
En un mundo donde los deportes están dominados por la juventud y la velocidad, algunos atletas de alto rendimiento entre 30 y 40 años no sólo mantienen el ritmo, sino que tienen éxito.
Novak Djokovic supera a oponentes de casi la mitad de su edad en los escenarios más importantes del tenis. LeBron James marca el ritmo de los partidos de la NBA, defiende los pívots y orquesta jugadas como un base. Allyson Felix ganó su undécima medalla olímpica en atletismo a los 35 años. Y Tom Brady ganó un Super Bowl a los 43, mucho después de que la mayoría de los mariscales de campo de la NFL se retiraran.
La excelencia de estos atletas no se debe solo al talento o la determinación, sino a la biología en acción. Mantenerse en la cima de su rendimiento refleja una convergencia entrenable de cerebro, cuerpo y mentalidad.
Soy un científico de rendimiento y fisioterapeuta, me dedico a estudiar cómo los atletas entrenan, reducen su intensidad, se recuperan y mantienen su agudeza. Estas ideas no son solo para atletas de alto nivel; son válidas para cualquiera que atraviese grandes cambios en su vida o que se esfuerce por mantenerse saludable.
Cada vez más investigaciones demuestran que los sistemas que sustentan el alto rendimiento —desde el control motor hasta la regulación del estrés y la recuperación— no son rasgos fijos, sino capacidades que se pueden entrenar. En un mundo de cambios y disrupciones acelerados, la capacidad de adaptarse a los nuevos cambios podría ser la habilidad más importante de todas. Entonces, ¿qué hace posible esta adaptabilidad —biológica, cognitiva y emocionalmente?
La amígdala y la corteza prefrontal
Las investigaciones en neurociencia demuestran que, con la exposición repetida a situaciones de alto riesgo, el cerebro comienza a adaptarse. La corteza prefrontal —la región principal responsable de la planificación, la concentración y la toma de decisiones— se vuelve más eficiente en la gestión de la atención y la toma de decisiones, incluso bajo presión.
Durante situaciones estresantes, como afrontar un punto de partido en una final de Grand Slam, esta área del cerebro puede ayudar a un atleta a mantener la calma y tomar decisiones inteligentes, pero solo si está bien entrenada.
En cambio, la amígdala, el detector de amenazas de nuestro cerebro, puede secuestrar el rendimiento y provocar pánico, bloquear las respuestas motoras o impulsar decisiones imprudentes. Con la exposición repetida a momentos de gran importancia, los atletas de élite reconfiguran gradualmente este circuito cerebral.
Aprenden a moderar la reactividad de la amígdala y a mantener la corteza prefrontal activa, incluso ante picos de presión. Este refinado circuito cerebral permite a los artistas experimentados mantener el control emocional.
Crear un circuito cerebro-cuerpo
El factor neurotrófico derivado del cerebro, o BDNF, es una molécula que facilita la rápida adaptación a los cambios. Es como un fertilizante para el cerebro. Mejora la neuroplasticidad: la capacidad del cerebro para reconfigurarse mediante la experiencia y la repetición. Esta reconfiguración ayuda a los atletas a desarrollar y reforzar los patrones de conexión entre las neuronas para controlar sus emociones, gestionar su atención y moverse con precisión.
Los niveles de BDNF aumentan con la actividad física intensa, la concentración mental y la práctica deliberada, especialmente cuando se combinan con estrategias de recuperación como el sueño y la respiración profunda.
Los niveles elevados de BDNF están relacionados con una mejor resiliencia frente al estrés y pueden favorecer un aprendizaje motor más rápido, que es el proceso de desarrollar o refinar patrones de movimiento.
Por ejemplo, tras perder un set, Djokovic suele reiniciarse con una respiración profunda y lenta, no solo para calmar los nervios, sino para hacer una pausa y recuperar el control. Esta respiración consciente le ayuda a recuperar la concentración y probablemente aquieta las señales de estrés en su cerebro.
En momentos como estos, una mayor disponibilidad de BDNF probablemente le permita regular sus emociones y recalibrar su respuesta motora. Esto le ayuda a volver al máximo rendimiento más rápido que su oponente.
