
La guerra arde en Medio Oriente, la paz es incierta en Europa y tanto los inversionistas como los consumidores responden a las amenazas de aranceles con ventas masivas y boicots. Sin embargo, el presidente Donald Trump está enfocado en lo que más le importa: su imagen.
Al igual que un amigo que te pide que elimines la etiqueta de esa foto en redes sociales que no le encantó, Trump no está contento con la representación que un artista hizo de él y quiere que retiren el retrato en el Capitolio de Colorado.
“A nadie le gusta una mala foto o una mala pintura de sí mismo”, escribió Trump en una publicación en redes sociales el domingo, refiriéndose al cuadro que, en 2019, se añadió a la colección de retratos presidenciales en el Capitolio Estatal de Colorado, en Denver. Afirmó que el retrato “fue deliberadamente distorsionado a un nivel que, quizá, ni yo mismo había visto antes”.
La artista que pintó este retrato es Sarah Boardman, una artista de Colorado Springs, quien en 2019 declaró al Denver Post que pintó los retratos tanto de Trump como del expresidente Barack Obama con la intención de que parecieran apolíticos. Boardman no respondió a las solicitudes de comentarios.
En aquel entonces, Boardman explicó: “En el entorno actual, todo es muy explícito; pero en cinco, 10 o 15 años, él será solo otro presidente en la pared, y necesita verse neutral”.
La psicología detrás del retrato
No está claro por qué Trump se queja del retrato ahora, seis años después de que se exhibiera por primera vez. Pero su rechazo a la pintura tiene una explicación en la naturaleza humana. Los científicos descubrieron que si no nos gusta una imagen de nosotros mismos, podría deberse a dos factores.
Primero, los seres humanos prefieren las imágenes que ven con frecuencia, como su reflejo en un espejo. Un retrato o fotografía que muestre a una persona desde una perspectiva poco familiar puede generar incomodidad.
Segundo, está el fenómeno de la “auto-mejora”, que describe la tendencia a evaluar nuestras propias características y habilidades de manera más favorable de lo que es objetivamente cierto. Según un estudio publicado en la Society for Personality and Social Psychology, cuando se les presentaron dos imágenes —una fotografía sin retocar y otra mejorada para resaltar la belleza— los participantes se identificaban más con la imagen retocada. En otras palabras, usualmente pensamos que nos vemos mejor de lo que realmente nos vemos.
Esto es, casi con certeza, lo que ocurre en este caso. Después de décadas en el ojo público como celebridad, presentador de reality shows y político, Trump está muy atento a su apariencia. Además, dedica grandes esfuerzos a controlar su imagen. Tanto él como sus seguidores no dudan en modificar imágenes para presentarlo de forma más favorecedora. A Trump le gustan las imágenes donde se ve fuerte, así como las que puede aprobar personalmente (como sus retratos oficiales de la Casa Blanca).
El retrato de Boardman contradice todas las preferencias de Trump: la iluminación suave, la línea de la mandíbula y el peinado característico. La pintura lo muestra como un hombre común en un traje azul y eso es algo que Trump no soporta.