
Alaa al-Najjar atendía a niños heridos en un hospital en el sur de la Franja de Gaza cuando llegó la noticia de que un ataque aéreo israelí bombardeó la casa donde se encontraban sus 10 hijos.
La pediatra, sin medios de transporte, corrió desde el Hospital Nasser hasta la casa familiar en la ciudad de Khan Yunis, relató un familiar a AFP, solo para encontrarse con la peor pesadilla de cualquier madre.
“Cuando vio los cuerpos calcinados, comenzó a gritar y a llorar”, dijo Ali al-Najjar, el hermano del esposo de Alaa.
Nueve de sus hijos murieron, sus cuerpos tan quemados que no pudieron ser reconocidos, según los familiares.
El décimo, Adam, de 10 años, sobrevivió al ataque, pero permanece en estado crítico, al igual que su padre, Hamdi al-Najjar, también médico, quien se encontraba en la casa cuando ocurrió el ataque.
Ambos están en cuidados intensivos en el Hospital Nasser.
Cuando el cuerpo de su hija Nibal fue sacado de los escombros, Alaa gritó su nombre, recordó su cuñado.
Al día siguiente, bajo una tienda de campaña instalada cerca de la casa destruida, la especialista pediátrica, muy respetada, permaneció en un silencio atónito, aún en shock.
A su alrededor, las mujeres lloraban mientras los sonidos de las explosiones resonaban por todo el territorio palestino, azotado por más de un año y medio de guerra.
“Sus rasgos ya no estaban”
El ataque aéreo del viernes por la tarde sobre Gaza se llevó a cabo sin previo aviso, dijeron los familiares.
Cuando se les preguntó sobre el incidente, el ejército israelí afirmó que había “atacado a varios sospechosos que fueron identificados operando desde una estructura” cerca de sus tropas, y agregó que las denuncias sobre daño a civiles estaban siendo revisadas.
“No pude reconocer a los niños en los sudarios”, dijo la hermana de Alaa, Sahar al-Najjar, entre lágrimas. “Sus rasgos ya no estaban.”
“Es una gran pérdida. Alaa está destrozada”, dijo Mohammed, otro miembro cercano de la familia.
Según fuentes médicas, Hamdi al-Najjar se sometió a varias operaciones en el hospital de campaña jordano.
Los médicos tuvieron que remover una gran parte de su pulmón derecho y le realizaron 17 transfusiones de sangre.
Adam sufrió heridas graves en su brazo y quemaduras severas en su cuerpo.
“Encontré la casa de mi hermano como una galleta rota, reducida a ruinas, y mis seres queridos estaban debajo”, recordó Ali al-Najjar, quien excavó entre los escombros con sus manos desnudas junto a los paramédicos para recuperar los cuerpos de los niños.
Ahora, teme el momento en que su hermano recupere la consciencia.
“No sé cómo decirle. ¿Debería decirle que sus hijos están muertos? Los enterré en dos tumbas.”
“No hay un lugar seguro en Gaza”, agregó con un suspiro agotado. “A veces la muerte es más amable que esta tortura.”