
A continuación, Joe Nucci comparte cinco ideas clave de su nuevo libro, Psychobabble: Viral Mental Health Myths & the Truths to Set You Free (Psicocharla: Mitos virales sobre la salud mental y verdades para liberarte).
La psicocharla, o plática psicológica sustituye las ideas erróneas sobre salud mental con verdades liberadoras que pueden ayudar a los lectores a evitar la desinformación, a abordar debates importantes en el campo de la salud mental y a gestionar mejor sus propios procesos terapéuticos. El problema no es que la terapia se haya generalizado, sino que algunas de las suposiciones que hemos absorbido de la cultura terapéutica nos impiden sanar, crecer y resolver nuestros problemas.
1. La psicoterapia cura las enfermedades mentales, no los “problemas de la vida”
La terapia funciona, pero no funciona para todo. En algún momento, a medida que la salud mental se desestigmatizaba, empezamos a creer que podíamos aplicar la terapia a algo más que las enfermedades mentales. Empezamos a creer que podía salvarnos de algo más que la depresión, el trauma y la adicción. Empezamos a creer que podía convertirnos en la pareja ideal, el padre o la madre perfectos, o ayudarnos a alcanzar un profundo bienestar psicológico en todos los aspectos de la vida.
Desafortunadamente, no existe ninguna pastilla ni intervención terapéutica que pueda eliminar todas las dificultades de la vida. Y, sin embargo, la terapia a menudo se promociona como un remedio para cualquier cosa que la vida te depare.
Por supuesto, no hay nada de malo en ir a terapia para desahogarse o si te sientes aburrido o solo. Además, la terapia puede ser muy eficaz para ayudarte con problemas subclínicos o no diagnosticados, como problemas de pareja o dificultades con una transición vital.
Pero hay una gran diferencia entre necesitar terapia y poder beneficiarse de ella. Saber dónde está ese límite puede ser muy útil para maximizar el beneficio de tu experiencia con la terapia. Te convierte en un consumidor más inteligente de servicios terapéuticos y en alguien más capaz de navegar por la desinformación sobre autoayuda. Quizás necesites ir a terapia, o quizás la solución a tu problema se encuentre en otro lugar. Si no estás seguro, hablar con un terapeuta cualificado puede ayudarte a resolverlo.
2. La salud mental es una cuestión de autonomía, no de identidad
Uno de los peligros de que la cultura terapéutica se vuelva viral es que la salud mental se ha convertido en una forma de identidad y moneda social. En ciertos lugares, la salud mental se ha popularizado. La gente colecciona etiquetas como insignias, haciendo alarde de su autoconciencia:
- “Estoy ansiosamente apegado”.
- “Soy neurodivergente”.
- “Soy empático”.
En el libro, comparto la historia de una paciente muy común. Podía expresar cada detalle de su historia psicológica. Tenía práctica en identificar sus emociones y dominaba el lenguaje terapéutico. Pero no cambiaba. No sanaba. Estaba estancada y sufría por ello.
No necesitaba más autoconciencia. Si bien tomar conciencia de sí misma suele ser el primer paso, la magia de la terapia no reside en el análisis, sino en traducir esa comprensión en acción. Se trata de tener conversaciones difíciles, identificar sus necesidades y tomar la decisión que había estado evitando durante semanas.
“El diagnóstico es una puerta, no un destino”.
La salud mental no debería consistir en descubrir “qué” eres. Se trata de poder transformar tu estilo de apego, optimizar tu vida en torno a tu neurodivergencia o aprovechar tu empatía de forma adaptativa. Se trata de desarrollar tu capacidad para ser mejor. El diagnóstico es una puerta de entrada, no un destino. Un diagnóstico es útil en el sentido de que orienta un plan de tratamiento.
Aferrarse a su diagnóstico como identidad sin desarrollar la capacidad de acción es simplemente dar pasos adicionales para permanecer exactamente donde se encuentra en la vida. Esa no es la promesa del campo de la salud mental. La promesa es transformar lo que pueda y aceptar el resto como problemas de la vida.
3. Los terapeutas no son neutrales en cuanto a valores
A los terapeutas se les enseña a no juzgar, pero no juzgar no significa estar libre de valores. Cada terapeuta aporta una visión del mundo a la consulta. Tiene su propio pasado, ideología y valores.
Un mal terapeuta fingirá ser completamente neutral. Este tipo de terapeuta ignora por completo cómo su vida personal impacta el trabajo que intentas lograr en la sesión.
