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Es la plenitud (y no la felicidad) la calve del bienestar

La plenitud se basa en una relación distinta con la vida diaria. Implica habitar la experiencia con conciencia, incluso cuando hay incertidumbre o malestar.

Es la plenitud (y no la felicidad) la calve del bienestar [Imagen original: Mohamed_hassan/pixabay]

Al comenzar el año, muchas personas sienten presión por arrancar con metas, entusiasmo y bienestar. Sin embargo, esa exigencia puede volverse un nuevo peso. La plenitud, más que la felicidad, comienza a marcar la pauta en el inicio de 2026.

“Cuando la felicidad se convierte en una exigencia permanente, deja de ser un motor y se transforma en una fuente de frustración”, dijo Jorge Bolio, estratega de vida y facilitador de transformación personal.

Según Bolio, la plenitud permite sostener el bienestar sin negar los días difíciles. Se construye desde la intención, no desde el resultado. A diferencia de la felicidad, no depende de un estado emocional constante. “La conversación ya no es sobre sentirse bien o no, es sobre vivir con propósito”, explicó.

Una tendencia con raíz emocional

La Organización Mundial de la Salud estima que más de 1,000 millones de personas viven con alguna afección de salud mental. La ansiedad y la depresión se mantienen entre las principales causas de malestar. Ante esa realidad, la idea de bienestar cambia.

Durante años, se vinculó al bienestar con metas externas: trabajo, ingresos, estabilidad. Pero esa narrativa dejó desgaste emocional, frustración y una desconexión persistente.

“El inicio de 2026 consolida un cambio en la conversación sobre el bienestar: menos presión por ‘ser feliz’ y mayor énfasis en construir plenitud”, señala el comunicado difundido por Bolio.

La plenitud se basa en una relación distinta con la vida diaria. No exige evitar el dolor o maximizar la alegría; implica habitar la experiencia con conciencia, incluso cuando hay incertidumbre o malestar.

Plenitud en 2026: 3res acciones para empezar distinto

Bolio identifica tres claves que explican este enfoque:

  1. Responsabilidad individual. Las decisiones diarias influyen en cómo se siente una persona. Delegar esa responsabilidad puede generar fatiga emocional.
  2. Gratitud activa. No es optimismo obligado. Es reconocer lo que ya se tiene, valorar avances y disminuir la sensación de carencia.
  3. Contribución. Participar en espacios compartidos refuerza el sentido de pertenencia. Aunque sea desde gestos mínimos, permite reconectar con otros y con el propósito.

“El inicio del año lleva a replantear las expectativas heredadas sobre el éxito y el bienestar”, señala el texto. En ese proceso, la plenitud se posiciona como alternativa más sostenible que la felicidad como meta.

“La plenitud es decisión de cada persona y una forma de habitar la vida”, concluye Bolio. La propuesta no es negar el deseo de bienestar, sino revisarlo: menos expectativa de perfección, más presencia en lo posible. Así, el arranque del año puede convertirse en un punto de inflexión que no exige euforia, sino intención.

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