conocimiento útil no es el que se acumula, sino el que se renueva.
En ese sentido, el upskilling no es una moda, sino una necesidad estructural. Y para México, puede ser el puente entre una fuerza laboral subutilizada y una economía basada en el conocimiento.