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¿Por fin llegó el #MeToo a la industria de la música?

El movimiento #MeToo se enfrenta a un mercado “perverso”, donde las escuchas de la música de Diddy crecieron 18.3% durante la semana posterior a su detención.

¿Por fin llegó el #MeToo a la industria de la música? [Foto: AFP]

Hasta ahora, la industria de la música se había librado de un ajuste de cuentas como el que vivió Hollywood o los medios de comunicación con el movimiento #MeToo, pero las graves acusaciones contra el magnate del hip hop Sean Combs podrían suponer un cambio.

Según la acusación, el artista, también conocido como “Diddy”, dirigía una red criminal sexual que se aprovechaba de mujeres y las chantajeaba para que guardaran silencio, lo que invita a pensar que podría haber llegado el momento de que el mundo de la música empiece a rendir cuentas.

Hace cinco años, cuando se hicieron públicas las explosivas acusaciones contra el cantante de R&B R. Kelly, algunos medios se preguntaron si era el principio de un cambio radical en la música.

Kelly fue condenado a más de 30 años de cárcel por delitos sexuales contra menores, tráfico sexual y asociación ilícita.

Fue sin duda un hito para el movimiento #MeToo, ya que fue el primer juicio importante por abusos sexuales en el que la mayoría de las acusadoras eran mujeres negras.

A lo largo de los años, las mujeres han acusado a personajes como el rockero Marilyn Manson, el magnate de la música Russell Simmons, el DJ Diplo o el productor Dr. Luke y otros muchos hombres poderosos de la industria sin apenas repercusiones.

El último, ha sido la estrella del country Garth Brooks.

“Desechables”

“Las estrellas del rock gozan de un trato de favor debido a su estatus de estrella”, explica a la AFP Caroline Heldman, profesora del Occidental College y cofundadora de la coalición Sound Off, dedicada a la violencia sexual en la industria musical.

Considerada durante mucho tiempo bastión del sexo, las drogas y el rock and roll, en esta industria las mujeres “son vistas como mucho más desechables (…) que los hombres”, dice por su parte la investigadora Kate Grover.

A ello se suma la raza. Las víctimas de las demandas de Kelly eran jóvenes negras y mujeres que “no tenían el poder de estrella que tenían muchas de las actrices que denunciaron a Harvey Weinstein”, el otrora todopoderoso productor de cine de Hollywood, condenado por violación y abuso sexual, dice Grover.

“Problemas sistémicos”

Desde que le denunció su expareja, la también cantante Cassie Ventura, el año pasado, una docena de personas han demandado a Combs, que está encarcelado mientras aguarda juicio en Nueva York.

Ahora, más de un centenar de víctimas se prepara para presentar una nueva demanda contra el rapero.

A la demanda de Ventura siguió una oleada de denuncias contra otros hombres poderosos de la música, desde artistas a directores ejecutivos.

El rosario de acusaciones pone de relieve “la gravedad de la situación”, escribió la cantautora y activista Tiffany Red, que ha trabajado con Ventura, en una carta abierta a Combs el pasado diciembre.

“Los problemas sistémicos de la cultura de la violación y la misoginia profundamente arraigados en la industria de la música suponen una amenaza real para la seguridad de tantas personas cada día en este negocio”, escribió Red.

“¿Cómo podemos esperar un cambio significativo cuando los altos cargos y las superestrellas se enfrentan a acusaciones de estos delitos?”, se preguntaba.

#MeToo frente a un mercado “perverso”

Heldman también señala comportamientos de mercado “perversos”.

Las ventas de Kelly se dispararon más de 500% tras su condena por chantaje, con un aumento de 22% en las reproducciones durante la semana siguiente.

Las escuchas de la música de Diddy también crecieron de media un 18.3% durante la semana posterior a su detención, en comparación con la anterior, según la empresa de datos del sector Luminate.

Puede que parte de este aumento se deba a la curiosidad que despierta un nombre cuando aparece en las noticias, pero Heldman también habla de la indulgencia que disfrutan los músicos.

“En los años que llevo trabajando con supervivientes de distintos sectores, nunca he visto nada igual a la devoción de los fans por sus artistas”, afirma.

Pese a ello, dice Heldman, “parece que estamos en la cresta de algo”. “Me atrevería a anticipar que cualquier artista violador que haya estado operando con la idea de que puede silenciar a las supervivientes sabe ahora que eso se ha acabado”.

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