Los Beatles llegando al Aeropuerto Internacional JFK, 1964. [Fuente de la foto: Biblioteca del Congreso]
Seamos sinceros: todos tenemos a esa celebridad, influencer o presentador de podcast que se nos mete en la cabeza. Conoces el nombre de su perro, su rutina matutina, su historia traumática y su marca favorita de leche de avena. Incluso puede que te encuentres defendiéndolos en los comentarios como si fueran tus amigos de toda la vida.
¡Enhorabuena, has formado una relación parasocial! Para quienes no son tan activos en redes sociales, se trata de un vínculo unilateral que formamos con personas que en realidad no conocemos.
Y aunque estas conexiones a veces parezcan un poco ilusorias, aquí está el giro: no todas son malas. De hecho, las relaciones parasociales pueden satisfacer algunas necesidades psicológicas muy reales. El peligro surge cuando se empieza a olvidar dónde termina la pantalla y dónde empieza la vida real.
¿Qué son las relaciones parasociales?
Los sociólogos Donald Horton y Richard Wohl acuñaron el término en la década de 1950. Las relaciones parasociales describen la ilusión de intimidad que el público siente hacia las personalidades de los medios. Antes, la gente escribía cartas de admiradores a sus presentadores de televisión favoritos. Ahora, soy yo llorando al ritmo del vlog de ruptura de un youtuber o sintiendo que conozco personalmente a mi podcaster favorito.
A nivel neurológico, esto tiene sentido. Al fin y al cabo, nuestro cerebro no distingue perfectamente entre la interacción real y la mediada —a través de una pantalla—. Cuando alguien mira a la cámara y te habla directamente, tus neuronas espejo se activan como si estuvieras hablando con esa persona cara a cara.
Por eso las relaciones parasociales pueden resultar tan reconfortantes. Activan los mismos circuitos de familiaridad y confianza que las amistades reales. Y en un mundo cada vez más desconectado, ese consuelo sin duda tiene un gran valor.
Los sorprendentes beneficios de los bonos unilaterales
1. Pueden amortiguar la soledad
Durante los confinamientos, muchos mantuvimos un sentido de conexión social a través de nuestros creadores de contenido favoritos en línea. Los estudios demuestran que las relaciones parasociales pueden reducir la sensación de aislamiento e incluso mejorar la regulación del estado de ánimo, especialmente cuando las personas carecen de redes sólidas fuera de internet.
2. Sirven de modelo para la vulnerabilidad y la expresión emocional
Ver a creadores hablar abiertamente sobre ansiedad, duelo o trauma puede normalizar la honestidad emocional y desestigmatizar el hablar de desafíos como la salud mental. Esto nos ayuda a sentirnos comprendidos en nuestro propio caos. Podemos decirnos a nosotros mismos: “Vale, no soy el único que se derrumba un miércoles”.
3. Inspiran el crecimiento
Una conexión parasocial puede servir de espejo. Puede mostrarte el tipo de energía, confianza o valores que deseas encarnar. Por eso, ciertos influencers se convierten en figuras inspiradoras. Siempre que mantengas la consciencia intacta, estas relaciones pueden generar una motivación genuina.
Cuando las relaciones parasociales se vuelven peligrosas
Cabe destacar, sin embargo, que la línea que separa lo “inspirado” de lo “apegado” es muy delgada. Y, lamentablemente, existen potentes algoritmos diseñados para difuminarla.
Estos algoritmos premian a los creadores por ser cercanos, lo que implica compartir suficientes detalles personales como para que te sientas parte de su círculo íntimo. Esa intimidad emocional genera lealtad, participación y, en definitiva, una oportunidad de monetización.
Esto no es intrínsecamente malo, pero puede distorsionar nuestra percepción de la reciprocidad. Podrías empezar a sentir que esa persona te debe honestidad, coherencia o una moral intachable. Y cuando comete un error —como inevitablemente ocurre en todos los seres humanos—, la decepción puede sentirse personal, como la traición de un amigo.
