
La inteligencia artificial (IA) se presenta a menudo como el truco definitivo para la productividad. Imagínate: el informe que temías escribir, redactado en segundos. La hoja de cálculo que no querías tocar, analizada al instante. El código que antes te llevaba días, generado antes de comer. Para los profesionales que ya luchan contra la sobrecarga y la lucha diaria por gestionar su tiempo, la IA se siente como la salvación.
La gente busca desesperadamente herramientas que les alivien el peso de encima. La IA parece el siguiente paso lógico en esa búsqueda. Es innegable la dosis de dopamina que produce una página en blanco que de repente se llena de palabras o líneas de código. La IA da la ilusión de aceleración, y en el momento, eso se siente como productividad. Estás haciendo algo, y el esfuerzo de empezar desde cero desaparece.
Pero hay un problema: ser más rápido no siempre significa ser más productivo, y ahorrar tiempo no siempre se traduce en mejores resultados. La verdadera prueba de la productividad no es la rapidez con la que empiezas, sino si terminas con un trabajo preciso, útil y alineado con tus objetivos. Ahí es donde empiezan a aparecer las grietas.
La IA puede hacerte sentir productivo sin serlo realmente
Un estudio reciente del MIT reveló que 95% de los proyectos piloto de IA generativa en empresas tuvieron un impacto mínimo o nulo en las ganancias y pérdidas, a pesar de una inversión empresarial de entre 30,000 y 40,000 millones de dólares. Esto se debe a que “la mayoría de los sistemas de IA generativa no retienen la retroalimentación, no se adaptan al contexto ni mejoran con el tiempo”. En otras palabras, el tiempo que las personas creen ahorrar no se traduce en productividad organizacional.
Una historia similar se presenta entre los desarrolladores de software en un estudio controlado reciente. Tras probar asistentes de programación de IA, los desarrolladores estimaron que experimentaron un aumento de productividad de 10 a 30%. Pero, en realidad, los programadores experimentados tardaron 19% más al usar herramientas de IA en bases de código que conocían bien. No solo perdieron tiempo en la práctica, sino que terminaron convencidos de haberlo ahorrado. Se trata de una disparidad peligrosa.
La investigación de McKinsey añade matices: la IA puede, sin duda, ayudar con tareas repetitivas o superficiales, como consultar minuciosamente documentos extensos o analizar facturas. Sin embargo, el aumento de la productividad se reduce cuando las tareas son complejas o requieren una atención profunda y sostenida. En otras palabras, la IA puede ayudarte a despejar las tareas fáciles, pero es más difícil lograr que realice el trabajo que realmente genera resultados.
¿Porqué pasa eso?
El espejismo de 90%
Esta es la paradoja de la IA: a menudo te ayuda a completar 90% del proceso, lo que parece un gran ahorro de tiempo. Pero ese último 10% —comprobar errores, pulir detalles y asegurarse de que realmente funciona— puede consumir tanto tiempo como el ahorrado. El error más común es asumir que el 90% es suficiente y entregarlo.
Jeff Escalante, director de ingeniería en Clerk, lo expresa sin rodeos: “Cualquier cosa que le pidas que haga, es muy probable que acabe cometiendo uno o más errores en lo que genera. Ya sea inventando estadísticas, inventando cosas que no son reales… o escribiendo código que simplemente no funciona”, afirma. “Es algo realmente genial e interesante de usar, pero también es algo en lo que debes saber que no puedes confiar ni en lo que no puedes depender. Necesita ser revisado por un experto antes de tomar lo que genera y entregarlo, [especialmente si] es sensible o importante”.
¿Su consejo? Trata a la IA como a un becario: ideal para trabajos de bajo nivel, a veces útil con formación, pero definitivamente no alguien a quien enviarías a una reunión con un cliente sin supervisión. Y si esperas que con el tiempo sea infalible, piénsalo dos veces.
Jeff Smith, PhD, es el fundador de QuantumIOT y un emprendedor tecnológico en serie. Afirma que es importante considerar la IA como un asistente porque “todavía comete errores y los cometerá durante mucho tiempo. Es probabilística, no determinista”.
Si eres un experto en la materia, puedes detectar y corregir ese último 10%. Si no lo eres, te arriesgas a entregar un trabajo que parece impecable, pero que en realidad está fallando. Esto significa perder tiempo corrigiendo errores o, peor aún, dañar tu reputación. Muchos empleados ambiciosos, deseosos de “mejorar” con la IA, terminan haciendo lo contrario: llegan a las presentaciones de clientes con presentaciones atractivas llenas de ideas alucinadas y un plan de acción que no se ajusta a la Declaración de Trabajo.
Entonces, ¿deberíamos tirar la IA por la ventana? No exactamente. Pero definitivamente dejemos de tratarla como un coche autónomo y más como un coche de cambio manual: potente, pero solo si sabes conducir.
Cómo utilizar la IA sin perder el control de tu tiempo
Las personas más productivas no ceden las llaves a la IA. Permanecen al mando. Aquí hay algunas reglas que surgen de las primeras investigaciones y la orientación de expertos:
- Conviértete en un experto en la materia. Si no sabes qué significa “excelente”, la IA puede llevarte por mal camino. El tiempo que ahorras redactando podría desaparecer en interminables rondas de correcciones.
- Usa la IA como un compañero de borrador, no como un finalizador. La clave está en romper la inercia: te ayuda a generar ideas, esbozar una estructura o generar un punto de partida. La estimulación iterativa es clave para obtener mejores resultados de IA, pero la última palabra siempre la tendrás tú.
- Automatiza lo superficial, protege lo profundo. Deja que la IA elimine el trabajo rutinario y de bajo valor: resúmenes, texto estándar, administración, ciertos correos electrónicos… Reserva tus horas de trabajo profundo para el tipo de pensamiento que realmente marca la diferencia. La verdadera productividad no se trata de velocidad; se trata de alinear el tiempo con tus prioridades principales.
- Monitorea los resultados reales. No confundas la sensación de velocidad con los resultados reales. Mídelos. ¿Realmente la IA te ahorró una hora de trabajo o simplemente generó más borradores para revisar?
Y no pierdan la perspectiva: todavía estamos en la etapa de adopción temprana. Como dice Smith: “Será un camino un poco pedregoso, pero habrá muchísimas herramientas excelentes que llegarán”.
La productividad sigue siendo un asunto humano
En el mejor de los casos, la IA nos ayuda a eliminar el trabajo pesado que nos atiborra el día a día, dándonos más espacio para pensar, planificar y concentrarnos en lo importante. En el peor de los casos, nos engaña haciéndonos confundir el trabajo rutinario con el progreso.
La IA no gestionará tu tiempo por ti. No elegirá tus prioridades ni te dirá qué reuniones saltarte. Esa disciplina —controlar tu agenda, concentrarte en el trabajo más importante y saber dónde invertir tu energía— aún recae en el ser humano. Una vez establecida esa base, la IA puede ser un poderoso aliado. Sin ella, corre el riesgo de agravar el caos.
La IA es una herramienta rápida, potente y, en ocasiones, poco fiable. Pero, como cualquier herramienta, solo funciona si la usas con intención. Tú sigues siendo el conductor. La IA puede ayudarte a ir más rápido, pero solo si sabes adónde quieres ir.