
Que la IA ha transformado las fuerzas laborales alrededor del mundo no es una idea nueva. Los empleadores están bajo presión para “recapacitar” a sus equipos y competir en un mundo automatizado, mientras que los ejecutivos de empresas de IA emiten declaraciones audaces a diario, asegurando que industrias enteras quedarán obsoletas para el 2030 debido a la rápida difusión de la tecnología.
“Las cosas en el mundo físico seguirán siendo hechas por humanos durante un tiempo, pero cuando la ola de robótica llegue en tres a siete años, será un gran desafío para la sociedad”, señaló Sam Altman, CEO de OpenAI, en una reunión pública de julio de 2025.
Del mismo modo, Dario Amodei, CEO de Anthropic, advirtió que para el 2030, la IA podría eliminar el 50% de los empleos administrativos de nivel inicial, con una tasa de desempleo que podría aumentar entre 10% y 20%.
En este panorama, rasgos tradicionalmente considerados como femeninos, como la empatía, la comunicación y la colaboración, se han vuelto más valiosos que nunca. Estas llamadas “habilidades blandas”, por mucho tiempo contrastadas con las “habilidades duras” técnicas y medibles, están siendo reevaluadas en luz de lo que propone la era de la IA.
El privilegio tradicional de las “habilidades duras”
Los sistemas educativos del mundo se han enfocado principalmente en el desarrollo de habilidades duras, especialmente a medida que la sociedad se ha orientado hacia una cultura del big data y la ciencia basada en datos. Cuando se asume que las mujeres carecen naturalmente de habilidades duras como gestión de proyectos o programación, ellas enfrentan una desventaja tanto en sus carreras académicas como profesionales.
Rosalía Arteaga, expresidenta de Ecuador y activista por la educación, destaca lo dañino que puede ser este tipo de dicotomía.
“Debemos formar líderes no solo en cómo dar un discurso o escribir reportes, sino también en cómo resolver problemas de manera ética,” dijo a Fast Company México, señalando la brecha ética que observa en el liderazgo actual.
“Las habilidades blandas son mucho más valoradas ahora que en el pasado. Y recordemos que vivimos en la era de la inteligencia artificial, y por supuesto, lo que nos diferencia de la IA son precisamente estas habilidades blandas,” aseguró.
Fronteras polémicas
La división de las capacidades laborales según líneas de género ha sido cada vez más cuestionada. Los críticos afirman que esta noción tradicional está arraigada a suposiciones biológicas: que los hombres poseen de forma natural habilidades “duras” de valor económico, mientras que las mujeres se inclinan hacia las “blandas”, más emocionales.
Arteaga también rechaza esta visión de género en las competencias profesionales.
“No veo una diferencia en las habilidades [entre géneros]. Y es una lástima, porque siempre he creído que las mujeres somos menos corruptas, más honestas y que podemos liderar de manera diferente.”
Aun así, los empleadores continúan utilizando la distinción entre habilidades “duras” y “blandas”, privilegiando recientemente a estas últimas en procesos de contratación. Pese a este cambio desde la preferencia del siglo XX por las capacidades técnicas, las habilidades blandas siguen siendo menos recompensadas.
Menores recompensas para las soft skills
Según Mckinsey, el salario promedio de los trabajos que requieren habilidades duras entre 2017 y 2019 fue de 79,183 dólares, mientras que los que dependen de soft skills promediaron 39,661 dólares. Paradójicamente, en la era de la IA, las habilidades digitales siguen siendo mejor pagadas que las “humanas”, según un estudio publicado en abril del 2025.
Sin embargo, investigaciones han demostrado que las soft skills —ahora llamadas “habilidades humanas”— deberían ser más codiciadas. Fundamentos como la comunicación, la interacción y el pensamiento crítico son hoy más valiosos que antes.
Letian Zhang, un investigador de la universidad de Harvard, analizó los requisitos de 1,000 ocupaciones y clasificó la importancia de las habilidades en 2025: 31 habilidades generales como la expresión oral o el dominio del inglés; 43 habilidades intermedias como el conocimiento matemático; y 46 habilidades específicas como la flexibilidad dinámica. Si los estudiantes fueran formados en estas competencias desde la educación primaria, “podría ser la salvación del mundo,” dijo Arteaga.
