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¿Qué significa ser mexicano? Las lecciones que me dio la IA sobre mis raíces

Después de algunos años de vivir en México, hice un par de preguntas que me cambiaron mientras reflexionaba sobre mi impacto, la historia de mi familia y lo mucho que ha cambiado.

¿Qué significa ser mexicano? Las lecciones que me dio la IA sobre mis raíces [Ilustración: Fast Company México]

Durante más de una década he trabajado en la industria de la inteligencia artificial (ia). Es un ecosistema acelerado que cambia y evoluciona sin descanso, obliga a replantear perspectivas, a romper límites y a formular las preguntas más difíciles para descubrir la esencia del problema que busco resolver. Cuanto mejor entiendas tu realidad, mejor podrás diseñar un sistema que la atienda.

Fue precisamente en ese proceso —de construir, trabajar, jugar, investigar y desarrollar sistemas de IA— que empecé a entender lo que significa ser mexicano (al menos para mí): alguien de ascendencia mexicana, nacido en Estados Unidos, que lleva casi dos décadas viviendo en distintos países.

Una vez alguien me dijo la famosa frase de Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos donde se nos pega la chingada gana”. Chavela nació en Costa Rica pero se convirtió en un simbolo de México y de su músca tradicional. Su frase no me deja de resonar.

Para crear un gran producto de IA, hay que saber hacer buenas preguntas y estar dispuesto a seguir a los datos y a los modelos adonde te lleven. Hay que cuestionar las suposiciones básicas, entender qué es posible y, con igual importancia, qué todavía no lo es.

¿Y si el pasaporte no es lo que importa?

En los últimos cinco años he tenido el privilegio de llamar hogar a la Condesa, en la Ciudad de México. Como extranjero que vive aquí, muchas veces me he preguntado: ¿Qué significa pertenecer? ¿Ser aceptado? ¿Tener un impacto, incluso si es visto como positivo por algunos y negativo por otros? Y más a fondo: ¿qué implica ser mexicano si tienes raíces mexicanas, naciste en el extranjero y ahora vives en la capital? ¿Puedo llegar a ser un mexicano auténtico o siempre seré la versión Taco Bell de lo mexicano? Bueno, busquemos respuestas. Y tú me dirás qué piensas. 

Esta no será una conversación fácil ni sencilla. Pero quizá te ayude a entender a alguien que es parecido y, a la vez, distinto a ti. Juzgar es uno de nuestros reflejos más inmediatos; lo difícil es esforzarnos por comprender, empatizar y adoptar la perspectiva de quien vemos como diferente, lejano o simplemente “no como nosotros”.

Dos Méxicos, una banqueta

Cuando llegué a la Ciudad de México en 2019, me impresionó ver dos Méxicos coexistir de forma tan profunda y constante en mi colonia. El México de los papás que llevan a sus hijos a la escuela… y el México de los papás que los llevan a trabajar con ellos. Todos los días veo cómo esos mundos se cruzan en este pequeño rincón del país. Cada padre y cada niño albergan sueños, pero ¿cómo se formaron esos sueños? ¿Qué consideran posible para sí mismos? ¿Y qué visualizan como posible para sus hijos? ¿Tienen ambos grupos las mismas posibilidades de avanzar, de aspirar a algo más, de ser realmente tomados en cuenta?

En ambos grupos veo mi futuro y mi pasado. Cuando veo a los padres caminando rumbo a la escuela, pienso en mis futuros hijos, y en las conversaciones que tendré con ellos: ¿les gustó el desayuno?, ¿les emociona aprender matemáticas? Y cuando veo a los niños que trabajan junto a sus padres, veo a mi abuela materna, nacida en Tacubaya hace cien años, una mujer excepcional que tuvo que tomar decisiones muy distintas porque la estructura social no le favorecía, como sucede hoy con muchas familias que simplemente no pueden enviarlos a la escuela.

Sin duda, México ha cambiado desde los tiempos en que mi abuela emigró a Estados Unidos. El país vibra, y la Ciudad de México, en particular, es un lugar increíble. Nunca deja de sorprenderme la mezcla entre lo antiguo y lo nuevo. Y, de cierta manera, yo soy parte de eso “nuevo” en México. Pero algo profundo ocurrió cuando llegué: la gente, la comunidad empresarial y la sociedad en general nunca me hicieron sentir como “el nuevo” o como un extranjero. Fue más bien el abrazo cálido de un familiar perdido que recupera el tiempo y aprovecha cada minuto juntos.

Eso no significa que todo haya sido fácil. Entender cómo se hacen negocios aquí fue, al inicio, familiar y ajeno a la vez. Tras más de una década trabajando en Estados Unidos y Eurasia, la curva de aprendizaje fue real: comidas o cenas de más de tres horas en las que el tema empresarial se toca solo al final —muy al final—, o captar los matices de una negociación capitalina que difiere bastante de lo que se estila en Nueva York, Moscú o Berlín.

