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Así es como afecta a los adolescentes pasar tanto tiempo viendo pantallas

Estudios recientes advierten que la exposición prolongada de pantallas para niños y adolescentes, sobre todo antes de dormir, está vinculada con menor duración y calidad del descanso.

Así es como afecta a los adolescentes pasar tanto tiempo viendo pantallas [Foto: Connect Images – Curated/ Shutterstock]

Smartphones, tablets, laptops, consolas… ¿qué haríamos sin ellos? Los usamos para trabajar, para estudiar, para ver películas, para encontrar una dirección cuando vamos conduciendo o para jugar a que somos Messi o Aitana Bonmatí anotando un gol. No cabe duda de que tienen muchísimas ventajas si se utilizan bien. Pero también es cierto que a veces nos cuesta desconectar.

Recientemente aparecieron varias noticias un tanto inquietantes, sobre el uso –y también abuso– de pantallas por parte de niños y adolescentes en este mundo digitalizado. Ese uso, ¿perjudica de alguna manera el sueño?

Veamos primero algunos datos. Según la encuesta Nacional de Salud en España de 2017, con respuestas de más de 5,000 niños, más de 40% de los chicos de entre uno y catorce años pasa más de 2 horas al día frente a una pantalla. En el caso concreto de los pequeños de 1 a 4 años, el porcentaje de ellos que pasan una hora o más al día delante de una pantalla asciende a 58% durante la semana y al 63 % los fines de semana, cuando tienen más tiempo libre. Además de aumentar durante el fin de semana, el uso recreativo también sube con la edad.

En este mismo informe se recogen una serie de recomendaciones sobre cómo utilizar las pantallas, de tal forma que en los menores de 2 años se olviden de su uso; entre los 2 y los 4 años su empleo debería limitarse a una hora al día; y de los 5 a los 17 años a un máximo de 2 horas diarias (aunque en este caso se indica que para fines recreativos).

Más pantallas, menos horas de sueño

Una consecuencia negativa del uso de pantallas es, entre otras, que afecta al tiempo que los niños dedican a dormir, que parece haberse reducido en el último siglo. Esta preocupación por el sueño sobrepasa nuestras fronteras. Recientemente, la National Sleep Foundation de Estados Unidos pidió a un panel de 16 expertos en sueño y ritmos circadianos que evaluasen la bibliografía existente desde el año 2007 hasta la actualidad sobre el uso de las pantallas y su repercusión en el sueño de los niños (de 5 a 12 años), adolescentes (de 13 a 19 años) y adultos (mayores de 20 años). Lo interesante de este estudio es que no solo tenían en cuenta el efecto del propio uso de la pantalla, sino también el del tipo de luz que emitían los dispositivos utilizados, así como las posibles estrategias de intervención.

Las conclusiones no son nada motivadoras. Según los expertos, la exposición prolongada a las pantallas de los dispositivos, especialmente antes de dormir, tiene como consecuencia un sueño de menor duración, de peor calidad, y a horas más tardías en el caso de los adolescentes.

¿Quiénes son los verdaderos culpables?

Aunque se publicaron varios estudios de impacto en los que al menos parte del efecto pernicioso de las pantallas sobre el sueño se debe a la luz azul que emiten los dispositivos, actualmente, las pruebas del efecto de la luz azul emitida por las pantallas no son tan claras como las del propio uso de las pantallas. Son necesarios nuevos estudios en los que se evalúen su uso per se y el tipo de luz por separado.

Otros autores culpan específicamente a los smartphones y las redes sociales, además de al gaming durante la noche, de la disminución del tiempo y de la calidad del sueño. Y es que, ¿quién no ha escuchado alguna vez la frase “solo 5 minutos más, porfa” o “déjame acabar esta ronda”, justo cuando llega el momento de irse a la cama? En cambio, parece ser que elementos más pasivos como la televisión no son tan perjudiciales, aunque hay que tener en cuenta que los jóvenes cada vez ven menos televisión.

Menos pantallas y más juego exterior

La buena noticia es que nuestros hábitos pueden atenuar estos efectos negativos. La exposición a luz durante el día mejora el descanso nocturno. De ahí que aumentar la actividad física y jugar en el exterior mejore el sueño de los preescolares y de los niños pequeños. En ese sentido, la colaboración de los padres es fundamental.

No cabe duda de que no es realista abogar por que se abandone totalmente el uso de pantallas, pero las intervenciones que lo reducen (a cualquier hora del día, pero especialmente por la noche) adelantan el inicio del sueño y alargan su duración. Respetar esa ventana previa al descanso es un buen punto de partida.

El sueño no es prescindible

La información es poder. Por ello es importante concienciar a los padres, a los propios jóvenes, a los educadores y a la sociedad en general de que el sueño no es prescindible, de que no es tiempo perdido. Y de que la falta de sueño y sus consecuencias constituyen un problema de salud pública que necesita atención inmediata.

No lo decimos solo porque sea un problema urgente, sino también por la edad a la que se empiezan a usar las pantallas y la facilidad con la que se instalan hábitos de los que resulta muy difícil desprenderse más adelante.


María de los Ángeles Rol de Lama, Catedrática de Universidad. Directora del Laboratorio de Cronobiología. IMIB-Arrixaca. CIBERFES., Universidad de Murcia; Jesús Vicente Martínez, Investigador en Cronobiología, Universidad de Murcia; Pedro Francisco Almaida Pagán, Investigador Ramón y Cajal, IMIB, CIBERFES, Universidad de Murcia y Pedro González Romero, Investigador Predoctoral en Cronobiología y Sueño, Universidad de Murcia

Este artículo fue publicado en The Conversation. Lee aquí el original.

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