[Foto: Itza/Adobe Stock]
Mis días de trabajo a menudo transcurren en espacios de trabajo minimalistas de Zoom o salas de conferencias con paredes de vidrio y ventanas elegantes, llenos de emprendedores presentando ideas. Como ejecutiva de marketing y mentora de startups, lidero estrategias para empresas de varios tamaños, guío a fundadores en los aceleradores de startups TechStars y Founder Institute, y sirvo como miembro del jurado de premios. Mi calendario se desborda con consultas ejecutivas, planificación de campañas de marca y sprints de plazos.
Pero entre Navidad y Año Nuevo, cambio esos espacios estériles por salas de museos llenas de color e historia.
No fue fácil salir por la puerta la primera vez que hice esto en 2021. Estaba llena de miedos. ¿Qué pasaría si una startup se estancaba? ¿Qué pasaría si un cliente se retiraba?
Eventualmente, sin embargo, lo hice. Reservé días completos para museos. Sin notificaciones durante la visita, sin feeds de noticias. Solo arte, y una libreta.
Esto no fue un paseo vacacional sin sentido. No me propuse hacer de esto un modelo. Solo anhelaba diferencia. Lo que no esperaba era cuán profundamente me recargaría. Temía que descarrilaría el impulso; en cambio, desbloqueó claridad.
Si eres un líder convencido de que no puedes permitirte la pausa, esa es precisamente la razón por la que debes hacerlo. Aquí te explico cómo comenzar.
CÓMO SE VEÍA EL RITUAL DE LOS MUSEOS
Lo cronometré conscientemente: la semana de Navidad más la víspera de Año Nuevo, superponiendo días festivos cuando los clientes de todos modos desaceleran, así que no me perdí ningún día crítico.
Mientras estaba fuera, mis colegas manejaban las campañas de marca; un asistente priorizaba el resto. Si surgía un caso de fuerza mayor, lo canalizarían.
La mañana de Nochebuena del año pasado, salí. Así es un día en el ritual:
Caminata lenta a una galería de arte, seguida de un café sin prisas, esbozando impresiones iniciales. Luego, horas absorbiendo arte. Sin música en los auriculares, sin escaneos rápidos de correo electrónico. Presencia total.
Al salir de la galería, caminé hacia el mercado navideño local cerca del ayuntamiento. Disfruté de café caliente y bagels, deleitándome con el calor de la taza en mis manos.
Al final del día, llegó la inspiración. Llené mi libreta. No presentaciones, sino reflexiones: objetivos anuales reformulados, puntos ciegos del mercado, corazonadas creativas olvidadas, valores de liderazgo empolvados por la negligencia.
Las ideas fluyeron porque tallé el espacio. Se quedaron.
TRES PERSPECTIVAS QUE ME TRANSFORMARON
Aquí hay tres perspectivas con las que me topé mientras me tomaba un momento para hacer una pausa:
1. Diferentes lentes multiplican los avances
Una sola perspectiva te limita. Mientras me movía de la sala del Cubismo a la sala del Impresionismo en un museo, recordé una marca directa al consumidor que luchaba en Asia. Estaban obsesionados con clientes premium pero perdían el mercado masivo. Mi caminar y pensar llevó a un pivote simple: Adaptar el mensaje a la cultura local. Las ventas despegaron.
Ahora mis mañanas comienzan con una pregunta: “¿Qué lente estoy usando hoy?” Calma. Global. Audaz. Ahora lidero desde la visión, no desde la reacción. El mundo me encuentra ahí.
2. La quietud supera a la velocidad
Las startups se mueven rápido. Las métricas pueden triplicarse en un mes. Pero la velocidad bajo presión nubla tu juicio. En un caso, una empresa de gestión de datos luchaba con el posicionamiento. Sus nuevas características de producto estaban fallando a pesar de interminables debates. Después de la pausa navideña, las ideas frescas hicieron clic. Reposicionamos el producto y conseguimos un cliente importante en días. Ahora siempre me pregunto: “¿Esto es visión o solo velocidad?” La pausa viene primero.
3. Atrévete a romper las reglas
El arte prospera rompiendo convenciones. El Cubismo de Picasso destrozó las vistas tradicionales, tal como lo hacen las mejores startups. Durante una visita a una galería en diciembre, pensé en un equipo tecnológico atrapado en marketing seguro y predecible. Cambiamos a ideas audaces e inesperadas, como mezclar visuales de IA con vibras de arte renacentista en enero. Se sintió arriesgado, pero al cliente le encantó. Las ventas aumentaron. Ahora pregunto a cada equipo: “¿Cuál es la regla que podemos romper?” Los movimientos audaces ganan en tecnología.
POR QUÉ MÁS LÍDERES DEBERÍAN PROBAR UN RITUAL DE MUSEO
Tu mente anhela profundidad, no distracción. Otorgamos recuperación a los músculos; ¿por qué privar de hambre a nuestra creatividad? Entra en galerías, y las ideas resurgen –la visión se agudiza, te reconectas con el líder que no se deja influenciar por el ruido–.
Quizás los museos no sean tu catalizador: la soledad junto al lago, hacer senderismo o un momento en un café tranquilo podrían moverte más. El punto central –que los líderes necesitan tiempo de inactividad deliberado para recargarse y generar ideas catalíticas– permanece.
Tomar un descanso no me desaceleró; me realineó con lo esencial. Confundimos el tiempo libre con indulgencia. Mal. Es disciplina de liderazgo –desacelerar para pensar en lo que es vital–.
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