Negocios con postre, y duelo por la cuenta

Me recordó una cena que tuve con un colega cercano en Moscú, con vista al Kremlin, me explicaba cómo es hacer negocios en Rusia para los rusos y para los extranjeros. Cuantas más respuestas obtenía, más preguntas me surgían. Es un proceso que he disfrutado igual en San Francisco, Nueva York, París… la lista sigue. Al final del día, lo único que puedes hacer es empezar el camino, rodearte de buena gente y, sobre todo, mantener los ojos bien abiertos. Especialmente en México, donde hasta los gestos más cotidianos tienen su propia coreografía. Uno de mis favoritos: ese pequeño rito de la cuenta. Uno la ofrece, el otro se niega (por lo menos un par de veces) y después de la tercera vuelta de “¡no, cómo crees!”, la victoria se celebra con una sonrisa. Aprendí que si logras quedarte con la cuenta en ese duelo de cordialidad, no solo pagaste la comida—también ganaste respeto. Y todos salen contentos. Y sí: esa es otra forma de entender el negocio.

En México encontré personas y organizaciones que han compartido y moldeado mi camino de forma profundamente positiva: el Gobierno de México, la Bolsa Mexicana de Valores, EGADE –la escuela de negocios del Tec de Monterrey–, y el increíble equipo de Fast Company México que me ha dado una voz para compartir lo que sé con este país y el mundo hispanohablante.

Sí, México tiene desafíos. Todos los países los tienen, pero solo cuando vives entre otras personas e integras su modo de vida percibes fortalezas, debilidades y similitudes entre naciones. Cada sociedad busca que su gente esté mejor, sea más próspera y viva más segura; algunas tienen más camino por recorrer que otras.

Esto me lleva a un punto clave. Yo siento que México es tan mío como de cualquier persona nacida o criada aquí, desde el primer día llegué al país de mi abuela —ahora mío— para ser parte de la solución. 

No basta con entender el futuro. Hay que ayudar a construirlo.

Cada año, he compartido lo que he aprendido en las capitales tecnológicas del mundo con cientos de los estudiantes de posgrado más brillantes del país. Y ahora que México (como todos los países) está definiendo su estrategia de inteligencia artificial, he tenido el honor de colaborar con distintas instancias gubernamentales a nivel nacional, compartiendo las mejores prácticas, estrategias y metodologías que he aprendido en otras latitudes. Cuando universidades mexicanas me invitan a ayudar a desarrollar sus programas de IA y negocios, lo hago con gusto. Doy mi tiempo, esfuerzo y conocimientos a quienes hoy y mañana liderarán esta nación. Porque así es como se genera cambio: al compartir conocimiento e integrarse a la sociedad que te ha dado un hogar. Como lo hizo Estados Unidos con mis tres abuelos.

Cuando también eres parte del problema

Al mismo tiempo, soy consciente de que los extranjeros podemos elevar los precios de la vivienda, desplazar comunidades y causar tensiones. En la Condesa escucho francés, alemán, ruso e inglés a diario. El otro día, mientras caminaba con mi esposa, notamos que todos los que habíamos cruzado eran foráneos. ¿Turistas de Airbnb o residentes permanentes? No lo sé, pero he visto cambiar la zona estos años.

La gentrificación que vemos en la ciudad también es reflejo de lo atractiva que se ha vuelto el país y su capital: un polo para la escena tecnológica, los negocios latinoamericanos y, cada vez más, los globales. 

México está en un momento clave—un punto de inflexión donde muchas cosas pueden florecer. Hay oportunidades enormes para crear nuevas industrias, para construir empresas que respondan a las necesidades de hoy y del futuro. Y eso implica que necesitaremos que venga más gente de todo el mundo a formar parte del siguiente capítulo de esta historia. Lo contrario sería una ciudad que no crece, donde los precios bajan o se estancan. Pero eso también exige sensibilidad: atraer talento no puede significar desplazar historias. El crecimiento no debe ser sinónimo de desarraigo. Si queremos que este país sea hogar para más personas, debe seguir siéndolo —primero— para quienes ya están aquí. Y sobre todo, debemos procurar que los beneficios de ese crecimiento se repartan con equidad. Y quizá la verdadera medida del progreso esté en a quiénes decide no olvidar.

Después de algunos años de vivir en México, hice un par de preguntas que me cambiaron mientras reflexionaba sobre mi impacto, la historia de mi familia y lo mucho que ha cambiado —y, al mismo tiempo, lo que sigue igual—. Mi abuela se fue de México hace más de 75 años en busca de oportunidades. Mi abuelo trabajó en el campo en California y Texas, recogiendo frutas y verduras para alimentar a los estadounidenses. Y cuando hoy veo a niños que no van a la escuela, que trabajan con sus familias, me pregunto: “¿Cómo es esto posible en un país del G20 que colinda con Estados Unidos? y ¿por qué hoy se sigue haciendo el mismo viaje que hizo mi familia… y quizá la tuya?

