[Foto: sea and sun/Adobe Stock
Es un nuevo año, lo que significa que millones de personas establecen propósitos que realmente quieren cumplir.
Queremos comer mejor. Movilizarnos más. Ganar más dinero. Por fin, controlar nuestro tiempo. Estamos aprovechando el Efecto del Nuevo Comienzo, un principio arraigado en la idea de que las personas suelen ver los nuevos comienzos como una oportunidad para distanciarse de los fracasos y las deficiencias del pasado. Esto puede conducir a un reinicio psicológico, donde experimentamos una renovada sensación de optimismo, autoeficacia y motivación, algo común en Año Nuevo.
Y, sin embargo, en febrero, gran parte de esta motivación se evaporará silenciosamente, no porque a la gente no le importe, sino porque la forma en que fijamos nuestros propósitos es fundamentalmente defectuosa.
¿POR QUÉ LA MAYORÍA DE LOS PROPÓSITOS FRACASAN, INCLUSO CUANDO REALMENTE QUIERES QUE FUNCIONEN?
Como cultura, los propósitos de Año Nuevo ponen a prueba tu disciplina personal. Si los mantienes, te comprometes. Si no, te descarrilaste. Y ahí surge la ya conocida espiral de culpa y vergüenza.
Pero nuevas investigaciones sobre el comportamiento sugieren algo muy diferente.
Un estudio multinacional de 2025 que examinó la persistencia en las metas reveló que el predictor más sólido de si alguien cumple un propósito no es la fuerza de voluntad, la disciplina ni siquiera la especificidad del objetivo. Es la motivación intrínseca: si el comportamiento en sí mismo se siente personalmente significativo y gratificante, en lugar de una presión externa.
En otras palabras, las personas no abandonan sus propósitos por falta de determinación. Los abandonan porque, para empezar, el objetivo nunca encajó en su vida real. Esto ayuda a explicar por qué los formatos de propósitos más comunes (objetivos rígidos, centrados en resultados y establecidos una vez al año) tienden a fracasar bajo presión.
EL PROBLEMA OCULTO DE LOS PROPÓSITOS BASADOS EN RESULTADOS
La mayoría de los propósitos se formulan como puntos finales: perder 20 libras, correr una maratón, leer 50 libros, conseguir un ascenso.
Suenan motivadores, pero los científicos del comportamiento argumentan cada vez más que estos objetivos centrados en los resultados no son adecuados para el cambio de comportamiento. De hecho, las investigaciones sugieren que marcos populares como los objetivos SMART no son más efectivos que decirle a alguien que “haga su mejor esfuerzo” para mantener nuevos hábitos.
Este tipo de objetivos evitan el complicado puente entre quién eres hoy y quién intentas llegar a ser.
Tiffany Clevinger, una hipnotista de alto rendimiento, afirma: «Es mejor fijarse metas basadas en la identidad que en los resultados… ¿En quién me estoy convirtiendo en el proceso?». Sugiere replantear una meta como «Ahorrar más dinero» a un objetivo de identidad como «Convertirme en alguien más responsable con el dinero».
Cuando el progreso inevitablemente se ralentiza, las metas basadas en resultados crean una trampa psicológica. O vas por buen camino o has fracasado. Si te pierdes algunos entrenamientos o rompes una racha, la culpa se apodera de ti. La vergüenza te sigue. La motivación decae. La resolución se desvanece silenciosamente. Pero algunas personas de alto rendimiento saben cómo evitar esta trampa por completo.
POR QUÉ DEBERÍAS PENSAR EN SEMANAS, NO EN AÑOS
Las personas que cambian su comportamiento constantemente no se basan en propósitos anuales. Diseñan sistemas que generan impulso cada semana, no una vez al año.
Las semanas ofrecen retroalimentación rápida. Permiten corregir el rumbo. Facilitan la recuperación de los contratiempos sin abandonar el objetivo por completo. En lugar de preguntarse: “¿Puedo hacer esto durante un año?”, preguntan: “¿Puedo hacerlo fácilmente esta semana?”.
Y, como explica Clevinger, aún puedes aprovechar el Efecto del Nuevo Comienzo. “En lugar de ver el 1 de enero como el único nuevo comienzo, podemos ver cada lunes como un micronuevo comienzo”, dice. “Se siente mucho más ligero, mucho más fácil para el sistema nervioso comprometerse”.
Este cambio —de resultados a procesos, de años a semanas— es donde comienza el cambio sostenible.
¿Te animas a probarlo? Aquí tienes una alternativa con respaldo científico a los propósitos tradicionales, basada en nuestro trabajo en el Método Lifehack con miles de profesionales que intentan cambiar hábitos reales en vidas plenas.
PASO 1: ELIGE UN CAMBIO DE IDENTIDAD MÁS UN PEQUEÑO HÁBITO
Cambiar de comportamiento no es fácil. Cada nuevo hábito compite por atención, energía y fuerza de voluntad. Quienes logran con constancia lo saben, por eso se centran en un único cambio de identidad que realmente desean desarrollar, no en una transformación completa de su personalidad. Se centran en la durabilidad a largo plazo, no en una intensidad extrema.
Una mejora del uno por ciento repetida a diario es mucho más fiable que un estallido de motivación seguido de agotamiento, culpa y abandono. Como señala James Clear, autor de Atomic Habits: «Si mejoras un uno por ciento cada día durante un año, terminarás treinta y siete veces mejor al final».
Por ejemplo, si quieres convertirte en una persona que cuida su cuerpo, un pequeño hábito que podrías adoptar es beber un vaso de agua cada mañana al despertar. A medida que esto se vuelva más automático y tengas éxito, podrías añadir un pequeño hábito adicional, como preparar un desayuno saludable a diario.
