Suena contradictorio, pero creo que esta meta en realidad me está haciendo cada vez más exitoso. Aquí te explico por qué.
Durante los últimos años, he tenido la misma meta de Año Nuevo, que, en teoría, puede parecer la antítesis de lo que una meta debería ser. Pero te juro que es una que, poco a poco, me está haciendo más exitoso: cada año, juro que quiero ser menos productivo.
Aunque me considero una persona tranquila, la realidad es que soy bastante exigente conmigo mismo. El hecho de hacer listas de tareas lo demuestra. Comienzo la mayoría de los días haciendo largas listas de cosas por hacer que podrían considerarse una receta para el fracaso. Normalmente, tengo una lista de tareas para el trabajo y otra para la vida personal. Admito que rara vez tacho todo, pero ¡qué bien me siento las pocas veces al año que lo logro!
Definitivamente soy víctima de nuestra obsesión americana con la productividad (una obsesión que, en realidad, resulta bastante contraproducente). Queremos “hacerlo todo” para “tenerlo todo”, ser personas multifacéticas; y las redes sociales están llenas de gente que puede convertir cualquier cosa, desde el cuidado de la piel hasta simplemente levantarse de la cama, en una rutina de varios pasos. ¡Levántate y trabaja! ¡Esfuérzate! ¡Optimiza!
Esta mentalidad no necesariamente se traduce en felicidad, algo que, a medida que envejezco, me doy cuenta de que busco cada vez más. Una gran parte de eso es priorizar el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, asegurándome de no usar cada momento despierto trabajando o siendo productivo, siendo intencional al establecer límites y dedicando tiempo a hacer cosas donde no se logre nada “productivo”.
Ser productivo por cumplir expectativas no está funcionando
El equilibrio entre el trabajo y la vida personal ha sido un tema frecuente últimamente, sobre todo en esta época tan agitada del año. Nuevas investigaciones muestran que los Estados Unidos tienen el día laboral promedio más largo, con 8 horas y 29 minutos, lo que equivale a que los empleados estadounidenses trabajen 18% más que sus contrapartes (el mismo estudio revela que Finlandia tiene el mejor equilibrio entre trabajo y vida personal y curiosamente, es el país más feliz, según el Informe Mundial de la Felicidad). Mientras tanto, el fundador de una empresa tecnológica, Daksh Gupta, se hizo viral al admitir que su propia compañía no tiene equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
En 2019, a la madura edad de 35 años, me di cuenta de que ser productivo solo por ser productivo no era necesariamente lo mejor para mí, ni personal ni profesionalmente. Había dejado un trabajo bastante tóxico y cuando me senté a reflexionar sobre lo que aprendí de esa experiencia —algo que trato de hacer después de grandes cambios en mi vida— me di cuenta de que ser el primero en llegar y el último en irse no mejoraba necesariamente mi trabajo. Y esto tampoco me hizo ganar la simpatía de la alta dirección. Nada lo garantiza.
El siguiente trabajo que tomé fue para una empresa que priorizaba el equilibrio entre el trabajo y la vida personal: había tiempo libre ilimitado que realmente te animaban a tomar, nunca sentí presión para responder comunicaciones laborales fuera del horario y podíamos trabajar con horarios flexibles siempre y cuando fuéramos comunicativos al respecto. Fue un buen recordatorio de que reducir la velocidad y medir las cosas en términos de calidad en lugar de cantidad —algo que todos sabemos intrínsecamente, pero es fácil olvidar en el mundo competitivo que es la cultura corporativa de Estados Unidos, a menudo produce un trabajo de mayor calidad. Al menos para mí, también hizo que el trabajo fuera mucho más agradable.
La búsqueda por el verdadero éxito… sin quemarte
Fue entonces cuando comencé mi búsqueda para hacer que cada año fuera un poco menos productivo. Comenzó de a poco. Limité la cantidad de cosas en mis listas de tareas, las metas anuales que me ponía y establecí límites firmes en el trabajo (el primer año, eso incluyó detenerme a las 5 p.m., cuando terminaba la jornada laboral).
Pronto descubrí que medir la productividad más por los resultados de los proyectos que por la cantidad de cosas que hacía significaba que mi trabajo se volvía más preciso e inteligente. Por ejemplo, escribir una publicación de blog que resonó con los lectores y los hizo registrarse para una consulta resultó mucho más valioso que publicar cinco blogs en una semana que nadie leyó. El trabajo también se volvió más agradable. Y es que un trabajo agradable mejora el desempeño laboral.
Al año siguiente, reduje aún más las tareas en mis listas diarias y metas anuales. También decidí tomar algunos descansos durante la jornada laboral para no hacer nada. Tranquilos, no es de locos: de 10 a 15 minutos aquí y allá cuando no tengo reuniones y es fácil porque trabajo de manera remota. No salgo a caminar. No leo un libro. A menudo simplemente me siento en mi patio, escucho música, pienso unos minutos o dejo que mi mente divague.
Las listas de tareas no funcionaron tanto este 2024
No sé si algún día recordaré 2024 con cariño, por decirlo de alguna manera; fue un año desafiante por varias razones, pero lo recordaré como uno de los años más exitosos de mi vida profesional. Comencé un nuevo trabajo con muchas nuevas oportunidades y mi carrera como escritor freelance está prosperando.
¿Debería reducir aún más en 2025? Me gustaría, pero también creo que centrarme demasiado en priorizar mi tiempo libre —en optimizar la no productividad, por decirlo de alguna manera— podría convertirse en un camino resbaladizo; el tipo de camino que me lleva a, por ejemplo, escribir un artículo sobre ser un poco menos productivo, que se viraliza en canales de TikTok e Instagram dedicados al mismo tema; esto podría apoyar el Master Class sobre soltar la productividad, que planeo lanzar en 2026… Es una broma. Creo que lo que realmente sucederá será limitar las listas diarias, o a veces dos veces al día, a un número fijo de tareas alcanzables.