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¿Son apropiados los apodos en el trabajo? Aquí te decimos cuándo sí… y cuándo no.

¿Deberías llamar a tu jefe por un apodo? ¿Y a un subordinado? Una nueva investigación publicada por “Harvard Business Review” ofrece reveladores hallazgos.

¿Son apropiados los apodos en el trabajo? Aquí te decimos cuándo sí… y cuándo no. [Delmaine Donson/peopleimages.com/Adobe Stock, Ann/Adobe Stock]

Si alguna vez has trabajado en una oficina, probablemente te has encontrado con al menos una persona que no era llamada por su nombre real. Los apodos en el trabajo son un fenómeno bastante común y pueden ir desde describir un rasgo de personalidad hasta hacer referencia a la prenda favorita de un trabajador.

Ahora, una nueva investigación está profundizando en el impacto de usar apodos en el lugar de trabajo y en cuándo es mejor evitarlos.

El estudio, realizado por los investigadores Zhe Zhang y Shuili Du y publicado el viernes pasado en Harvard Business Review, se titula Las reglas para usar apodos juguetones en el trabajo. Zhang y Du encuestaron a más de 1,100 adultos en Estados Unidos para comprender mejor el papel y el impacto de los apodos en la oficina. Para sus fines, un apodo se define como “darle a alguien una nueva identidad”, como el caso de “Space Cowboy” para Elon Musk, en lugar de simplemente acortar un nombre, de Elizabeth a Liz, por ejemplo.

Zhang y Du encontraron que nueve de cada diez encuestados habían sido llamados por un apodo en el trabajo o habían oído que alguien más recibía uno, lo que indica que recibir un apodo en la oficina es algo bastante común. Sin embargo, también descubrieron que las condiciones laborales —y quién usa el apodo— marcan una gran diferencia en cómo se recibe.

Aquí está lo que necesitas saber sobre las reglas para usar apodos en la oficina:

Usar apodos para tu jefe podría mejorar el ambiente

Zhang y Du empezaron pidiendo a los participantes que imaginaran que comenzaban un nuevo trabajo y los dividieron en cuatro grupos:

  • Al Grupo 1 se le dijo que los empleados llamaban a su jefe “Panda” porque siempre vestía un traje blanco y negro.
  • Al Grupo 2 se le dijo que su jefe llamaba a un empleado “Panda” por la misma razón.
  • Al Grupo 3 se le dijo que los empleados llamaban a su jefe por su nombre formal.
  • Al Grupo 4 se le dijo que su jefe llamaba a un empleado por su nombre formal.

Luego, se hicieron una serie de preguntas a los participantes para evaluar “qué tan seguros, empoderados y respetados” se sentirían en ese entorno laboral imaginario. Cuando los participantes supieron que los empleados llamaban a su jefe por un apodo en lugar de por su nombre formal, indicaron que se sentirían, en general, más seguros y empoderados en ese ambiente laboral. Esto se debe a que los empleadores que estarían abiertos a adoptar un apodo eran vistos como más orientados a la comunidad.

“Considera cómo apodos como ‘Mr. 20 Percent’ para Clive Thompson, exCEO y presidente de Rentokil Initial; ‘Pony Ma’ para Huateng Ma, fundador y CEO de Tencent; y ‘Mutti’ para Angela Merkel, ex canciller de Alemania, te hacen sentir sobre esos líderes”, señala el comunicado del estudio. “Cuando alguien en una posición de poder invita a otros a llamarlo por un apodo, parece más accesible y en contacto con las personas a su alrededor”.

Evita poner apodos a tus empleados

Sin embargo, los apodos no siempre son bien recibidos en esta situación hipotética. Cuando se les dijo a los participantes que su jefe llamaba a un empleado por un apodo en lugar de por su nombre formal, indicaron que se sentirían menos seguros y empoderados. Estos jefes ficticios fueron vistos como menos orientados a la comunidad que sus pares con apodos.

“Los apodos amistosos y bien intencionados en el trabajo no siempre mejoran las relaciones”, dijo Zhang en un correo a Fast Company. “Los gerentes y líderes deben ser cautelosos al llamar a sus subordinados por apodos”.

La jerarquía importa

Otros factores también afectan cómo se reciben los apodos en la oficina. Para evaluar uno de los principales diferenciadores, Zhang y Du realizaron un segundo estudio con cuatro grupos y un nuevo parámetro: el nivel de jerarquía organizacional. En este caso, a algunos participantes se les dijo que su nuevo trabajo implicaba una jerarquía de liderazgo estricta, mientras que a otros se les dijo que el trabajo tenía una jerarquía mínima.

“El impacto de usar apodos fue mucho más fuerte cuando se les dijo a los participantes que el lugar de trabajo era más jerárquico”, indica el comunicado. “En cambio, cuando se describió el lugar de trabajo como relativamente plano e igualitario, el impacto de usar apodos se redujo considerablemente, o incluso desapareció por completo”.

Así, Zhang aclara que “poner un apodo a un empleado es más perjudicial en organizaciones con culturas altamente jerárquicas, ya que hace que el jefe parezca aún menos orientado a la comunidad”. Tanto empleados como empleadores deberían esforzarse por comprender la cultura de su oficina antes de usar un apodo.

Author

  • Grace Snelling

    Es colaboradora de Fast Company, con un enfoque en diseño de productos, branding, publicidad, arte y todo lo relacionado con la Generación Z. Sus artículos han incluido una exploración del excéntrico mundo del branding de agua, una charla con Questlove sobre su serie de YouTube centrada en la creatividad, y una mirada a la primera tienda física de Wayfair. Grace es una reciente graduada de la Universidad Northwestern, donde estudió periodismo y literatura inglesa. Antes de ser pasante y colaboradora en Fast Company, trabajó como freelance en la revista St. Louis durante dos años, cubriendo el crecimiento de la escena local de arte y cultura.

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Sobre el autor

Es colaboradora de Fast Company, con un enfoque en diseño de productos, branding, publicidad, arte y todo lo relacionado con la Generación Z. Sus artículos han incluido una exploración del excéntrico mundo del branding de agua, una charla con Questlove sobre su serie de YouTube centrada en la creatividad, y una mirada a la primera tienda física de Wayfair. Grace es una reciente graduada de la Universidad Northwestern, donde estudió periodismo y literatura inglesa. Antes de ser pasante y colaboradora en Fast Company, trabajó como freelance en la revista St. Louis durante dos años, cubriendo el crecimiento de la escena local de arte y cultura.

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