Gladiador II ya fue estrenada. Un gran acontecimiento, dicen las críticas, para una película que podría incluso llegar a optar a algunos premios Oscar. Los tráileres hace ya varios meses que circulan en las redes, aunque no desvelan mucho más allá de que vaya a ser un filme épico, sí mostró las naumaquias.
Vivo en Picanya, uno de los pueblos que este noviembre de 2024 sufrió una dana destructiva que nos tiene a setenta y muchos municipios, la mayoría de la provincia de Valencia, sacando lodo de nuestras calles y hogares, a mí incluida. Como el agua que nos ha arrasado ha sido la protagonista de nuestra desgracia, he pensado que escribir sobre las naumaquias, una de mis especialidades, tenía algo de irónico. Ya sabemos que el buen humor es lo que ayuda a superar los malos momentos.
¿Llenar un recinto de agua?
Las naumaquias (palabra griega adoptada por los romanos) fueron batallas navales que se desarrollaron, en época romana, en lugares habilitados especialmente para su celebración. Su ejecución era muy excepcional, debido a lo carísimo que resultaba organizarlas. La misma palabra también sirve, por cierto, para designar el espacio en el que se llevaban a cabo.
Aún hoy en día son un tema debatido entre académicos. Por ejemplo, saber si el Coliseo pudo o no contener agua para que en su interior se desarrollasen naumaquias es un asunto que siempre surge en las discusiones entre especialistas. Todavía no hemos podido llegar a una conclusión, principalmente porque las fuentes se contradicen al hablar sobre ello. Mientras Dion Casio cuenta que el Coliseo sí se inundó, Suetonio habla sin distinción de espectáculos acuáticos tanto de “la naumaquia de Augusto” como del anfiteatro Flavio, sin especificar los lugares donde se desarrollaron. Marcial tampoco aclara el tema.
Lo que sí sabemos es cómo se desarrollaba uno de estos espectáculos. Dentro de un espacio con la cantidad de agua suficiente para albergar varias embarcaciones, se celebraba un combate entre dos ejércitos, emulando un campo de batalla en el mar. Allí luchaban condenados a muerte como si fuesen soldados, y probablemente nadie salía nunca vivo del edificio.
Los soldados eran disfrazados como los pueblos que habían sido potencias marítimas en su momento y que por ello habían pasado a la posteridad. Pero siempre representaban culturas extranjeras y batallas ocurridas en el pasado; el ejército romano nunca aparecía en una de estas escenificaciones.
Los motivos para la organización de naumaquias eran de lo más variado: desde la celebración de un triunfo militar –en el caso de Julio César, de Sexto Pompeyo o de Domiciano– hasta la inauguración de edificios o trabajos edilicios, como ocurre con Augusto y la inauguración del templo de Mars Ultor, Claudio y la desecación del lago Fucino o Nerón y su anfiteatro de madera.
Según algunas fuentes, Tito organizó una para la inauguración del anfiteatro Flavio (el Coliseo) y se sabe que Trajano celebró sus obras en la naumaquia vaticana. La última, la realizada por Filipo el árabe, se desarrolló en el marco de las celebraciones del aniversario de los mil años de fundación de la ciudad de Roma.
La batalla de Fucino
Una de las naumaquias más famosas fue la que Claudio (en el año 52 a. e. c.) llevó a cabo en el lago Fucino.
En esa época, se desconocía que el lago tenía salida al mar. Por ello se pensaba que era el culpable de los brotes de enfermedades (probablemente malaria) que sufrían las poblaciones vecinas, además de ser el causante de graves inundaciones de campos de cultivo, cosa que ocurría muy a menudo.
Debido a estos problemas, se hicieron, como cuenta Suetonio, “insistentes súplicas” a Augusto para que se pusiera remedio al problema, pero él no quiso hacerse cargo del asunto. Fue el emperador Claudio quien tomó las medidas oportunas al respecto, que consistían en vaciar el lago para después desecarlo.
Antes de ponerse manos a la obra, Claudio celebró una “última naumaquia” en el agua. En el espectáculo fueron obligados a luchar unos diecinueve mil hombres embarcados en varios tipos de embarcaciones de guerra. El número varía según leamos a Tácito o a Suetonio. Unos luchaban simulando ser la flota siciliana y los otros, la de Rodas.
Antes de comenzar la batalla naval se pronunció una de las más famosas frases de la historia de Roma, aquella en la que los condenados se dirigen al emperador diciendo “Ave, César, los que van a morir te saludan”. Esta frase ha sido adjudicada a los gladiadores, quizás por el título del famoso cuadro del historicista Jean-Léon Gérôme (1859). Pero, que tengamos constancia, las palabras solo se utilizaron en este evento.
Cuenta Suetonio que la respuesta del emperador fue un tanto desconcertante, porque respondió con un “¡oh, no!”. Al decir eso, todos entendieron que no tenían que luchar y se negaron a hacerlo. Claudio, ante esta negativa, les obligó a pelear. La batalla comenzó cuando un tritón de plata surgió del centro del lago mediante un ingenio mecánico e hizo sonar la trompeta que portaba.
Una vez celebrado el espectáculo, comenzó el desagüe del lago. No salió bien. Suetonio cuenta que la fuerza del agua fue tan grande que el canal construido a tal efecto se desbordó. Incluso las fuentes hablan de especulación y de que parte del presupuesto se lo habían mal apropiado los funcionarios encargados de la obra –temas muy de actualidad–.
Tras aquel episodio en el lago, hubo de nuevo obras y otra vez el vaciado del lago se celebró con un espectáculo previo. Esa vez fue una lucha de gladiadores. Se tendieron puentes sobre las aguas donde pelearon las parejas y tras este espectáculo se llevó a cabo un banquete junto al desagüe del lago. Cuando de nuevo se abrieron las compuertas, la fuerza del agua lo arrastró todo, incluyendo a los que estaban cenando.
Estos no fueron los únicos eventos donde el agua tuvo un gran protagonismo. Sabemos que en ella se celebraron también cacerías con “monstruos acuáticos”, pantomimas, danzas, ejecuciones dramatizadas, etc. No se le puede reprochar a los romanos falta de imaginación a la hora de organizar impresionantes espectáculos. Veremos cuánta imaginación le ha echado Ridley Scott al tema en Gladiator II.
María Engracia Muñoz Santos es investigadora, arqueóloga e historiadora en la Universitat de València.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.