Las primeras etapas deberían resultar casi decepcionantes, ya que el sistema está diseñado para funcionar cuando la motivación disminuye, no cuando está alta. Si te aburre, probablemente vas bien.
PASO 2: AGREGA UN NÚMERO PARA FACILITAR EL SEGUIMIENTO DEL PROGRESO
Los propósitos vagos fracasan porque no le dan al cerebro nada concreto que poner en práctica. Añadir un simple ancla numérica (minutos, frecuencia, páginas) convierte un deseo en una decisión. «Hacer más ejercicio» se convierte en «correr 30 minutos dos veces por semana». «Leer más» se convierte en «leer 30 páginas antes de dormir».
Esto no pretende hacerlos más rígidos, sino aumentar su claridad. Los compromisos claros reducen la fricción mental y te dan una satisfactoria sensación de haberlo logrado. Son más difíciles de eludir, sobre todo en días de baja motivación.
PASO 3: IDENTIFICA LA FRICCIÓN ANTES DE QUE APAREZCA
La mayoría de la gente planea el éxito y espera que no surjan obstáculos. Pero quienes se aferran a sus objetivos asumen que la fricción es inevitable y planifican en consecuencia.
El miedo, la ambición excesiva, los conflictos de agenda, los viajes y el cansancio son barreras muy predecibles. Cuanto más explícitamente identifiques lo que podría descarrilar un hábito, más fácil será responder sin caer en la autocrítica.
Preguntarse: “¿Qué piedras hay en mi camino que necesito limpiar?” es un cambio mental que lo mantiene enfocado en lograr su objetivo a largo plazo.
PASO 4: TOMA PRESTADA LA MOTIVACIÓN DE LA ESTRUCTURA Y LA RESPONSABILIDAD
La fuerza de voluntad no es confiable, especialmente cuando ya haces. malabarismos con el trabajo, la familia y las constantes demandas digitales.
Por eso es importante la estructura externa. Las investigaciones sobre el cambio de comportamiento demuestran sistemáticamente que la rendición de cuentas aumenta el seguimiento al introducir eustrés: una presión positiva y motivadora que reduce la carga cognitiva de la autorregulación.
La científica del comportamiento Susan Ibitz señala su experiencia en el ejército como un ejemplo extremo pero revelador. El ambiente creado por los sargentos y soldados genera impulso; la acción se vuelve más fácil porque la estructura elimina la fricción. Nos anima a todos a integrar la estructura en nuestras propias vidas, empezando por alguien que nos haga responsables. “Necesitas encontrar a alguien que te anime y no sea tu madre. Necesitas a alguien que vea tu verdadero valor, no porque te quiera”, dice Ibitz.
Al unirte a un grupo de expertos sociales o trabajar con un compañero o coach de responsabilidad, disfrutarás de un entorno de apoyo que te anima a trabajar con cariño. Cuando la responsabilidad se integra en tu entorno, te mantiene concentrado cuando la fuerza de voluntad flaquea.
PASO 5: PON EL HÁBITO EN TU CALENDARIO, O NO EXISTIRÁ
Los hábitos no se forman solo con la intención. Se forman mediante la repetición en un contexto específico.
Las investigaciones sugieren que los hábitos simples pueden volverse más automáticos en aproximadamente dos meses, mientras que los comportamientos más complejos tardan más. El error que comete la mayoría de la gente es asumir que el hábito “encontrará su lugar” en su agenda.
No lo hará.
Reservar tiempo en tu calendario —ten en cuenta viajes, energía y limitaciones realistas— convierte el hábito en un compromiso en lugar de una esperanza. Muchas personas también alcanzan el éxito al encadenar un nuevo hábito a uno ya existente, así reducen el esfuerzo mental necesario para empezar.
PASO 6: UTILIZA RECOMPENSAS
La recompensa es una de las palancas menos utilizadas en la formación de hábitos, especialmente entre las personas de alto rendimiento, que a menudo se sienten más cómodas con la autocrítica que con el autorrefuerzo.
Algunas personas recurren a incentivos negativos, como penalizaciones por acciones omitidas. Si bien estos pueden funcionar a corto plazo, suelen socavar la motivación intrínseca con el tiempo.
Las recompensas positivas son diferentes. Refuerzan la identidad. Hacen que el proceso en sí mismo valga la pena. Por ejemplo, recompensarte con un paseo rápido por el barrio, un paseo en bicicleta, jugar al frisbee con el perro o un descanso del trabajo para ver vídeos inspiradores de TED es a veces suficiente para que valga la pena.
Piensa en ello como un plan de seguro contra el fracaso, en lugar de una indulgencia innecesaria.
¿POR QUÉ ESTE SISTEMA FUNCIONA CUANDO LOS PROPÓSITOS NO?
Los propósitos tradicionales exigen que las personas cambien su comportamiento sin cambiar el sistema que lo rodea. Pero quienes logran cambios duraderos no son más disciplinados que los demás. Se centran más en un cambio consistente y basado en la identidad.
Al centrarse en la motivación intrínseca, el impulso semanal, el apoyo estructural y la planificación realista, el objetivo cambia de “ejecución perfecta” a “mantenerse en el juego”. Si fallas una semana, no fracasas; te levantas y lo intentas de nuevo.
Dejan de intentar reinventarse con propósitos cada enero y comienzan a diseñar hábitos con los que puedan vivir en febrero, marzo y más allá.
Así que, si 2026 va a ser diferente, no será porque lo quieras más. Será porque creaste un sistema que facilitó la sostenibilidad del cambio.
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