Estas relaciones unilaterales también pueden erosionar sutilmente nuestra capacidad para una intimidad más profunda en el mundo real. Cuando satisfacemos nuestras necesidades sociales con conexiones digitales cuidadosamente seleccionadas y de bajo riesgo, dejamos de practicar la compleja vulnerabilidad del contacto humano real, ese que requiere nuestra paciencia, incomodidad y presencia.
La psicología detrás de la atracción
El apego parasocial se rige por los mismos sistemas neuronales que controlan todos los vínculos afectivos. La dopamina alimenta la anticipación de nuevas publicaciones o actualizaciones. La oxitocina, la “hormona del vínculo”, se dispara cuando vemos a alguien compartir emociones o establecer contacto visual con la cámara.
Pero aquí está la clave: a diferencia de las relaciones recíprocas, las parasociales nunca te exigen nada. Sin compromiso. Sin conflicto. Sin concesiones. Sin vulnerabilidad. Es una conexión en tus propios términos: toda la cercanía, sin ningún riesgo interpersonal.
No es de extrañar que a nuestro cerebro le encante. Sobre todo en una cultura donde la conexión real suele resultar agotadora, estos vínculos unilaterales ofrecen una intimidad segura —y fácil—; es como una forma de picar socialmente. El problema es que los tentempiés, aunque reconfortantes, no nos nutren a largo plazo.
¿Dónde trazamos la línea?
Lo importante es esto: no necesitas abandonar las relaciones parasociales. Solo necesitas ser consciente de ellas. Haz esta breve autoevaluación: ¿Estás reemplazando o complementando tus relaciones en el mundo real? Si tu relación más cercana es con alguien que ni siquiera sabe que existes, es hora de replantearte las cosas. ¿Te sientes posesivo o reaccionas de forma exagerada cuando tu creador favorito publica —o no publica—? Eso indica una sobreinversión emocional y podría ser una señal para tomar distancia y reconectar contigo mismo.
Por último, analiza si su contenido está afectando tu autoestima. Si sus éxitos te hacen sentir inferior, deja de seguirlos o siléncialos por un tiempo. La inspiración debería energizarte, no desanimarte.
Cómo mantener una relación parasocial sana
Sigue estos pasos para evitar que una relación parasocial se vuelva poco saludable:
1. Diversifica tu dieta social
Los creadores de contenido en línea pueden ser un complemento, pero las relaciones reales son lo más importante. Ponte en contacto con tus amigos, únete a grupos locales o habla con alguien cara a cara.
2. Practica el discernimiento digital
Observa qué tipo de creadores te atraen. ¿Te invitan a la reflexión y al crecimiento o alimentan la comparación y la inseguridad?
3. Establece límites parasociales
Nada de mensajes directos. Nada de espiar el perfil de su pareja. Y, por supuesto, nada de construir una identidad en torno a una relación de ningún tipo con ellos.
4. Realiza auditorías de conexión periódicas
Una vez al mes, pregúntate: “¿Quiénes son las cinco personas con las que me siento más conectado ahora mismo?” Si descubres que la mayoría son figuras de las redes sociales, quizá sea hora de reequilibrar la situación.
Las relaciones parasociales no son una anomalía en la vida moderna; son la norma. Y actúan como un espejo, mostrándonos lo que anhelamos: intimidad, pertenencia, inspiración. Cuando las cultivamos conscientemente, incluso pueden aliviar momentos de soledad u ofrecernos destellos de nuestra mejor versión.
Pero en el momento en que empezamos a confundir el contenido de otra persona con una cercanía real, caemos en la ilusión. Es entonces cuando podemos confundir visibilidad con intimidad.
Así que, por supuesto, sigue apoyando a tu podcaster favorito y desahógate con tu youtuber preferido. Solo asegúrate de cuidar también las relaciones que te ven por completo —no solo por tu nombre de usuario— porque son las que te mantendrán con los pies en la tierra.
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