Otro informe de agosto de 2025, publicado por Kryterion —una empresa líder mundial en acreditación profesional—, confirmó que las habilidades humanas serán cada vez más urgentes a medida que la IA se continúe masificando, ya que son difíciles de replicar por la tecnología. Las habilidades duraderas, como la colaboración y la adaptabilidad, son “capacidades fundamentales y transferibles que siguen siendo relevantes y valiosas en distintos roles”, destacó la compañía.
Y, mientras más empleadores se comiencen a preocupar por el crecimiento y las consecuencias de la IA —y redefinan lo que nos hace valiosos en sectores laborales— podría avecinarse una preferencia aún más pronunciada hacia las habilidades blandas.
Soft skills y el momento de las mujeres
Muchas de las habilidades que se prevé serán más demandadas en la nueva fuerza laboral han sido tradicionalmente asociadas con las mujeres, como el liderazgo de equipo, el liderazgo estratégico, y la colaboración, según el Foro Económico Mundial.
El Informe Global de Brecha de Género 2025 del Foro, basado en datos de LinkedIn, identificó tendencias sobre las mujeres en el trabajo: de las habilidades listadas, “las mujeres presentaron una participación 28% mayor que los hombres”. Al mismo tiempo, las mismas mujeres también se han encargado de impulsar su propia capacitación técnica desde el 2016.
“El advenimiento de la IA generativa presenta una oportunidad para cerrar la brecha de género”, concluyó el informe.
Más allá de los empleos de oficina y los salarios, la tecnología también representa una oportunidad única para los liderazgos públicos femeninos.
Una mirada propia
Al recordar la gestión de la pandemia de covid-19 por distintos jefes de Estado, la expresidenta Arteaga elogió a Jacinda Ardern de Nueva Zelanda, y a Angela Merkel de Alemania, por sus enfoques sensibles y empáticos hacia la gobernanza.
“Descubrimos durante la pandemia que menos de 10% de los jefes de Estado en el mundo eran mujeres. Y fue en esos países donde la presencia del gobierno fue más —no puedo decir fácil— más efectiva,” señaló.
“Recuerdo a Jacinda Ardern en Nueva Zelanda hablando con niños, pidiéndoles que instruyeran a sus padres para evitar aglomeraciones, y ahora a maestras diciendo a sus estudiantes cómo separar la basura para que transmitan a sus padres cómo ser más sostenibles. Esos son ejemplos de cómo las soluciones a los problemas globales son más incluyentes y proactivas cuando hay mujeres al mando”, añadió Arteaga.
La educación es la clave que conecta los puntos. En la era de la IA, las mujeres deben ser empoderadas tanto para su éxito profesional individual como para liderar en ámbitos públicos y privados.
Empoderamiento y capacitación
“Las mujeres a menudo perciben su trabajo y sus capacidades como de menor calidad, inferiores. La educación puede empoderarlas para que descubran lo que pueden y quieren hacer, no lo que otros quieren que logren”, dijo Arteaga.
La educación y la creación de redes de apoyo también fortalecen a las mujeres profesionales y emprendedoras, escribió Odille Sánchez, líder del Centro de Excelencia en Emprendimiento Tecnológico y Científico del Tecnológico de Monterrey, a comienzos del 2025. “La comunidad tecnológica latinoamericana puede hacer un mejor trabajo en la construcción de redes de apoyo e intercambio de información”, insistió.
Tal empoderamiento, dice la expresidenta, también está relacionado con una mayor independencia económica de las mujeres, lo que a su vez lleva a menores índices de violencia de género, mayor autonomía y poder de decisión, acceso a la educación y una participación pública más amplia.
El ciclo positivo de empoderamiento que plantea la IA para las mujeres es potencialmente revolucionario. A medida que la tecnología eleva el valor de las soft skills femeninas, surgen nuevas oportunidades para acceder a mejores salarios y posiciones de decisión. Combinado con la educación, su empoderamiento podría contribuir a erradicar percepciones misóginas mediante la independencia económica, dando paso a una nueva era de paridad de género.