| Work Life

¿Deberías asumir un rol de liderazgo? Esta lista te ayuda a saberlo

No todos necesitan liderar. Esta es una lista para saber si el liderazgo es adecuado para ti.

¿Deberías asumir un rol de liderazgo? Esta lista te ayuda a saberlo [Fuente Foto: Freepik]

Vivimos en una cultura que glorifica el liderazgo eficaz. Títulos como gerente, director o director ejecutivo se consideran no solo empleos, sino destinos profesionales llenos de glamour (incluso cuando el trabajo en sí no lo es).

En el mundo corporativo, la ambición y el talento se definen por la cantidad de personas que reportan a uno y la escalera del éxito se mide por la cantidad de personas que trabajan bajo su nombre.

Puedes ser el programador, diseñador, analista o científico más talentoso, pero tarde o temprano, la corriente corporativa te impulsará a liderar a otros. Es el equivalente profesional a un rito de paso: solo se puede llegar hasta cierto punto cuando lideras a otras personas.

Esta obsesión con el liderazgo explica por qué casi todo el mundo quiere ser un líder y por qué admitir que no lo eres puede hacer que los entrevistadores y reclutadores te etiqueten como “poco ambicioso”.

El hecho es que el número de personas que aspiran a liderar excede el número de personas que realmente pueden hacerlo, especialmente si medimos el talento de liderazgo no por la capacidad de conseguir el trabajo, sino por tener un impacto positivo en el equipo y la organización después de lograrlo (sí, esto también se aplica a la política).

Los datos de la psicología organizacional son desalentadores: la mayoría de las personas no son líderes competentes. Los estudios sugieren que entre 50% y 60% de los líderes son percibidos como ineficaces por sus empleados y las encuestas de compromiso muestran regularmente que “mi jefe” es el principal factor de insatisfacción laboral. En otras palabras, la demanda de puestos de liderazgo es mayor que la oferta de competencias de liderazgo.

El verdadero problema no es el entusiasmo por el liderazgo, sino que las personas no son capaces de evaluar su propio potencial de liderazgo. Muchos confunden ambición con aptitud, confianza con competencia o popularidad con eficacia.

Afortunadamente, la ciencia nos proporciona indicadores sobre cómo podemos evaluar nuestra propia capacidad para liderar. El liderazgo no es místico. Se evalúa. Y aunque no existe una receta perfecta, hay diez preguntas que debería hacerse si consideras pasar de ser un colaborador individual a ser líder de otros.

Considera esto como una lista de verificación, no como una garantía de éxito, sino como un punto de partida necesario.

¿Tienes experiencia técnica? 

En el pasado, los líderes creían tener la razón porque sabían más que quienes supervisaban. El maestro artesano se convertía en el jefe de taller. El cirujano de mayor rango dirigía el departamento. El mejor soldado lideraba la unidad.

Hoy, la IA y la automatización erosionan el valor de la experiencia. Una máquina a menudo puede responder preguntas objetivas con mayor rapidez y mejor que tu jefe. Aun así, la experiencia importa, no solo lo que sabes, sino también si los demás te ven como alguien creíble.

Un líder sin experiencia es como un capitán que no sabe navegar: la tripulación no lo seguirá. La clave no es ser el más inteligente de la sala, sino demostrar competencia en un ámbito que te gane el respeto de quienes lideras. Esta legitimidad es esencial. Sin ella, tu autoridad será cuestionada constantemente.

¿Aprendes rápido? 

La inteligencia suele malinterpretarse. No se trata de conocimientos triviales ni de altas calificaciones. Se trata de la capacidad de aprender cosas nuevas con rapidez. En el liderazgo, esto es fundamental.

Cada nuevo proyecto, crisis o estrategia requiere que absorbas información, la proceses y te adaptes. Los líderes más inteligentes tienen más probabilidades de resolver problemas complejos, evitar la repetición de errores y adaptarse al cambio. La verdadera medida no es el coeficiente intelectual puro, sino la capacidad de demostrar agilidad para el aprendizaje. Los mejores líderes no son aquellos que nunca cometen errores, sino aquellos que rara vez cometen el mismo error dos veces.

¿Tienes curiosidad? 

