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Cada vez que masticas chicle llenas tu boca de microplásticos

El chicle está hecho de plástico y, según un nuevo estudio, mascarlos podría liberar microplásticos en tu boca.

Cada vez que masticas chicle llenas tu boca de microplásticos [Imágenes: mirror-images/iStock/Getty Images Plus, Michael Burrell/iStock/Getty Images Plus]

Cuando te metes un chicle a la boca, tal vez esperas refrescar el aliento, aliviar el estrés o simplemente disfrutar un poco de sabor; pero también podrías estar ingiriendo miles de microplásticos con cada pieza que masticas.

Esto se debe a que la mayoría del chicle en sí está hecho de plástico; las bases de goma suelen usar polímeros sintéticos como el acetato de polivinilo, un plástico utilizado en adhesivos; o estireno-butadieno, un tipo de caucho plástico usado en llantas y suelas de zapatos.

El plástico ya está en todas partes: en el agua embotellada, el suelo e incluso en el aire. Los microplásticos pueden filtrarse en nuestros cuerpos a través de todos esos medios, así como por alimentos almacenados o calentados en envases plásticos. Pero con el chicle, la exposición es más directa. “Aquí, el alimento es el plástico”, dice Sanjay Mohanty, profesor de ingeniería en UCLA.

Mohanty es el investigador principal del estudio piloto que examinó cómo los microplásticos del chicle pueden llegar a nuestra saliva. Realizó el estudio junto con Lisa Lowe, estudiante de doctorado en su laboratorio, quien presenta los hallazgos esta semana en la reunión de primavera de la Sociedad Estadounidense de Química.

Mohanty ha estudiado los microplásticos durante años; ha investigado cómo el viento puede dispersar microplásticos de los fertilizantes en el aire y cómo los parques infantiles pueden contener más microplásticos que otras zonas de parques urbanos. Lowe, quien creció en Hawái y ha visto de primera mano los efectos devastadores de la contaminación, tuvo la idea de cuantificar el impacto plástico del chicle. El tema incluso sorprendió a algunos de sus compañeros. “La gente no sabe que el chicle es plástico”, dice. “Simplemente no lo pensamos porque parece comida, así que no lo esperaríamos”.

Los investigadores analizaron tanto chicles sintéticos como naturales, eligiendo cinco marcas de cada uno entre las más disponibles comercialmente. La propia Lowe fue quien hizo las pruebas: enjuagaba su boca (y guardaba esa muestra para establecer el nivel inicial de microplásticos en su saliva), luego masticaba una pieza de chicle durante cuatro minutos, escupiendo muestras de saliva cada 30 segundos, antes de un enjuague final.

En promedio, descubrieron que cada gramo de chicle liberaba 100 microplásticos, aunque algunas piezas liberaron hasta 600. La mayoría de los chicles pesan entre 2 y 6 gramos, por lo que una pieza grande podría liberar hasta 3,000 microplásticos. Según algunas estimaciones, en Estados Unidos se consumen de una a tres piezas al día por persona; tomando un promedio conservador, si alguien masticara entre 160 y 180 piezas pequeñas de chicle al año, los investigadores estiman que podría ingerir hasta 30,000 microplásticos. En un comunicado, la Asociación Nacional de Confitería declaró que “la seguridad alimentaria es la principal prioridad para las empresas de confitería de Estados Unidos, y nuestras empresas afiliadas utilizan solo ingredientes permitidos por la FDA”.

Antes de comenzar el estudio, Lowe anticipó que los chicles naturales tendrían menos microplásticos, pero en realidad liberaron cantidades similares. No está claro exactamente de dónde provienen esos plásticos; Lowe señaló que podría deberse al proceso de fabricación.

El estudio también fue limitado en cuanto a los microplásticos que pudieron identificar en la saliva: solo buscaron piezas de plástico mayores a 20 micras, visibles bajo el microscopio. Eso significa que no buscaron nanoplásticos —partículas menores a 200 nanómetros (para comparar, un cabello humano mide aproximadamente 80,000 nanómetros de ancho). Investigaciones previas ya han demostrado que una sola botella de agua puede contener cientos de miles de nanoplásticos. “Podría haber muchos, muchos más plásticos [liberados al masticar chicle] que son demasiado pequeños para ser visibles con nuestro sensor”, dice Mohanty.

Lowe también probó masticar las piezas durante más tiempo, recolectando muestras por más de 20 minutos, para ver cómo se liberaban los microplásticos con el paso del tiempo. La mayoría de los microplásticos se liberaron en los primeros dos minutos de masticación. Después de ocho minutos, ya se había liberado 94% de las partículas plásticas recogidas durante las pruebas. Si buscas reducir tu exposición a microplásticos pero aún no estás listo para dejar el chicle, Lowe sugiere que podrías intentar masticar una sola pieza por más tiempo, en lugar de comenzar una nueva.

Todavía no hay mucha investigación científica sobre cómo afectan los microplásticos a nuestra salud, pero hay indicios de que perjudican nuestros cuerpos. “Sabemos que no es algo natural”, dice Mohanty. Los investigadores esperan que su estudio ayude a crear conciencia sobre otra forma de exposición a microplásticos.

“Cuando comes chicle, piensas que estás obteniendo sabor. Pero también estás obteniendo algo de plástico”, dice. Y Lowe espera que esto también haga que la gente piense en cómo desecha su chicle masticado. “Es una fuente de plástico”, afirma, “así que debe desecharse correctamente”.

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Sobre el autor

Es editora staff de la sección Impact de Fast Company.

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