[Ilustración: Yutthana Gaetgeaw/Getty Images]
Nuestras decisiones se basan en nuestros valores, competencias, valentía y compasión. El contexto psicológico del que emanan incluye nuestra inteligencia emocional, zona de confort, valores, estado de ánimo, necesidades, estilo de toma de decisiones y, fundamentalmente, nuestra autoconciencia. Las buenas decisiones son importantes para el liderazgo, pero ¿qué determina la diferencia entre lo bueno y lo malo?
Los líderes con inteligencia emocional dominan el arte de responder en lugar de reaccionar. Comprenden la interacción entre su zona de confort y sus miedos, así como las limitaciones que esto impone. Han identificado sus valores innegociables. Entienden que los estados de ánimo son respuestas bioquímicas que deben controlarse antes de tomar decisiones trascendentales. Saben que sus necesidades humanas básicas pueden generar importantes puntos ciegos y patrones de toma de decisiones de los que deben ser conscientes. Finalmente, quienes tienen habilidades de liderazgo, también tienen estilos de toma de decisiones preferidos que determinan tanto la calidad como la rapidez de sus decisiones. Esta es la química de la toma de decisiones.
Resulta evidente, pues, que los pensamientos y las emociones del liderazgo influyen enormemente en la calidad de sus decisiones. ¿Cuáles son, entonces, las garantías para tomar buenas decisiones? Competencia, valentía y compasión, potenciadas por la autoconciencia y respaldadas por valores.
La fundación
La autoconciencia es fundamental. Nos permite vernos a nosotros mismos de forma similar a como nos ven los demás. Podemos distanciarnos de nosotros mismos y observar nuestro comportamiento y el efecto que tiene en nuestras relaciones personales y profesionales, así como en los resultados que logramos. La autoconciencia incluye la conciencia de nuestro diálogo interno, las palabras que usamos y el impacto que estas tienen en nuestras emociones y comportamientos. He realizado miles de perfiles psicométricos de Inteligencia Emocional Empresarial y he observado que, en una escala de desviación estándar de uno a diez, más del 65% de los líderes obtienen una puntuación entre 4 y 7 en la escala de autoconciencia.
Sin autoconocimiento, buscamos fuera las causas del fracaso, culpamos a los demás y nos convertimos en víctimas en lugar de líderes responsables. Con un profundo autoconocimiento, estamos mejor preparados para aplicar las tres C de las buenas decisiones en el liderazgo: competencia, valentía y compasión.
Las tres C
- La competencia implica la capacidad de transformar nuestro conocimiento y experiencia en acciones prácticas y coherentes. Poseemos la objetividad suficiente para reconocer que no lo sabemos todo y que, en este mundo complejo, con una profundidad y amplitud de conocimiento sin parangón, no somos la máxima autoridad en nada. Nos rodeamos de equipos competentes y multidisciplinarios que aportan capacidades complementarias a nuestro ámbito de influencia. Agradecemos a quienes plantean preguntas incómodas, analizan minuciosamente los detalles, señalan los riesgos y mantienen conversaciones respetuosas de adulto a adulto con nosotros. Y, sobre todo, no queremos ser el emperador del cuento “El traje nuevo del emperador”.
- Coraje. La voluntad de tomar decisiones impopulares, de admitir nuestros errores, es la esencia del coraje en la toma de decisiones. Se requiere coraje para mirarse al espejo y, con la mayor objetividad posible, examinar los hechos desde múltiples perspectivas, analizar la lógica, afrontar nuestros prejuicios y dejar de lado la vanidad para tomar decisiones difíciles. A continuación, tres preguntas y sus contrapartes que pueden ayudarnos a tomar decisiones basadas en principios en lugar de en la popularidad: ¿En qué te centraste?, ¿Qué significaba?, ¿Qué hiciste?
- Compasión. La empatía consiste en despertar nuestra humanidad al observar a nuestros semejantes y reconocer que también tienen sentimientos, necesidades y perspectivas. No tenemos por qué estar de acuerdo ni en desacuerdo con ellos. Comprender a los demás enriquece y amplía nuestra experiencia. No amenaza nuestra existencia. La compasión no es lástima. Es el reconocimiento de lo que nos hace humanos. Si cerramos los ojos ante lo que sucede a nuestro alrededor, perdemos el componente más crucial. Las decisiones no se basan en hechos, sino en la emoción y se justifican con ellos. Al ignorar las emociones, omitimos uno de los elementos más importantes para tomar buenas decisiones.
Miedo a lo desconocido
Según el Centro para el Liderazgo Creativo y la Escuela de Negocios de Harvard, el mayor temor de los directores ejecutivos de las 200 empresas más importantes de Estados Unidos es desconocer lo que desconocen; por ejemplo, cuál será la próxima tecnología disruptiva y de dónde provendrá. La emoción, no la lógica, impulsa la acción. Reconocer esto mejorará la calidad de nuestras decisiones y garantizará que se implementen las buenas decisiones.
Las buenas decisiones son prácticas, coherentes y sostenibles gracias a la claridad de propósito basada en valores. Los valores son lo que más nos importa. Sin embargo, a menudo no somos conscientes de nuestros valores porque estos impulsan nuestros comportamientos habituales, hábitos y sesgos inconscientes. La buena noticia es que podemos tomar conciencia de cuáles son nuestros valores realmente analizando nuestras decisiones más difíciles y trascendentales. Integrados en nuestra programación subconsciente, una vez identificados conscientemente, los valores nos permiten encontrar nuestro propósito y tomar decisiones que no solo son alcanzables, sino también sostenibles. Decisiones trascendentales como dejar la medicina para convertirse en autor de bestsellers o realizar trabajo voluntario no remunerado por el deseo de contribuir son buenos ejemplos. Nuestros valores impulsan y respaldan nuestras decisiones.
En conclusión, la autoconciencia potencia la toma de buenas decisiones porque permite a los líderes introspectar y analizar el entorno, distinguiendo objetivamente sus suposiciones de las verdaderas causas de los problemas. Las tres C —competencia, coraje y compasión— conforman una poderosa tríada sobre la cual los grandes líderes pueden tomar mejores decisiones. Buscar la verdad desde perspectivas multidisciplinarias, separar el ego de los objetivos y comprender el impacto humano de las decisiones son medidas de protección. Finalmente, cuando los valores sólidos se alinean con el propósito, las decisiones se vuelven más viables. Estos son los fundamentos de las buenas decisiones.
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