Si el CI es la capacidad de aprender, la curiosidad es la disposición a hacerlo. Impulsa la exploración, las preguntas y la humildad de decir “no sé”. La curiosidad también potencia la inteligencia porque te impulsa a adquirir conocimientos que no tenías.

Estudios meta analíticos demuestran que la curiosidad como rasgo predice la eficacia del liderazgo. La paradoja es que la curiosidad tiende a disminuir con la edad y la experiencia. Cuanto más experiencia alcanzamos, más tentados estamos a confiar en lo que sabemos en lugar de cuestionarlo. Los mejores líderes resisten esta tentación y hacen preguntas incluso cuando ya tienen las respuestas.

¿Tienes integridad? 

Debería ser obvio, pero rara vez lo es. Un liderazgo sin integridad no solo es ineficaz, sino también peligroso. La integridad no consiste en no cometer errores, sino en tener una brújula moral.

Requiere valores altruistas y, fundamentalmente, autocontrol: la capacidad de resistir las tentaciones, evitar el abuso de poder y tomar decisiones que beneficien al grupo en lugar del individuo.

La historia está llena de líderes que fracasaron en este aspecto, desde escándalos corporativos como Enron hasta líderes políticos que se enriquecieron mientras destruían sus naciones. La falta de integridad no siempre impide que las personas alcancen la cima, pero siempre determina cómo se les recuerda.

¿Tienes humildad? 

La humildad es el secreto subestimado del liderazgo. Significa saber lo que no sabes, ser autocrítico y reconocer cuando te demuestren que estás equivocado. También significa ser capaz de rodearte de personas más inteligentes que tú en ciertas áreas y no sentirte amenazado por ello.

Anhelamos la humildad en los líderes precisamente porque es tan poco común. Los políticos que admiten errores son refrescantes porque son excepciones. Los directores ejecutivos que dan crédito a sus equipos en lugar de a sí mismos destacan por ser poco comunes. La humildad no es una debilidad, sino una fortaleza discreta. Sin ella, los líderes se vuelven locos. Con ella, inspiran confianza.

¿Eres ambicioso?

La ambición tiene mala fama, pero es esencial. Los líderes necesitan empuje, energía y persistencia. La distinción crucial es la motivación: ¿Por qué quieres liderar? Si tu ambición se alimenta del ansia de poder, la vanidad o el narcisismo, probablemente perjudicarás a otros en el proceso.

La ambición correcta le hace un buen a la sociedad. Se trata de querer ayudar a los demás a ser mejores, de generar un impacto más allá de ti mismo y de dejar un legado que importe.

¿Tienes inteligencia emocional? 

El liderazgo es la capacidad de construir y mantener un equipo de alto rendimiento. Esto requiere inteligencia emocional: empatía, capacidad de escucha, influencia y resolución de conflictos.

Te resultará difícil liderar si no puedes gestionarte a ti mismo ni a los demás. Puedes ser brillante, curioso y ambicioso, pero si no conectas con la gente, nunca conservarás su confianza ni su lealtad. Piensa en los grandes entrenadores deportivos.

Su conocimiento táctico es importante, pero su capacidad para motivar, interpretar el ambiente del vestuario y gestionar los egos es lo que distingue a los grandes de los mediocres. Los líderes empresariales se enfrentan a la misma prueba. Tu éxito no se mide por tu rendimiento individual, sino por el rendimiento colectivo del grupo que lideras.

¿Puedes dominar tu lado oscuro?

Todos tenemos uno. Para algunos, es la arrogancia. Para otros, la impulsividad o la agresividad. Estos rasgos del “lado oscuro” no son negativos, ya que alimentan la ambición y la resiliencia, pero cuando no se controlan, arruinan nuestras carreras. La diferencia entre grandes y malos líderes no es la presencia de defectos, sino la capacidad de controlarlos.

Los buenos líderes saben cómo editarse a sí mismos, incluso cuando nadie los obliga. Resisten la tentación de “simplemente ser ellos mismos” cuando su yo sin filtros dañaría las relaciones. Como ilustro en mi último libro, Don’t Be Yourself: Why Authenticity is Overrated and What to Do Instead (No seas tú mismo: por qué la autenticidad está sobrevalorada y qué hacer en su lugar), algunos de los mejores líderes triunfan no por ser auténticos, sino por ser versiones disciplinadas de sí mismos.

