
Conoces ese momento: finalmente te sientas, tal vez entre dos reuniones consecutivas o después de otro maratón de correos electrónicos a altas horas de la noche, y miras a tu alrededor. El equipo está ocupado. Los canales de Slack están repletos. La hoja de ruta está llena. Y, sin embargo, algo no cuadra. Spoiler: es culpa de tu liderazgo.
Quizás te sientas decepcionado por el progreso o abrumado por el esfuerzo que requiere mantener las cosas en marcha. O quizás todo parezca estar bien en el papel, pero en el fondo sabes que ya no funciona como antes.
Esa sensación no significa que hayas fracasado, sino que estás prestando atención. A veces, tu enfoque necesita una actualización. —Como diría Taylor Swift: “¡Soy yo, hola, soy el problema, soy yo!”—.
¿Te suena familiar? Aquí tienes seis señales de que podría ser el momento de hacer una pausa, reevaluar y ajustar tu estrategia de liderazgo.
1. ERES EL CUELLO DE BOTELLA
Construiste el negocio involucrándote en todo. Eso funcionó… hasta que dejó de funcionar.
Ahora, cada decisión fluye a través de ti. La gente espera tu opinión, no porque no puedan avanzar sin ella, sino porque han aprendido que eventualmente intervendrás, a menudo con comentarios que deshacen lo ya hecho.
¿Y entonces qué pasa? El progreso se ralentiza, la propiedad se erosiona y el negocio empieza a sentirse como un proyecto de grupo donde todos esperan a que el profesor corrija el examen.
Qué hacer:
Empieza por preguntarte: “¿Qué se rompería si me alejara durante dos semanas?”. Lo que sea que te venga a la mente, arréglalo.
Define las decisiones que realmente requieren tu participación y delega el resto. Al delegar una tarea, transmite confianza con claridad y respétala. No atribuyas a alguien la responsabilidad de una decisión para luego anularla al final.
2. TU EQUIPO SE SIENTE DESCONECTADO O SIN COMPROMISO
Están apareciendo y haciendo el trabajo, pero la energía se siente apagada.
Se nota en los silencios durante las reuniones y la falta de impulso en las lluvias de ideas. La mayoría de los días, nadie parece especialmente entusiasmado con el rumbo que toman las cosas.
Este tipo de desvío ocurre cuando las personas pierden de vista por qué su trabajo es importante o cómo se conecta con algo más grande.
Qué hacer:
No intentes motivar a tu equipo. En cambio, conecta lo que hacen con su importancia.
Luego, mira hacia dentro. ¿Reconoces tus logros? ¿Se han vuelto confusos los roles? ¿Estás realmente presente o solo muy visible?
No es necesario un retiro de equipo para reconstruir la conexión, pero sí es necesario ayudar a las personas a sentirse parte de algo significativo.
3. EL PROGRESO SE HA RALENTIZADO (AUNQUE TODOS ESTÉN OCUPADOS)
Estás enviando cosas y cumpliendo plazos. Todos tienen la agenda llena. Pero al alejar la vista, es difícil ver qué ha cambiado realmente.
Esta es la ilusión del impulso: mucho movimiento, muy poco. El equipo trabaja, pero corre en círculos.
Esto suele ocurrir cuando se confunde la actividad con el impacto. Estar ocupado da la sensación de productividad y seguridad, pero sin prioridades alineadas ni objetivos definidos, el trabajo se convierte en ruido.
Qué hacer:
Deja de medir el esfuerzo y empieza a medir los resultados. Revisa tus objetivos estratégicos y pregúntate: “¿Cuáles de estos estamos realmente avanzando ahora?”.
Sé honesto sobre qué aporta valor y qué solo te quita el tiempo. Pausa, recorta o replantea cualquier cosa que no contribuya directamente al progreso.
4. LA COMUNICACIÓN SE SIENTE DESORDENADA
Todo parece importante y urgente. Y, sin embargo… nadie parece saber qué está pasando realmente.
Tu equipo está en constante comunicación, pero falta claridad. Las prioridades cambian a mitad de semana. Los proyectos se estancan. La gente espera instrucciones que nunca llegan o duplican el trabajo ya realizado.
Este tipo de caos indica que tu estrategia y comunicación no han seguido el ritmo y la complejidad de tu negocio.
Qué hacer:
Simplifica la señal. Identifica lo que importa esta semana o este mes y asegúrate de que todos lo sepan.
Optimiza la forma en que se comparten las actualizaciones y se toman las decisiones. No todas las conversaciones tienen que ser reuniones, ni todas las reuniones que se anotan en el calendario tienen que celebrarse.
5. CAMBIAS DE IDEA CONSTANTEMENTE
Cada semana traes una nueva idea, un plan o una nueva prioridad.
Finalmente, el equipo deja de reaccionar con energía y empieza a hacerlo con vacilación. Esperan un instante antes de construir, pues saben que la dirección podría cambiar mañana.
Con el tiempo, esa duda se agrava. La confianza se erosiona. Los proyectos se estancan. Y la gente empieza a preguntarse qué sentido tiene, porque el objetivo nunca parece quedarse quieto.
Qué hacer:
Deja espacio para la iteración, pero deja de cambiar de dirección cada vez que te sientas inseguro o inspirado. Si tu estrategia no funciona, el problema podría no ser el plan, sino tu paciencia.
Permite a tu equipo profundizar en menos cosas, no superficialmente en muchas. ¡La claridad combinada con la consistencia es poderosa!
6. TEMES EL TRABAJO QUE SOLÍAS AMAR
Sigues apareciendo y cumpliendo con tus tareas, pero la chispa que alguna vez tuviste —la claridad, el impulso, la sensación de estar construyendo algo que importaba— se ha apagado.
Ahora el trabajo se siente más pesado. Las partes que antes amabas se sienten como tareas. Empiezas a fantasear con alejarte sin ninguna razón real, excepto que algo dentro de ti está cambiando.
Sientes la tensión entre quién eras cuando empezaste y en quién te has convertido.
Qué hacer:
Da un paso atrás y pregúntate: “¿Qué versión de liderazgo sigo ejerciendo? ¿Se basa en quién era o en quién debo ser?”
A veces es necesario cambiar de estrategia. Cuando el camino a seguir deja de ser tuyo, es hora de redefinir el concepto de liderazgo en esta temporada.
REFLEXIONES FINALES SOBRE EL LIDERAZGO
Si esto te suena familiar, ¡genial! Significa que estás prestando atención.
El liderazgo no siempre consiste en potenciar lo que funciona durante las épocas de auge. También consiste en detectar lo que no funciona, asumirlo desde el principio y adaptarse antes de que te cueste más que el impulso.
En mi opinión, los mejores líderes no son los que nunca flaquean. Son los que se dan cuenta cuando algo falla y cambian de dirección. Así que, si es hora de cambiar, cambia. ¡Eso también es liderazgo!