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La velocidad en los pagos internacionales es una de las variables más críticas para la competitividad de las empresas en América Latina, y crucial para las pequeñas y medianas empresas (pymes). Sin embargo, lejos de representar una garantía, la rapidez sigue siendo una promesa incumplida para miles de negocios que operan en el comercio exterior.
Según el más reciente estudio de Mastercard, Payments and Commerce Market Intelligence (PCMI) y K2, la infraestructura actual de pagos transfronterizos no solo es lenta, sino profundamente inconsistente.
Los retrasos en pagos internacionales
Cuatro de cada 10 transacciones internacionales que no involucran a Estados Unidos enfrentan retrasos superiores a cuatro días. Peor aún, casi una de cada cinco (20%) tarda más de 10 días en completarse. En Brasil, el panorama es aún más crítico: 80% de las transferencias demoran más de cuatro días; 20% superan los 10 días y 11% simplemente no llegan a destino. Este nivel de ineficiencia representa una amenaza directa al flujo de efectivo, a las relaciones comerciales y a la estabilidad operativa de las empresas más vulnerables.
La incertidumbre en los tiempos de entrega de un pago puede colapsar una cadena de suministro. Cuando una empresa, y en especial una pyme, depende de insumos que llegan del extranjero y no puede confirmar si su proveedor recibió el pago en tiempo y forma, lo que está en juego no es solo un embarque, sino toda su capacidad de operar.
Uno de los problemas estructurales del sistema es que su diseño no responde a las necesidades actuales de los negocios, que operan en un ambiente que requiere de más agilidad, mayor frecuencia y menor tolerancia a la incertidumbre. Las arquitecturas heredadas, donde intervienen múltiples intermediarios y regulaciones pueden ralentizar el proceso. Las empresas no pueden esperar una semana para que un proveedor les confirme la recepción de un pago; eso es insostenible.
Seguimiento en tiempo real
Empresas de tecnología financiera, como Cobre, buscan reducir los tiempos de espera y devolver previsibilidad a las transacciones internacionales. Ello a través de seguimientos en tiempo real e infraestructura para integrar pagos al flujo operativo diario, sin fricciones. Estamos construyendo puentes entre las monedas, pero también entre los sistemas. Un pago internacional no debe tardar más que un pago local. Es una cuestión de diseño tecnológico, no de complejidad financiera.
La crisis de los retrasos en pagos transfronterizos tiene efectos cada vez más tangibles: proveedores impacientes, ciclos de inventario rotos, pérdida de confianza y oportunidades perdidas. Es una problemática que asfixia a quienes más podrían beneficiar al comercio internacional si tuvieran las herramientas adecuadas.
Resolver este problema requiere voluntad, modernización y una visión clara sobre lo que el comercio global necesita. Porque cuando el tiempo es dinero, esperar puede salir demasiado caro.
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