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¿Por qué los adolescentes participan en desafíos mortales como el “juego de la asfixia” en redes sociales?

El “desafío del rompecráneos”, el de las “cápsulas de Tide” y el “car surfing” son solo algunos de los juegos mortales popularizados a través de las redes sociales.

¿Por qué los adolescentes participan en desafíos mortales como el “juego de la asfixia” en redes sociales?

El “juego de la asfixia” tiene consecuencias potencialmente mortales, ya que los participantes se desafían a estrangularse temporalmente al restringir el oxígeno al cerebro. Suena aterrador, pero estimaciones sugieren que alrededor del 10% de los adolescentes estadounidenses pueden haber jugado a este tipo de juego al menos una vez.

Desafortunadamente, hay más: el “desafío del rompe cráneos”, el “desafío de las cápsulas de Tide” y el “car surfing” son solo algunos de los juegos mortales popularizados a través de las redes sociales, particularmente en Snapchat, Instagram, TikTok, YouTube y otras. Muchos de estos juegos se remontan a más de una generación, y algunos están resurgiendo.

CONSECUENCIAS MORTALES

Las consecuencias de estos llamados juegos pueden ser mortales. El desafío del rompe cráneos, por ejemplo, involucra a dos personas que patean las piernas de un tercero, haciéndolo caer y potencialmente sufrir lesiones permanentes. Tragar cápsulas de detergente puede provocar asfixia y enfermedades graves. Una caída del “car surfing” puede provocar un traumatismo craneal severo.

Es difícil llegar a un número exacto de muertes de adolescentes por estas actividades. Faltan datos, en parte porque las bases de datos de salud pública no rastrean bien estas actividades (algunas muertes pueden clasificarse erróneamente como suicidios) y en parte porque gran parte de la investigación existente está desactualizada.

Un informe de 2008 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades encontró que 82 niños estadounidenses murieron en un período de 12 años después de jugar el juego de la asfixia. Alrededor del 87% de los participantes eran varones, la mayoría estaban solos y su edad promedio era de poco más de 13 años. Obviamente, se necesita una investigación nueva y actualizada para determinar la gravedad del problema.

PRESIÓN DE GRUPO Y EL CEREBRO EN DESARROLLO

Somos un profesor de neurociencia educativa y un estudiante de doctorado en psicología educativa. Ambos estudiamos cómo los niños regulan sus comportamientos y emociones, por qué los adolescentes son particularmente vulnerables a los juegos peligrosos y cómo las redes sociales amplifican sus riesgos.

Tomar riesgos es una parte necesaria del desarrollo humano, y los padres, compañeros, escuelas y la comunidad en general juegan un papel integral en guiar y moderar la toma de riesgos. Los niños se sienten atraídos y, a menudo, se les anima a participar en actividades con cierto grado de riesgo social o físico, como andar en bicicleta, invitar a alguien a salir o aprender a conducir.

Esos son riesgos saludables. Permiten a los niños explorar los límites y desarrollar habilidades para gestionar riesgos. Una de esas habilidades es el “andamio”. Un ejemplo de andamio es un adulto que ayuda a un niño a trepar a un árbol guiándolo inicialmente, luego retrocediendo gradualmente a medida que el niño gana confianza y trepa de forma independiente.

La recopilación de información es otra habilidad, como preguntar si tragarse una cucharada de canela es peligroso. Una tercera habilidad es tomar las medidas de seguridad adecuadas, como surfear con amigos en lugar de ir solo o usar casco y tener a alguien cerca cuando patinas en skate.

LA TORMENTA PERFECTA

Durante la adolescencia, el cerebro está creciendo y desarrollándose de maneras que afectan la madurez, particularmente dentro de los circuitos responsables de la toma de decisiones y la regulación emocional. Al mismo tiempo, los cambios hormonales aumentan el impulso por la recompensa y la retroalimentación social.