En un mundo donde la inteligencia artificial lo está transformando todo, ¿por qué no la estamos usando para mejorar la vida de todos los mexicanos y del sur global? Cuantas más preguntas me hacía, más ideas surgían. En 2023 diseñé e impartí el primer curso de Ética Aplicada y Gobernanza de IA en EGADE—el primero en su tipo dentro de un programa de posgrado en cualquier escuela de negocios en México y América Latina. Lo hice porque, cuando algo importante no está sobre la mesa, hay que construirlo. Desde entonces, muchos de mis estudiantes me han compartido lo útil que les ha resultado en sus trabajos actuales. Agradecen haber tenido acceso a marcos concretos para tomar decisiones responsables en sus organizaciones, y varios continúan usando los conceptos en su día a día. Ese era el objetivo: que los líderes empresariales del país y de la región contaran con herramientas reales para desplegar IA de forma responsable y ética, en beneficio de todos. ¿Qué lugar debería ocupar la IA en el mundo del trabajo, las finanzas, la propiedad intelectual, las oportunidades laborales? ¿Los datos reflejan realmente a las personas que buscamos servir?

Cuando el futuro olvida tu pasado

Con la llegada de más modelos de lenguaje masivo vi un desafío claro: estos modelos no representaban bien a quienes debían servir. Primero, porque la mayoría de los modelos están entrenados con muy poca información en español. Y segundo, porque más de 7 millones de personas en México hablan otra lengua materna, parcial o totalmente. ¿Cuántas lenguas?, preguntas. México reconoce oficialmente 67 lenguas indígenas, más el español… pero en realidad, se hablan alrededor de 364 variantes. Mi bisabuela hablaba náhuatl en casa.

Fue fuerte darme cuenta de que mis propios antepasados quedarían excluidos de los sistemas que construyo, impulso y asesoro en México y el mundo. Pero ¿qué hacer? Es un proyecto que rebasa un curso, una empresa o un artículo: es un asunto de sociedad. Si un sistema no puede entenderte, nunca podrá escucharte ni tratarte como mereces. Al final del día, todos queremos lo mismo: que se escuchen nuestros deseos, nuestros sueños, nuestras necesidades. Queremos saber que importamos, y que seremos tratados con justicia, con respeto, y como parte integral de la sociedad que habitamos.

Sin tus datos en el sistema, el futuro se diseña sin ti

A raíz de esa pregunta que me marcó —y de todo lo que comprendí al detenerme a observar— empecé un proyecto enfocado en construir inteligencia artificial soberana: infraestructura (digital y física) que le permita a cada país fortalecer y respaldar  sus culturas, lenguas, leyes y preferencias en la era de la IA avanzada. A esto le sumé estrategias para crear fondos soberanos que financien el desarrollo de esta tecnología a nivel nacional.

La Universidad de Harvard me ofreció continuar esta investigación en Cambridge, Massachusetts, mientras realizo estudios de posgrado en la intersección entre gobierno, tecnología, economía y estrategia. Este trabajo no solo busca empoderar a los ciudadanos mexicanos, sino también a los del resto del sur global.

Entonces, ¿soy la versión Taco Bell de lo mexicano? Yo no lo creo. He formado a cientos de líderes brillantes en mis cursos, he llegado a millones de lectores con mis columnas y he contribuido al desarrollo de un México vibrante y próspero. Cuando veo a México, me reconozco porque lo he adoptado y, en muchos sentidos, México me ha adoptado a mí.

Te invito a que también tomes la oportunidad de aportar, de sumarte, de hacer comunidad desde donde estés leyendo esto. El mundo se transforma tanto por quienes sueñan como por quienes se atreven a construir. Así que, ¿por qué no imaginar un México más justo, más igualitario, más incluyente… y trabajar para hacerlo posible? Yo me apunto. ¿Y tú?


Este artículo fue publicado originalmente en la edición Verano 2025 de Fast Company México.

Author

  • Christopher Sánchez

    Fundador de Emergent Line, tiene amplio conocimiento en tecnologías avanzadas y geopolítica. Es profesor de IA aplicada en EGADE Business School, y colabora con estudiantes de posgrado y doctorado en IA, negocios y estrategia en Cornell y Stanford GSB. Próximamente se integrará a Harvard University para profundizar su trabajo en soberanía de la IA.

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    Fundador de Emergent Line, tiene amplio conocimiento en tecnologías avanzadas y geopolítica. Es profesor de IA aplicada en EGADE Business School, y colabora con estudiantes de posgrado y doctorado en IA, negocios y estrategia en Cornell y Stanford GSB. Próximamente se integrará a Harvard University para profundizar su trabajo en soberanía de la IA.

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Sobre el autor

Fundador de Emergent Line, tiene amplio conocimiento en tecnologías avanzadas y geopolítica. Es profesor de IA aplicada en EGADE Business School, y colabora con estudiantes de posgrado y doctorado en IA, negocios y estrategia en Cornell y Stanford GSB. Próximamente se integrará a Harvard University para profundizar su trabajo en soberanía de la IA.

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