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El sonido de la nueva revolución financiera impulsada por la IA

Hoy, los agentes de inteligencia artificial irrumpen de una manera extraña, están comenzando a comprender.

El sonido de la nueva revolución financiera impulsada por la IA [Imagen: envato]

Las grandes revoluciones rara vez empiezan con grandes proclamaciones. A veces comienzan con un ruido casi imperceptible, como el golpe rítmico de un pistón calentándose en una fábrica del siglo XIX. Cuando las fábricas empezaron a cambiar el músculo humano por máquinas, no hubo un día exacto en el que alguien dijera “ya está, comenzó la Revolución Industrial”.

Lo que hubo fueron pequeños ruidos: metales expandiéndose, válvulas ajustándose, calderas encendiéndose. El cambio no se vio; se escuchó. Esa idea vuelve a mí cada vez que pienso en la revolución, no tan, silenciosa que está sucediendo con la Inteligencia Artificial (IA).

La revolución hoy suena distinto

Durante mucho tiempo, esas operaciones tuvieron un sonido reconocible: teclados constantes, hojas de cálculo abriéndose, la impresora y su alerta de falta de tinta. Pero ese sonido está evolucionando. Entre los mismos clics aparece un pulso nuevo, más ágil, más continuo, como si la operación comenzará a desprenderse del peso manual que la definió durante décadas.

La transformación tecnológica de las empresas no ha sido lineal. En los 90 los ERP marcaron el primer gran salto: llevaron estructura donde antes había intuición. En los 2000, las hojas de cálculo más sofisticadas, el correo electrónico y las primeras transferencias digitales aceleraron un modelo que empezaba a dejar atrás el papel.

Más tarde, la nube abrió un nuevo capítulo: la operación dejó de depender del lugar físico y la información empezó a vivir en un espacio sin paredes. Cada uno de estos avances cambió la forma de trabajar, pero ninguno alteró la esencia del back office: un sistema apoyado en tareas repetitivas que dependían del trabajo humano.

Revolución powered by IA

Hoy, sin embargo, está ocurriendo algo distinto. Los agentes de IA irrumpen de una manera extraña, están comenzando a comprender. A observar patrones, a anticipar errores, a ejecutar tareas que nunca fueron difíciles, pero siempre fueron pesadas.

Un agente no necesita que alguien le explique por qué una factura no coincide con un depósito: ya lo sabe porque aprendió a reconocer ese desajuste. No necesita que le pidan conciliar: simplemente lo hace. Y cuando algo no encaja, lo señala con la misma naturalidad con la que un buen analista levantaría la mano.

De repente, la operación deja de sentirse frágil. No hay procesos frenados por rotación de personal. La información deja de ser una secuencia de tareas pendientes y empieza a comportarse como un organismo que respira, se organiza, corrige y avanza de manera autónoma. Y en ese nuevo ritmo, algo impecablemente sucede: las personas recuperan tiempo, tiempo para decidir, para mirar más lejos que el siguiente cierre.

Con su permiso…

La conversación sobre inteligencia artificial suele quedarse en la idea de que “acompaña” o “asiste”, pero en el back office esa narrativa ya no alcanza. La IA no viene a apoyar lo que hacemos, viene a reemplazar, a asumir lo que dependía de nosotros únicamente porque no existía otra forma de hacerlo.

Hoy, los agentes inteligentes comprenden el proceso completo, del registro al pago, de la validación a la conciliación, como un movimiento continuo que pueden ejecutar mejor, más rápido y sin la fricción del trabajo manual.

Y cuando esa inteligencia entra en operación, el back office cambia de textura: el esfuerzo disminuye, la coherencia aumenta y la operación deja de estar atada a la cantidad de horas que una persona puede acumular. Ya no existe la famosa “semana de cierre”, no tenemos reuniones con proveedores ni clientes. Sí es un reemplazo, es una evolución que libera a las personas de lo repetitivo para permitirles concentrarse en lo que realmente transforma.

Porque al final, la verdadera transformación no ocurre con la llegada de una tecnología, sino cuando esa tecnología reconfigura lo que entendíamos como posible.

Así pasó cuando la electricidad dejó de ser un invento curioso para convertirse en la infraestructura que movía ciudades completas. Hoy, con la inteligencia artificial, ocurre lo mismo: el cambio no es el algoritmo, es lo que habilita.

Y en ese silencio que sigue al clic de una tarea automatizada, empieza a escucharse de nuevo el sonido de una nueva revolución.

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Sobre el autor

es CEO de Payana.