En los últimos años, ha aumentado la preocupación por la actividad militar rusa en torno a los cables submarinos que forman la columna vertebral de internet, un entramado de 500 cables submarinos que se extienden a lo largo de cientos de miles de kilómetros, transmitiendo terabits de datos por segundo.
Transportan 97% de las comunicaciones globales y son esenciales para transmitir datos gubernamentales, financieros y personales. La amenaza de un ataque coordinado podría generar interrupciones masivas en las comunicaciones globales, afectando tanto a civiles como a operaciones militares.
Aunque esenciales, estos cables son sorprendentemente vulnerables. Cada año se reportan alrededor de 100 cortes, generalmente causados por accidentes con anclas o actividad pesquera.
¿Qué ocurriría si todo el internet global dependiente de estos cables se cortara repentinamente?
Minuto 1: El desconcierto inicial
Durante el primer minuto, la mayoría de las personas no nota la falta de internet. Las aplicaciones y servicios que no requieren conexión siguen funcionando. Solo quienes intentan enviar un mensaje o actualizar una página web se dan cuenta de que algo anda mal.
Las operaciones básicas en empresas y hogares continúan, aunque algunos sistemas dependientes de la nube empiezan a mostrar fallos. Los servicios críticos que dependen de datos en tiempo real, como los centros de control de tráfico y hospitales, podrían ver un ligero retraso en sus sistemas internos.
5 minutos: La sospecha
A los cinco minutos, el problema se hace más evidente. Las redes sociales no actualizan, los mensajes no se envían y quienes dependen de internet para trabajar comienzan a preocuparse. Los servicios de mensajería y las plataformas de videollamadas fallan, afectando la comunicación personal y profesional.
Los sistemas críticos, como los hospitales y las fuerzas de seguridad, comienzan a activar sus planes de contingencia y a usar comunicaciones por radio y satélite para coordinarse.
30 minutos: Crece la preocupación
Media hora después, el impacto es más palpable. Las líneas telefónicas se saturan mientras las personas intentan comunicarse con amigos y familiares. Las tarjetas de crédito y débito dejan de funcionar en tiendas y gasolineras, provocando largas filas y confusión.
Los bancos se llenan de gente intentando retirar efectivo, anticipando problemas mayores. Los sistemas de control de tráfico y la logística de transporte pueden verse afectados, ralentizando la movilidad y la distribución de productos esenciales.
1 hora: Caos en los servicios críticos
Después de una hora sin internet, el impacto en los servicios críticos se vuelve más evidente. Los sistemas hospitalarios sin acceso a historiales clínicos digitales deben recurrir a registros en papel, lo que ralentiza la atención y aumenta el riesgo de errores médicos. Las comunicaciones entre fuerzas de seguridad se limitan a sistemas de radio y teléfonos satelitales, que no pueden cubrir todas las necesidades de coordinación. En los bancos, la falta de acceso a redes digitales bloquea las transacciones y provoca un caos en las sucursales.
6 horas: Crisis económica y social
La falta de internet durante seis horas paraliza la economía. Los mercados financieros no pueden operar, causando pánico entre los inversores. El comercio electrónico y las plataformas de pago en línea se detienen por completo.
Las estaciones de servicio no pueden aceptar pagos electrónicos y dejan a muchos conductores sin combustible. Los sistemas de seguridad que dependen de internet, como cámaras de vigilancia y alarmas, dejan de funcionar y aumenta el riesgo de robos y vandalismo.
12 horas: Desesperación y vulnerabilidad
A las doce horas, la situación es crítica. Las únicas fuentes de información son la radio y, en algunos casos, la televisión, pero incluso estos medios comienzan a fallar debido a la falta de infraestructura digital. Los servicios de emergencia se ven saturados y desbordados ante la imposibilidad de comunicarse eficientemente.
Las fuerzas de seguridad intentan mantener el orden, pero la falta de coordinación y la creciente frustración de la población complican la situación. Las colas en los bancos se vuelven interminables y muchos se quedan sin efectivo, ya que los cajeros automáticos no funcionan.
24 horas: Caos total
Después de 24 horas, el impacto en la sociedad es devastador. La vida moderna, dependiente de la tecnología digital, queda reducida a un caos total. Los hospitales, sin acceso a sistemas electrónicos, deben recurrir a procedimientos manuales. Los servicios de transporte y logística se paralizan, lo que afecta a la distribución de alimentos y medicinas. Las comunicaciones entre gobiernos y organismos internacionales se complican, dificultando la gestión de crisis. La falta de información precisa genera confusión y pánico en la población.
Privilegiados con medios alternativos
Aunque la mayoría de la población queda aislada, algunos privilegiados disponen de medios alternativos para mantenerse conectados. Corporaciones, gobiernos y servicios de emergencia recurren a comunicaciones satelitales y redes privadas, pero incluso estos sistemas tienen limitaciones y no pueden sustituir la conectividad global de los cables submarinos.
Un papel crucial lo juegan los radioaficionados que, con más de 3,500 operativos en España, se convierten en un valioso recurso para coordinar ayuda y transmitir información en situaciones de emergencia (Unión de Radioaficionados Españoles).
Demasiado frágiles
En conclusión, la interrupción global de internet expondría la fragilidad de nuestra sociedad digital. La dependencia de la red para la mayoría de las actividades diarias, desde la economía hasta la seguridad, se haría evidente de manera alarmante.
Sin internet, nuestra estructura social, económica y política quedaría desprotegida, lo que revela la necesidad de desarrollar infraestructuras de respaldo y estrategias de contingencia ante posibles escenarios de desconexión global.
Este artículo refleja los resultados de un ejercicio visto en clase. Agradezco la ayuda e implicación de los estudiantes del Grado de Marketing de la Universidad Europea de Valencia.
Francisco José García Ull, Profesor de análisis de datos, privacidad, ética e IA, Universidad Europea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el original.