Un buen terapeuta sabrá que no es una hoja en blanco. Es lo suficientemente consciente de sí mismo como para considerar cómo podría decir algo que se refiera más a él que a ti o a por qué buscas su ayuda. Se abstendrá de compartir información cuando no sea clínicamente apropiado.
Pero ¿un buen terapeuta? Un buen terapeuta puede ser consciente de cómo su pasado o sus valores personales pueden influir en él, a la vez que reconoce que su pasado y filosofías de vida pueden diferir. Incluso puede hablar de sus diferencias para ayudarle en su sanación.
“Un buen terapeuta será consciente de que no es una pizarra en blanco”.
La triste realidad es que algunos terapeutas se atreven a permitir que su visión personal del mundo invada la de sus pacientes. Algunos se consideran activistas que promueven una agenda específica. Puede ser política o filosófica. Puede significar animar a un cliente a terminar una relación, etiquetar a un padre como tóxico o replantear dinámicas sociales como daño sistémico. A veces eso está justificado. Pero a veces es una proyección.
4. Las tragedias no siempre resultan en trauma
El trauma es real, pero también lo es el mal uso del término. No todo lo malo que te sucede es un trauma. Es incorrecto decir que los eventos son traumáticos en sí mismos, ya que dos personas pueden sufrir el mismo accidente de coche y una desarrollará TEPT mientras que la otra no. Una respuesta al trauma no se trata del pasado. Se trata del momento presente y de tu relación actual con lo sucedido.
A veces, el dolor se metaboliza de forma natural. A veces, las personas siguen adelante sin diagnosticar su sufrimiento con un trauma. Y eso no es represión, sino capacidad. Al insistir en que todos tenemos trauma, corremos el riesgo de reducir una amplia gama de experiencias emocionales a un marco estrecho. Debemos considerar la dinámica del duelo, el crecimiento y toda la gama de experiencias humanas negativas que moldean nuestras vidas.
La decepción, el arrepentimiento, la vergüenza y el desamor son duros, pero no necesariamente traumáticos. Llamarlos trauma puede reforzar sutilmente la idea de que somos frágiles y necesitamos intervención clínica para procesar cada dificultad. Este cambio de imagen es sin duda positivo para los terapeutas que desean un flujo constante de pacientes, pero la idea socava culturalmente la resiliencia y enfoca la atención hacia el interior de maneras que a menudo resultan desempoderantes.
5. El lenguaje terapéutico puede ser una medicina o un arma
Una de las mejores cosas de la terapia es que, a veces, cuando nombras algo —cuando algo se vuelve consciente a través del lenguaje—, ese algo ya no tiene poder sobre ti. He visto de primera mano cómo poder nombrar el trauma o el abuso puede brindar alivio casi instantáneo. He experimentado personalmente la autonomía que he adquirido al poder articular una dinámica que antes era inefable.
Pero si el lenguaje puede curarnos, también puede hacernos daño:
- Un paciente dijo una vez: “Estoy poniendo un límite”, justo después de interrumpir a un amigo sin dar explicaciones. ¿Era un límite? ¿O era una forma de evitar una conversación difícil?
- “Me hizo luz de gas” a veces significa “no estuvo de acuerdo conmigo”.
- “Estoy desregulado” se convierte en una forma abreviada de decir “no quiero hablar de esto”.
Creemos hablar el lenguaje de la sanación. A veces, solo disfrazamos nuestras defensas. En ocasiones, usar la jerga psicológica es simplemente una falacia lógica: una apelación a la autoridad. Cuando lo hacemos de una manera que nos permite desconectarnos más de nosotros mismos y de los demás, es lo contrario de la promesa del campo de la salud mental.
Aprender estos conceptos es un poco como aprender un nuevo idioma. Al principio, es importante ser riguroso con la gramática y la pronunciación. Con el tiempo, a medida que adquieras más fluidez, se trata menos de las palabras que usas y más de cómo las usas. No se trata de etiquetar el gaslighting correctamente o incorrectamente. Se trata de saber cómo manejar la situación cuando alguien no está de acuerdo contigo y saber qué hacer si alguien intenta manipularte.
Este artículo apareció originalmente en la revista Next Big Idea Club.
Joe Nucci es psicoterapeuta colegiado. Como creador de contenido, contextualiza la desinformación sobre salud mental. Sus videos en @joenuccitherapy llegaron a más de 10 millones de personas en los primeros seis meses de su publicación y sus escritos se pueden encontrar en su boletín informativo, Psychobabble.