
Algo curioso ocurrió en el ámbito laboral en los últimos dos años. Quienes antes se enorgullecían de ser rápidos, listos e ingeniosos (lo que en términos científicos llamaríamos “inteligentes”) ahora se preguntan en silencio si son demasiado lentos, aburridos o analógicos, al menos para mantenerse al día con sus retos laborales diarios.
No es que de repente hayan empeorado en sus trabajos; más bien, su nuevo compañero inteligente nunca duerme, nunca se queda mirando la pantalla con la mirada perdida y puede dar una respuesta pulida a casi cualquier cosa en tan solo ocho segundos. La IA generativa se convirtió en el becario entusiasta de la oficina, produciendo memorandos, presentaciones e incluso chistes de papá, tan rápido como parpadear. En lugar de simplemente disfrutar del trabajo gratuito, muchos nos sentimos inferiores.
Bienvenidos al síndrome del impostor de la IA: la creciente sospecha de que no eres lo suficientemente bueno porque no puedes seguirle el ritmo al robot. Anteriormente, el síndrome del impostor se comparaba con otros humanos que (irracionalmente) se consideraban superiores a nosotros, pero ahora el punto de referencia es usar la IA de manera cotidiana, pero nos hace sentir inútiles.
¿Qué es el síndrome del impostor de la IA?
El síndrome del impostor original consistía en dudar del propio talento en presencia de otros humanos. El síndrome del impostor de la IA es su nuevo pariente: solo que esta vez no te comparan con tus compañeros de trabajo, sino con un bot con energía y dedicación ilimitada.
Se manifiesta de forma sutil e inquietante: culpa por tomar más de un minuto para redactar un correo electrónico; vergüenza cuando ChatGPT encuentra una cita que no podías recordar; o el pensamiento persistente de que si tuvieras que escribir una estrategia en el pizarrón sin asistencia digital, quedarías expuesto y sería un fracaso.
En resumen, el síndrome del impostor de la IA es la sensación de que, de alguna manera, estás fracasando simplemente porque eres humano.
Una lista de verificación y autoevaluación
¿Sufres de esta enfermedad? Hazte estas preguntas.
- ¿Dudas en enviar un primer borrador porque piensas que “la IA podría hacerlo más limpio”?
- ¿Alguna vez te has sorprendido buscando en Google “mejores prompts para ChatGPT” como si fueran códigos de trucos para la inteligencia?
- ¿Te sientes culpable por tardar más de 30 segundos en redactar una respuesta en Slack?
- ¿Ocultaste el hecho de que una idea era tuya (no del bot) porque asumiste que la gente estaría decepcionada?
- ¿Ahora parece inútil corregir porque la máquina “no pasaría por alto este error tipográfico”?
- ¿Introduces errores tipográficos y gramaticales deliberados para simular que no es IA?
- ¿Sientes envidia secreta o FOMO (miedo a perderse algo) cuando tus colegas se jactan de lo rápido que manejan la IA?
- ¿Has empezado a disculparte por el tiempo en que tu cerebro procesa?
Si responde “sí” a la mayoría de estas preguntas, es posible que estés sufriendo el síndrome del impostor de la IA.
Por qué y cómo superarlo
Al igual que su predecesora, la IA, con su síndrome del impostor, prospera en entornos donde se romantizan la velocidad, la confiabilidad, la previsibilidad y el resultado neto (cantidad en lugar de calidad). La máquina es deslumbrante precisamente porque se basa en esos valores. Pero la inteligencia no se limita a la velocidad: también se trata de criterio, originalidad y el complejo proceso de conectar puntos de maneras que no siempre tienen sentido a primera vista.
Aquí hay tres formas de contraatacar:
1. Redefine el “valor”
En lugar de preguntar: “¿Puedo hacer esto tan rápido como la IA?”, pregúntate: “¿Qué puedo hacer que la IA no puede?”. Entender el contexto, tener buen gusto y la empatía son dominios humanos. Asegúrate de que lo que haces u optimizas realmente tenga valor. Como señaló el gran Peter Drucker: “No hay nada tan inútil como hacer eficientemente lo que no debería hacerse”.
2. Desarrolla tu capacidad cognitiva
Al igual que el ejercicio físico, pensar es un músculo. Si nunca ejercitas tu mente más allá de un texto predictivo, tus “bíceps” mentales se atrofiarán. Aborda los problemas al punto y sin atajos digitales para mantener tu mente ágil.
3. Trata a la IA como un compañero de entrenamiento, no como un rival
Los buenos atletas no se sienten amenazados por su equipo de entrenamiento; lo usan para mejorar. Si la IA eleva el nivel de lo posible, conviértelo en una oportunidad, no en un obstáculo.
En defensa de la inteligencia natural (o de nuestros errores naturales)
El lado menos glamuroso del progreso es que casi nunca aprendemos acertando. Como señala Amy Edmondson, aprendemos equivocándonos: de manera dolorosa, visible y repetida. Equivocarse es el terreno fértil del que brota la perspicacia. La IA puede perfeccionar los errores, pero al hacerlo corre el riesgo de arrebatarnos los tropiezos que realmente forman nuestro juicio.
Hay algo positivo en esforzarse por resolver un conjunto de problemas, en forcejear con una página en blanco o en soltar una idea a medias en una reunión. Estas experiencias no son del todo eficientes, pero sí contribuyen al desarrollo. Son los borradores de la sabiduría.
Piénsalo como Pilates cognitivo: el objetivo no es llegar a un sitio más rápido, sino mantener el cerebro flexible, resiliente y menos propenso a lesiones. Escribir un ensayo sin IA no siempre será digno de ser publicado, pero te mantiene mentalmente ágil de forma positiva.
La IA y la redefinición de lo inteligente
La llegada de la IA generativa revolucionó nuestra definición colectiva de inteligencia. La memorización antes importaba, los primeros borradores antes importaban, ahora ya no. Incluso la improvisación creativa puede resultar menos impactante cuando un modelo de IA escupe 20 metáforas en dos segundos.
Entonces, ¿qué significa ser inteligente en un mundo de IA? La respuesta no está en competir con la máquina, sino en usarla con inteligencia. Hay maneras ingeniosas de integrar la IA en tu flujo de trabajo, pidiéndole que genere contraargumentos, que estructure notas desordenadas o que ponga a prueba tus suposiciones. También hay maneras absurdas: copiar y pegar resultados como si fueran tuyos, externalizar todo el pensamiento original o usarla como apoyo para problemas que realmente deberías abordar.
El uso inteligente de la IA es aprovecharla para ampliar tu creatividad, pero usarla sin pensar es dejar que reemplace tu curiosidad.
Duplica tus puntos fuertes
El síndrome del impostor de la IA es real, pero también infundado. Sentirse inadecuado porque eres más lento que el robot es como sentirse inadecuado porque una calculadora multiplica más rápido que tú. Claro que sí. De eso se trata.
Nuestra tarea no es imitar las fortalezas de la IA, sino redoblar nuestros esfuerzos en las nuestras: curiosidad, criterio, empatía, buen gusto y la capacidad de aprender de nuestros gloriosos errores. La inteligencia natural (incluidas sus hermosas imperfecciones humanas) es la fuerza más original y genuina que tenemos, razón por la cual fuimos capaces de inventar la IA. Si recordamos esto, la IA no nos convertirá en impostores, sino que nos recordará nuestras capacidades.