¿Puedes inspirar a otros? 

El carisma es un multiplicador. Cuando eres competente y ético, el carisma amplifica tu impacto. Los líderes que pueden comunicar una visión con confianza, pasión y claridad son más efectivos para movilizar equipos. Pero el carisma sin sustancia es peligroso. Puede hacer que los malos líderes sean aún más destructivos al persuadir a la gente a seguirlos y caer en un precipicio.

Piensa en Martin Luther King Jr., su carisma importaba porque se basaba en la integridad, el propósito y la competencia. Compáralo con innumerables líderes populistas cuyo carisma alimenta la división y el caos, por no mencionar a los líderes carismáticos que fueron completamente destructivos (la mayoría de los dictadores brutales populistas o tiranos encajan en el perfil). Si eres ético y competente, utiliza todo tu carisma magnético. Si no lo eres, por favor, preferimos que nos aburras.

¿Eres un alumno? 

El liderazgo nunca es un producto terminado. Incluso si cumples con todos los requisitos anteriores, el mundo cambiará y tus habilidades quedarán obsoletas en un futuro. La única manera de mantenerte relevante es ser un alumno: buscar retroalimentación, escuchar y adaptarte.

Algunos de los líderes más exitosos de la historia aprendieron incansablemente. Los líderes que dejan de aprender se vuelven rígidos, obsoletos e irrelevantes. Ser un alumno no se trata de deferencia. Se trata de evolución.

Entonces, ¿deberías ser un líder? Si respondes afirmativamente a la mayoría de estas preguntas, estás mejor preparado que la mayoría de quienes aspiran a liderar. Si no, vale la pena reconsiderarlo. No hay nada de malo en ser un experto, un colaborador individual o un colaborador sin un cargo directivo. De hecho, las organizaciones reconocen cada vez más el valor de los especialistas técnicos que no quieren, o no deberían, gestionar personal.

Por supuesto, sería hipócrita no reconocer el problema evidente: muchas personas ascienden al liderazgo no por su talento especial, sino por la suerte de encontrar la familia, la red de contactos o la escuela adecuada.

El nepotismo, los privilegios y la pertenencia a la élite impulsan muchas carreras de liderazgo. Omití estos aspectos de la lista por la sencilla razón de que no todo lo que es debería ser. Que estas fuerzas oscuras funcionen no significa que debamos celebrarlas y mucho menos confundirlas con el potencial real de liderazgo.

El liderazgo no es para todos, ni debería serlo. Pero bien hecho, puede transformar equipos, organizaciones y sociedades. Mal hecho, puede destruirnos. La lista anterior no solo trata sobre el progreso profesional, sino sobre cómo proteger a otros del liderazgo inadecuado. Si no tienes la integridad, la humildad o las habilidades sociales necesarias para liderar, lo más responsable es abstenerte.

Al final, el liderazgo no se trata de ti. Se trata de lo que haces por los demás. Y esa es la pregunta que vale la pena hacerse antes de perseguir el título: ¿Quieres liderar por el bien de los demás o por el tuyo?

Author

  • Tomas Chamorro-Premuzic

    El Dr. Tomas Chamorro-Premuzic es Director de Innovación en ManpowerGroup, profesor de psicología empresarial en University College London y la Universidad de Columbia, cofundador de deepersignals.com y asociado del Laboratorio de Finanzas Emprendedoras de Harvard.

    View all posts

Author

  • Tomas Chamorro-Premuzic

    El Dr. Tomas Chamorro-Premuzic es Director de Innovación en ManpowerGroup, profesor de psicología empresarial en University College London y la Universidad de Columbia, cofundador de deepersignals.com y asociado del Laboratorio de Finanzas Emprendedoras de Harvard.

    View all posts

Sobre el autor

El Dr. Tomas Chamorro-Premuzic es Director de Innovación en ManpowerGroup, profesor de psicología empresarial en University College London y la Universidad de Columbia, cofundador de deepersignals.com y asociado del Laboratorio de Finanzas Emprendedoras de Harvard.