Recablear tu cerebro
En esencia, los atletas que entrenan y compiten repetidamente en entornos de alta presión reconfiguran su cerebro para responder con mayor eficacia a dichas exigencias. Esta reconfiguración, derivada de la exposición repetida, ayuda a aumentar los niveles de BDNF y, a su vez, mantiene la corteza prefrontal activa y reduce la tendencia de la amígdala a reaccionar de manera exagerada.
Este tipo de ajuste biológico es lo que los científicos denominan reserva cognitiva y alostasis: el proceso que el cuerpo utiliza para realizar cambios en respuesta al estrés o a las exigencias ambientales y así mantenerse estable. Ayuda al cerebro y al cuerpo a ser flexibles, no frágiles.
Es importante destacar que esta adaptación no es exclusiva de los atletas de élite. Estudios en adultos de todas las edades demuestran que la actividad física regular, en particular los ejercicios que exigen tanto el cuerpo como la mente, puede elevar los niveles de BDNF, mejorar la capacidad del cerebro para adaptarse y responder a nuevos desafíos, y reducir la reactividad al estrés.
Entrenar cerebro y cuerpo para rendir mejor
Se ha demostrado que los programas que combinan movimiento aeróbico con tareas de coordinación, como bailar, ejercicios complejos o incluso caminar a paso rápido mientras se resuelven problemas, preservan habilidades como la concentración, la planificación, el control de los impulsos y la regulación emocional a lo largo del tiempo.
Tras un entrenamiento intenso o un partido, es frecuente ver a los atletas subirse a la bicicleta o pasar un rato en la piscina. Estos movimientos suaves y de bajo impacto, conocidos como recuperación activa, ayudan a relajar gradualmente el sistema nervioso.
Además de la recuperación activa, el sueño es donde se produce el verdadero restablecimiento y la reparación. Dormir facilita el aprendizaje y fortalece las conexiones neuronales que se ven afectadas durante el entrenamiento y la competición.
Con el tiempo, esta convergencia crea un circuito entrenable entre el cerebro y el cuerpo que está mejor equipado para adaptarse, recuperarse y funcionar.
Lecciones más allá del deporte
Aunque los focos de atención puedan centrarse en los estadios deportivos, no es necesario ser un atleta profesional para entrenar estas mismas habilidades.
La capacidad de trabajar bajo presión es resultado de una adaptación continua. Ya sea que atravieses un cambio de rumbo profesional, cuides a familiares o simplemente luches por mantenerte mentalmente ágil mientras el mundo cambia, los principios son los mismos: exponerte a los desafíos, controlar el estrés y recuperarte conscientemente.
Si bien la velocidad, la agilidad y la potencia pueden disminuir con la edad, algunas habilidades específicas del deporte, como la anticipación, la toma de decisiones y la conciencia estratégica, de hecho mejoran.
Los atletas deberían ser nuestra inspiración
Los atletas con años de experiencia desarrollan modelos mentales más rápidos de cómo se desarrollará una jugada, lo que les permite tomar decisiones mejores y más rápidas con el mínimo esfuerzo. Esta eficiencia es el resultado de años de fortalecimiento de circuitos neuronales que no desaparecen inmediatamente con la edad. Esta es una de las razones por las que los atletas experimentados a menudo sobresalen incluso cuando ya superaron su mejor momento físico.
La actividad física, especialmente el movimiento dinámico y coordinado, potencia la capacidad de adaptación del cerebro. Lo mismo ocurre con el aprendizaje de nuevas habilidades, la práctica de la atención plena e incluso el ensayo de actuaciones bajo presión.
En la vida diaria, esto podría ser un cirujano que practica un procedimiento crítico en una simulación, un profesor que se prepara para una reunión de padres complicada o un orador que practica una presentación crucial para mantener la calma y la compostura en el momento oportuno.
Estos no son rituales de élite; son estrategias accesibles para desarrollar resiliencia, eficiencia motora y control emocional.
Los seres humanos estamos diseñados para adaptarnos: con las estrategias adecuadas, podemos mantener la excelencia en cualquier etapa de la vida.
Fiddy Davis Jaihind Jothikaran es profesor asociado de kinesiología en Hope College.
Este artículo se republicó de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lee aquí el artículo original.