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5 razones por las que necesitamos conexión social en la vida real

Resulta que las redes sociales quizá no sean tan sociales como pensamos.

5 razones por las que necesitamos conexión social en la vida real [Foto: Freepik]

La soledad es un problema. Muchos la sentimos y vemos cómo afecta a la sociedad. Pero, ¿por qué es tan perjudicial el aislamiento? ¿Por qué las interacciones virtuales son un mal sustituto de las reuniones en persona? ¿Qué gana realmente nuestro cerebro al pasar tiempo con un amigo?
La neurociencia detrás de nuestras interacciones sociales aporta respuestas a esta “epidemia de soledad” y abre la puerta a entender qué podemos hacer para combatirla.

1. Nuestros cerebros están programados para la conexión

¿Qué significa realmente estar conectados? Desde la antigüedad, nuestros antepasados enfrentaban desafíos enormes: escasez de alimentos, depredadores y un entorno hostil. Sobrevivir solos era casi imposible, pero en grupo las probabilidades mejoraban. En ese contexto, los humanos más sociables —los que cooperaban y mantenían vínculos— eran los que tenían más posibilidades de sobrevivir.

Por eso nuestros cerebros desarrollaron sistemas de recompensa social. Cada vez que convivimos con alguien, se activan neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, que generan bienestar y nos motivan a seguir socializando. Ese “empujón” químico fue el pegamento que nos mantuvo unidos hace miles de años y que todavía llevamos dentro. En pocas palabras: estamos programados para conectar. Nuestros cerebros literalmente nos premian por estar con otras personas.

2. Nuestra neuroquímica se enfrenta al desafío de un mundo dividido

Nos enfrentamos a una auténtica crisis de salud pública en torno a la soledad. Si analizamos los datos sobre cuánto tiempo pasamos con otras personas, cuántos amigos tenemos, cuánta soledad sentimos, etc., estas métricas apuntan en la dirección equivocada.

Entre 2013 y 2021, el tiempo que el estadounidense promedio pasaba solo aumentó en 36 horas al mes, casi una semana laboral completa en aislamiento. Nos estamos aislando.

En México, según un estudio publicado en BMC Geriatrics, tener mayor edad aumenta el riesgo de soledad y aislamiento social. En personas adultas mayores, la prevalencia de soledad se estima entre 10% y 50%; la soledad crónica aparece en 15–30% de este grupo, y la soledad ocasional puede llegar hasta 60–80%. En cuanto al aislamiento social, su prevalencia se ubica entre 6% y 43%.

Para el caso mexicano específicamente, la soledad afecta entre 13.2% y 34.9% de los adultos mayores, mientras que el aislamiento social alcanza entre 34% y 43%, de acuerdo con los mismos datos analizados en este estudio.

3. El aislamiento social es una forma de estrés

Cuando una persona está aislada, su cuerpo desencadena una respuesta de estrés en la que los niveles de cortisol comienzan a aumentar. Desde una perspectiva evolutiva, esto tiene mucho sentido. En la antigüedad, si alguien se separaba del grupo, sus posibilidades de supervivencia se reducían significativamente.

En aquel entonces, habría sido beneficioso tener un sistema de alarma en el cerebro que le advirtiera de este peligro. Nuestros cerebros aún conservan este sistema, pero en un mundo donde pasamos más tiempo solos, eso representa un problema.

Cuando los sistemas de respuesta al estrés de nuestro cuerpo se activan constantemente, puede provocar inflamación crónica y otras consecuencias negativas para la salud. El aislamiento es muy perjudicial.

Estudios que monitorean a millones de personas descubrieron que quienes están más aislados tienen 32% más de probabilidades de morir por cualquier causa. Los pacientes aislados con demencia pierden la memoria el doble de rápido. Y tras sufrir un infarto, los pacientes que salieron del hospital y regresaron a una residencia donde vivían solos tenían más del doble de probabilidades de morir en los tres años siguientes. Este problema debe tomarse en serio.

4. Las interacciones digitales no son lo mismo que interactuar en persona

Cuando nos encontramos cara a cara, muchas señales sociales informan a nuestro cerebro sobre lo que ocurre en la mente de la otra persona. Podemos oír su tono de voz, interpretar sus expresiones faciales y sentir su lenguaje corporal, comprendiendo así sus emociones.

Pero cuando interactuamos en línea, ya sea por mensajes de texto, FaceTime o discutiendo en redes sociales, no recibimos las mismas señales sociales. Creo que esto afecta nuestra empatía en línea y genera hostilidad y agresión indebidas. Lo que sabemos con certeza es que interactuar en línea no ofrece los mismos beneficios que interactuar en persona. Resulta que las redes sociales pueden no ser muy sociales en absoluto.

5. Más allá de las circunstancias modernas, nuestros cerebros tienen algunas trampas sociales incorporadas

Las investigaciones muestran que las personas subestiman lo mucho que disfrutarán de las interacciones sociales, lo que puede llevarlas a pasar una noche en el sofá, aunque salir con amigos hubiera sido un beneficio para sus cerebros.

También subestimamos cuánto nos aprecian los demás y menospreciamos nuestras habilidades sociales. Estas son solo algunas de las extrañas, pero perfectamente naturales, deficiencias biológicas del cerebro humano que nos impiden conectar con los demás.


Ben Rein comparte cinco ideas clave de su nuevo libro, Why Brains Need Friends: The Neuroscience of Social Connection.

Ben es un neurocientífico galardonado que dedicó una década al estudio de la biología de la interacción social. Es director científico de la Fundación para la Ciencia de la Mente, profesor adjunto en la Universidad de Stanford y profesor clínico adjunto en la Universidad Estatal del Estado de Nueva York (SUNY Buffalo). También imparte clases de neurociencia a más de un millón de seguidores en redes sociales.

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Este artículo apareció originalmente en la revista Next Big Idea Club y se volvió a publicar con permiso.

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