
El 28 de agosto, el presidente Trump firmó una nueva orden ejecutiva destinada a ayudarlo a remodelar Washington D.C. a su gusto.
La orden, titulada “Restaurando la Grandeza Arquitectónica de Estados Unidos“, exige que los edificios federales mantengan la variedad preferida de Trump de “arquitectura clásica”. Es decir, el estilo grecorromano, popular en la época de los padres fundadores. Además, exige que los constructores notifiquen al presidente si planean construir algún edificio federal que se desvíe de este estilo preferido, “incluso cuando un diseño adopte la arquitectura brutalista, deconstructivista u otra arquitectura modernista”.
En los primeros meses de su segundo mandato, Trump comenzó a imponer su estética personal en la Casa Blanca. El presidente ha calificado “la apariencia de Luis XIV” como su “estilo favorito”. Ha adornado el Despacho Oval con llamativas decoraciones doradas. También ha llenado la Casa Blanca con arte que representa su propia imagen, incluso ha comenzado a renovar el Jardín de Rosas para que se parezca a su resort en Mar-A-Lago. Ahora, está centrando su atención en remodelar Washington —y todos los edificios federales del país— según su propia sensibilidad al diseño.
La uniformidad como una extensión del poder
La obsesión de Trump con la “arquitectura clásica” no es nueva. Durante su primer mandato, emitió una orden ejecutiva de 2,500 palabras que establecía qué tipos de arquitectura federal eran aceptables (clásica y tradicional) y cuáles no (brutalista y modernista).
Biden revocó esa orden original al asumir el cargo en 2021. Sin embargo, Trump anunció su plan de implementarla de nuevo casi inmediatamente después de comenzar su segundo mandato a finales de enero. Ahora, está un paso más cerca de lograr su objetivo.
En una entrevista con The New York Times el 28 de agosto, Justin Shubow, presidente de la organización sin fines de lucro National Civic Art Society ayudó a redactar la orden ejecutiva. Shubow afirmó que sus efectos podrían comenzar a manifestarse pronto. Citó los diseños de nuevos juzgados en lugares como Hartford, Connecticut, y Chattanooga, Tennessee, como proyectos que deberían seguir la nueva directiva.
“Durante demasiado tiempo, la arquitectura federal ha estado en un estado lamentable”, declaró Shubow a The Times. “Reconociendo el desprecio del público por nuestros edificios gubernamentales más recientes, [Trump] se asegura de que los nuevos edificios sean hermosos, dignos y admirados por la gente común”.
Lo que dicen los expertos en arquitectura… y política
El renovado impulso de Trump para controlar la arquitectura de los edificios federales coincide con sus esfuerzos por ejercer una mayor influencia sobre las propias agencias federales. Esta semana, la Casa Blanca decidió destituir a la gobernadora de la Reserva Federal, Lisa Cook. Esta es una medida inédita en los 112 años de historia de la Reserva Federal. Y es que tradicionalmente ha operado con independencia del control federal. Cook ha solicitado una orden judicial de emergencia para bloquear la medida y así evitar que se erosione la independencia de la Reserva Federal.
Cuando Trump intentó imponer su estilo arquitectónico por primera vez en 2020, Steven Heller, codirector del programa de diseño de la Maestría en Bellas Artes de la Escuela de Artes Visuales y autor de más de 100 libros sobre la historia del diseño gráfico, declaró a Fast Company que la medida podría ser motivo de alarma. Históricamente, señaló, estos esfuerzos han representado la uniformidad como una extensión del poder.
“Cuando se prefiere un estilo de diseño sobre otro, puede interpretarse como una preferencia estética. Pero cuando está vinculado a una ley o decreto presidencial, especialmente de un presidente con tendencias autoritarias, entonces sí hay motivo de alarma”, declaró Heller a Fast Company en aquel momento. “Tendemos a ignorar los matices del poder, como los gráficos y los estilos arquitectónicos, hasta que es demasiado tarde”.