
A finales de julio, la administración Trump publicó su tan esperado Plan de Acción de IA, que incluye medidas para reducir los requisitos ambientales y optimizar las políticas de permisos para facilitar la construcción de centros de datos e infraestructura energética.
Pero incluso con una desregulación masiva, la realidad es que no tenemos ni idea de dónde encontraremos la energía, el agua y la capacidad de la red eléctrica necesarias para satisfacer la enorme velocidad y escala de la emergente revolución de la IA.
Recientemente, expertos de la Agencia Internacional de la Energía estimaron que el consumo de electricidad de los centros de datos podría más que duplicarse en los próximos cinco años. Para 2030, estas instalaciones podrían consumir casi 9% de toda la electricidad de Estados Unidos. Sin grandes inversiones, este crecimiento sobrecargará la red eléctrica de EU y provocará facturas de energía más elevadas.
Y no se trata solo de energía. A nivel mundial, se estima que para 2027, el consumo de agua, solo proveniente de la IA, alcanzará el equivalente a más de la mitad del consumo anual de agua del Reino Unido. Investigadores de la Universidad de California, Riverside, estiman que una sesión de usuario de ChatGPT que incluye una serie de entre 5 y 50 indicaciones o preguntas puede consumir hasta 500 mililitros de agua.
Google utilizó una quinta parte más de agua en 2022 en comparación con 2021, ya que intensificó su trabajo en inteligencia artificial. El consumo de agua de Microsoft aumentó 34% durante el mismo periodo. Además, muchas comunidades protestan o rechazan la construcción de centros de datos debido a factores como las molestias acústicas y las limitadas prestaciones para la creación de empleo.
Los centros de datos deben reinventarse
Es fácil que Estados Unidos se sienta abrumado por la magnitud de la tarea que tiene por delante, sobre todo teniendo en cuenta que ganar la carrera de la IA con China requiere superar todas estas limitaciones rápidamente. Pero la respuesta no es la desesperación, ni siquiera la simple desregulación. Necesita innovar. Debe imaginar y construir centros de datos que integren tantas funciones como sea posible para lograr la sostenibilidad, la eficiencia e incluso el bien común.
Aunque la medida de sostenibilidad más evidente para los centros de datos es la energía limpia, los tiempos de espera para los permisos y los requisitos de carga base hacen que muchas nuevas construcciones estén desarrollando plantas de energía “detrás del medidor” con gas natural. Incluso estos sistemas pueden transformar su impacto ambiental. Imaginemos si los centros de datos pudieran capturar el calor residual y el CO₂ y optimizar su uso; por ejemplo, alimentando invernaderos industriales cercanos que cultivan alimentos frescos y de alta calidad. Las emisiones de CO₂, al introducirse en los invernaderos, podrían acelerar la fotosíntesis, lo que aumentaría significativamente el rendimiento de los cultivos.
El calor capturado por los servidores también puede mantener los invernaderos calientes durante todo el año. En otras palabras, se podrían cultivar tomates, lechugas y hierbas locales en pleno invierno en el noreste o el medio oeste aprovechando las emisiones de los centros de datos. Dado que los centros de datos suelen elegir zonas menos pobladas por terrenos asequibles y espacio disponible, estos proyectos podrían proporcionar productos frescos a zonas rurales con escasez de alimentos, abordando las carencias nutricionales y estimulando las economías locales.
En los meses de verano, cuando los invernaderos requieren menos CO₂, los centros de datos innovadores podrían convertir el exceso de emisiones en combustible de hidrógeno limpio. Las tecnologías emergentes de captura de carbono y electrólisis pueden transformar las emisiones en hidrógeno, que podría alimentar sistemas de respaldo, pilas de combustible o incluso el transporte público. Asimismo, los residuos orgánicos de los invernaderos podrían compostarse o convertirse en biocarbón in situ, enriqueciendo los suelos, secuestrando carbono y contribuyendo aún más a la agricultura local. Se pueden combinar creativamente múltiples funciones de sostenibilidad, maximizando los beneficios ambientales y convirtiendo las desventajas tradicionales en activos.
Los centros de datos también ofrecen un gran potencial sin explotar para soluciones hídricas sostenibles. Sus amplios techos planos, que a menudo superan los 9,300 metros cuadrados, son ideales para la captación de agua de lluvia. Tan solo 2.5 cm de lluvia en un techo de 4,600 metros cuadrados puede producir más de 113,000 litros de agua, lo que compensa significativamente la demanda de refrigeración y reduce la dependencia de las fuentes municipales locales. Esta agua de lluvia captada puede regar directamente los invernaderos adyacentes, lo que aumenta la eficiencia. Gigantes tecnológicos como Google y Microsoft ya están empezando a demostrar el valor de este enfoque sencillo pero prometedor.
Los centros de datos también podrían ayudar a generar más empleos
Tradicionalmente, los centros de datos son criticados por ofrecer pocos empleos a largo plazo. La construcción puede emplear hasta 1,500 personas temporalmente, pero las operaciones en curso suelen dar soporte a solo unos 50 trabajadores permanentes. Al integrar la agricultura de invernadero y la captura de carbono, los centros de datos pueden ampliar significativamente las oportunidades de empleo. Estos campus integrados podrían ofrecer programas de aprendizaje, educativos y formación práctica en operaciones de datos, gestión energética, agricultura sostenible y áreas relacionadas. Este enfoque promovería la creación de empleos diversos y a largo plazo, así como una mayor integración comunitaria, garantizando beneficios locales más significativos.
En este momento, nos embarcamos en el mayor proyecto de desarrollo de infraestructura en varias generaciones. Necesitamos reflexionar seriamente sobre las decisiones que tomamos en cuanto a emisiones, agua y economías locales.
Estados Unidos ya ha pensado así antes. Cuando el país necesitaba energía barata en la década de 1930, construyó la Autoridad del Valle de Tennessee y tendieron cables a prácticamente todas las granjas mediante la Ley de Electrificación Rural. En el momento que el comercio exigía velocidad, excavaron el Canal de Erie y posteriormente conectaron el continente con el Sistema de Autopistas Interestatales. Cuando la Guerra Fría exigió un viaje a la Luna, EU respondió con el programa Apolo: convirtieron bocetos de reglas de cálculo en un alunizaje en menos de una década y lograron numerosas innovaciones tecnológicas en el camino. Cada proyecto parecía audaz al principio. Cada uno reescribió lo posible.
La infraestructura de IA ahora exige un salto de escala similar. Si combinamos la capacidad de los centros de datos con microrredes in situ, techos que captan agua de lluvia, invernaderos alimentados con carbono, producción de hidrógeno, academias laborales y otras innovaciones, podemos satisfacer las demandas de la IA sin perjudicar a las comunidades ni a la naturaleza.
El nuevo Plan de Acción de IA del presidente Trump incluye medidas sensatas e importantes, como la agilización de la tramitación de permisos para algunos centros de datos y fábricas de semiconductores, así como nuevas iniciativas para impulsar ocupaciones necesarias como electricistas y técnicos de climatización. Sin embargo, cualquier plan integral para abordar el desafío de la IA requiere una atención mucho más seria a cuestiones como la sostenibilidad energética e hídrica, así como la resiliencia comunitaria. La carrera por la infraestructura de la IA puede ser una oportunidad positiva para la sociedad, pero debemos ser creativos.