
Si eliges un número de Vogue de agosto de 2025, te encontrarás con un anuncio de la marca Guess con una modelo deslumbrante. Sin embargo, escondida en letra pequeña, hay una sorprendente confesión: no es real. Fue generada completamente por inteligencia artificial (IA).
Durante décadas, las imágenes de moda se han retocado. Pero esto no es retocar a una persona real; es una “persona” creada desde cero, una composición digital de puntos de datos, diseñada para parecer una mujer hermosa.
La reacción al anuncio de Guess fue inmediata. La veterana modelo Felicity Hayward calificó la medida de “perezosa y tacaña“, advirtiendo que socava años de trabajo para promover la diversidad. Al fin y al cabo, ¿para qué contratar modelos de diferentes tallas, edades y etnias cuando una máquina puede generar sobre pedido un ideal de belleza estrecho y probado en el mercado?
Had to end the Vogue magazine subscription I’ve had for years because the latest magazine used AI models ??? In Vogue? AI models in Vogue? pic.twitter.com/vVZMiPEHkX
— julius 🩻LORDE SUMMER (@WEBBYMCGEE) July 23, 2025
Estudio la colaboración entre humanos e IA, y mi trabajo se centra en cómo la IA influye en la toma de decisiones, la confianza y la agencia humana —factores que entraron en juego durante la controversia de Vogue.
Esta nueva realidad no es una catástrofe. Sin embargo, ahora que es mucho más difícil, si no imposible, distinguir si algo es creado por un ser humano o una máquina, vale la pena preguntarse qué se gana y qué se pierde con esta tecnología. Y lo más importante, ¿qué nos dice sobre lo que realmente valoramos en el arte?
La prueba de Turing para el espectador y oyente forense

En 1950, el científico informático Alan Turing se preguntó si una máquina podría exhibir un comportamiento inteligente indistinguible del de un humano.
Propuso su famoso juego de imitación. En él, un humano juzga si está conversando con una persona o con una computadora. Si el humano no puede distinguir la diferencia, la computadora pasa la prueba.
Durante décadas, esto se mantuvo como un punto de referencia teórico. Pero con la reciente explosión de chatbots potentes, se podría decir que la prueba de Turing original ha sido superada en el aspecto conversacional de la IA. Este avance plantea una nueva pregunta: si la IA puede dominar la conversación, ¿podrá dominar el arte?
La evidencia sugiere que ya ha pasado lo que podría llamarse una “prueba de Turing estética”.
La IA puede generar música, imágenes y películas de manera tan convincente que a la gente le cuesta distinguirlas de las creaciones humanas.
En el ámbito musical, plataformas como Suno y Udio pueden producir canciones originales, con voz y letra, de cualquier género imaginable en segundos. Algunas son tan buenas que se han vuelto virales. Por otro lado, las imágenes fotorrealistas son igualmente engañosas. En 2023, millones de personas creyeron que la foto inventada del Papa Francisco con una chaqueta acolchada era real, un ejemplo impresionante del poder de la IA para crear ficción convincente.
It’s fairly obvious to me when some AI images have been generated but the Pope in a puffer jacket oh my! pic.twitter.com/U4xoiilcal
— Jason Feather (@appertunity) March 30, 2023
¿Por qué engañan a nuestro cerebro?
Entonces, ¿por qué caemos en la trampa?
En primer lugar, la IA se ha convertido en una experta forjadora de patrones humanos. Estos modelos se entrenan con gigantescas bibliotecas de arte creado por el hombre. Han analizado más pinturas, canciones y fotografías que cualquier persona jamás podría. Puede que estos modelos no tengan alma, pero han aprendido la fórmula matemática de lo que consideramos bello o atractivo.
En segundo lugar, la IA ha superado el valle inquietante. Este es el término que describe la sensación inquietante que experimentamos cuando algo parece casi humano, pero no del todo, como un robot humanoide o una muñeca con la mirada vacía.
Esa sutil sensación de incorrección ha sido nuestro detector de falsificaciones. Pero la IA más reciente es tan sofisticada que ha superado ese abismo. Ya no comete los pequeños errores que hacen saltar las alarmas.
Finalmente, la IA no se limita a copiar la realidad, sino que crea una versión perfeccionada de ella. El filósofo francés Jean Baudrillard lo llamó simulacro: una copia sin original.
La modelo hecha con IA de Vogue es el ejemplo perfecto. No es la imagen de una mujer real. Es un ideal hiperrealista con el que ninguna persona viva puede competir. Los espectadores no la consideran falsa porque, en cierto sentido, es más “perfecta” que real.
El futuro del arte en un mundo sintético
Cuando el arte es tan fácil de generar –y su origen tan difícil de verificar–, algo precioso corre el riesgo de perderse.
El pensador alemán Walter Benjamin escribió sobre el “aura” de una obra de arte original: el sentido de la historia y el toque humano que la hace especial. Una pintura tiene aura porque se pueden ver las pinceladas; una fotografía antigua tiene aura porque capturó un momento real.
El arte generado por IA no tiene esa aura. Es infinitamente reproducible, carece de historia y de una historia humana. Por eso, incluso cuando es técnicamente perfecto, puede resultar vacío.
Cuando se sospecha del origen de una obra, escuchar una canción o contemplar una fotografía ya no se trata simplemente de sentir el ritmo o preguntarse qué pudo haber existido fuera del marco. También requiere revisar mentalmente la lista de verificación, buscando el fantasma estadístico en la máquina. Y ese momento de duda analítica saca a los espectadores y oyentes del mundo emocional de la obra.
Para mí, la prueba estética de Turing no se trata sólo de si una máquina puede engañarnos; es un desafío que nos pide decidir qué queremos realmente del arte.
Si una máquina crea una canción que hace llorar a alguien, ¿importa que no sintiera nada? ¿Dónde reside realmente el significado del arte: en la mente del creador o en el corazón del observador?
Hemos construido un espejo que refleja nuestra propia creatividad, y ahora debemos decidir: ¿Preferimos la perfección sin humanidad o la imperfección con significado? ¿Elegimos el reflejo perfecto y desechable, o el espejo desordenado y de la casa de la risa de la mente humana?
Tamilla Triantoro es profesora asociada de análisis empresarial y sistemas de información en la Universidad de Quinnipiac.
Este artículo se volvió a publicar desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lee aquí el artículo original.