Todos estos eventos biológicos ocurren mientras los adolescentes lidian con relaciones sociales cada vez más complejas al mismo tiempo que intentan obtener una mayor autonomía. El deseo de validación social, de impresionar a los compañeros o de atraer a un posible interés romántico, junto con una menor supervisión por parte de los adultos, aumenta la probabilidad de participar en comportamientos de riesgo. Un adolescente podría participar en estas payasadas para impresionar a alguien que le gusta o encajar con los demás.

Es por eso que la combinación de adolescentes y redes sociales puede ser una tormenta perfecta, el entorno ideal para la proliferación de estas actividades peligrosas.

LAS REDES SOCIALES DAN FORMA A LOS CIRCUITOS CEREBRALES

Las plataformas de redes sociales están impulsadas por algoritmos diseñados para promover la participación. Entonces te alimentan con lo que evoca una fuerte reacción emocional, y parecen priorizar el sensacionalismo sobre la seguridad.

Debido a que los adolescentes reaccionan fuertemente al contenido emocional, es más probable que vean, den me gusta y compartan videos de estas actividades peligrosas. El problema ha empeorado a medida que los jóvenes pasan más tiempo en las redes sociales, según algunas estimaciones, alrededor de cinco horas al día.

Esta podría ser la razón por la que los trastornos del estado de ánimo entre los jóvenes han aumentado considerablemente desde 2012, aproximadamente cuando las redes sociales se generalizaron. Estos trastornos del estado de ánimo, como la depresión y los problemas de conducta, aumentan a más del doble la probabilidad de participar en juegos peligrosos. Se convierte en un círculo vicioso.

En lugar de los padres o amigos de la vida real, TikTok, YouTube y otras aplicaciones y sitios web están dando forma a los circuitos cerebrales de un niño relacionados con la gestión de riesgos. Las redes sociales están reemplazando lo que antes era el papel de la comunidad en la guía del comportamiento de toma de riesgos.

TOMA DE RIESGOS SALUDABLES

Monitorear lo que ven los adolescentes en las redes sociales es extraordinariamente difícil, y los adultos a menudo no están bien equipados para ayudar. Pero hay algunas cosas que los padres pueden hacer. Marcas inexplicables en el cuello, ojos inyectados en sangre o dolores de cabeza frecuentes pueden indicar participación en el juego de la asfixia. Algunos sitios de redes sociales, como YouTube, son sensibles a los comentarios de la comunidad y eliminarán un video que se marque como peligroso.

Mientras los padres vigilan los riesgos poco saludables, deben alentar a sus hijos a asumir riesgos saludables, como unirse a un nuevo grupo social o participar en actividades al aire libre. Estos riesgos saludables ayudan a los niños a aprender de los errores, desarrollar resiliencia y mejorar las habilidades de gestión de riesgos. Cuanto más puedan evaluar y gestionar los peligros potenciales, menos probable será que participen en comportamientos realmente poco saludables.

Pero muchos padres han adoptado cada vez más otra vía. Protegen a sus hijos de los desafíos saludables que les presenta el mundo real. Cuando eso sucede, los niños tienden a subestimar los riesgos más peligrosos y pueden ser más propensos a intentarlos.

ESCUELAS, GOBIERNO Y COMPAÑÍAS TECNOLÓGICAS

Este problema es sistémico e involucra a las escuelas, el gobierno y las compañías de tecnología por igual, cada uno con una parte de responsabilidad. Sin embargo, la dinámica entre padres e hijos también juega un papel fundamental. En lugar de emitir un “no” unilateral a la toma de riesgos, es crucial que los padres participen activamente en la toma de riesgos saludables de sus hijos desde una edad temprana.

Esto ayuda a construir una base donde la confianza no se asume, sino que se gana, lo que permite a los niños sentirse seguros al hablar sobre sus experiencias y desafíos en el mundo digital, incluidas las actividades peligrosas tanto en línea como fuera de línea. Tal compromiso mutuo puede apoyar el desarrollo de las habilidades de evaluación de riesgos saludables de un niño, proporcionando una base sólida para abordar los problemas juntos.


Steven Wolterning es profesor asociado de psicología educativa en la Universidad Texas A&M. Paige Williams es estudiante de doctorado en psicología educativa en la Universidad Texas A&M.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, puedes leerlo aquí.

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