
Por años, Durango ha sido más una locación que un destino. Sus paisajes desérticos y su arquitectura colonial han servido de escenario a más de 150 producciones cinematográficas, desde clásicos del western hasta series actuales de plataformas como Netflix o Prime Video. Pero después del rodaje, los visitantes se iban. Y con ellos, el potencial turístico. El estado “siempre ha estado en el mapa, pero no como destino. Venían, filmaban… y se iban”, dice Elisa Haro, secretaria de Turismo de Durango en entrevista con Fast Company México.
Su frase condensa también el reto: cómo convertir el atractivo de Durango en una industria turística sostenible, rentable y estratégica.
El estado quiere dejar de ser “de paso” y convertirse en protagonista. Para lograrlo, hoy desarrollan cuatro ejes para explotar el potencial: turismo cinematográfico, turismo cultural, ecoturismo y turismo de reuniones. La fórmula busca atraer tanto al viajero tradicional como al profesional, el nómada digital o el productor audiovisual.
Cine que se transforma en política pública
El primer eje de la estrategia turística es capitalizar su prestigio cinematográfico como motor de desarrollo económico y social. De ahí surgió Con la marca Durango, Mundo de Cine, el cual se traduce en un circuito vivo: el museo interactivo Punto Cine, tours guiados por las locaciones más emblemáticas y una campaña nacional que posiciona al estado como “el set más grande del mundo
Pero el verdadero cambio de guion está detrás de cámaras. En colaboración con la Secretaría de Educación y con respaldo estatal, nació el Centro de Capacitación Técnica CECAT Cine, un espacio donde jóvenes se capacitan en oficios técnicos esenciales para la industria: montaje, arte, sonido, dirección de fotografía, maquillaje de efectos especiales. “Lo pensamos como un semillero de talento que permita que la derrama económica se quede aquí, que no tengamos que traer técnicos de fuera”, dice Haro.
Esta visión también incluye vinculación con plataformas de streaming, productores internacionales y cineastas emergentes. De hecho, el gobierno estatal ha destinado recursos para modernizar el equipamiento técnico, facilitar trámites y garantizar seguridad para las producciones, lo que ha incrementado la demanda de rodajes durante 2023 y 2024.
El objetivo es doble: posicionar a Durango como un destino turístico con alma cinematográfica, y al mismo tiempo, transformar el turismo de cine en un clúster productivo de exportación creativa y generación de empleo.
Turismo con propósito y raíces
Durango no busca crecer su industria turística a cualquier costo. En lugar de apostarle a la masificación o al turismo extractivo, el estado ha comenzado a tejer una red de experiencias profundamente enraizadas en su geografía, su historia y, sobre todo, en sus comunidades. Para la secretaria de Turismo, la apuesta es clara: el desarrollo turístico debe beneficiar directamente a quienes habitan los territorios.
Una de las joyas más desaprovechadas —y que hoy empieza a emerger— es el corredor comunitario Durango-Mazatlán, donde más de 200 centros operados por ejidos ofrecen actividades de naturaleza y aventura: senderismo, escalada, kayak, ciclismo de montaña o astroturismo, en escenarios de bosque, montaña y cañones poco explorados.
“Lo que hicimos fue profesionalizar lo que ya existía, sin romper con la esencia comunitaria”, explica Haro. Esto implicó llevar conectividad digital, diseñar planes de manejo sustentable, capacitar a los operadores turísticos locales y permitir que las reservas se gestionen de forma digital. El resultado: un modelo de ecoturismo con rostro humano y visión a largo plazo, que empieza a atraer a perfiles de viajeros con mayor conciencia ambiental, poder adquisitivo y búsqueda de autenticidad.
Pero esta misma lógica se traslada al plano cultural.
Durango capital forma parte del Camino Real de Tierra Adentro, una ruta Patrimonio Mundial de la UNESCO. Su centro histórico, con más de 800 edificios catalogados, ha sido restaurado y reactivado con festivales de arte, muestras gastronómicas, exposiciones fotográficas, galerías emergentes y recorridos temáticos. A ello se suman esfuerzos de revitalización turística en pueblos con vocación histórica como Nombre de Dios, Mapimí, Villa Unión o Nuevo Ideal, donde el turismo se vincula con la producción de mezcal artesanal, la cocina tradicional, la economía circular y las expresiones culturales vivas.
“Tenemos claro que el turista de hoy ya no quiere experiencias prefabricadas. Lo que busca es conexión real, historias con sentido, memoria”, afirma Haro. Por eso, en lugar de imponer discursos desde afuera, la estrategia ha sido escuchar a los actores locales y construir desde lo que ya hay: identidad, saberes, gastronomía, biodiversidad.
En un momento donde muchos destinos enfrentan los límites del turismo de masas, Durango busca demostrar que otro modelo es posible: uno que no disocia desarrollo y conservación, crecimiento y comunidad, presente y pasado.