ADVERTISEMENT

| Impact

¿Para qué viajar? El dilema del turismo en tiempos difíciles

¿Cómo disfrutar nuestros viajes sin ignorar el impacto ambiental?

¿Para qué viajar? El dilema del turismo en tiempos difíciles [Foto: cortesía Netflix]

La tendencia a viajar de un grupo mide qué tan probable es que sus miembros hagan turismo. Se puede definir como el porcentaje de población que viaja a otros países, o más general, como el deseo que una persona tiene de hacer turismo.

En la actualidad esta tendencia es más alta que nunca: 1,400 millones de turistas se movieron por el mundo el año pasado, 140 millones más que en 2023. Eso equivale aproximadamente a casi dos de cada diez habitantes del planeta. Europa es la región del mundo que más prefieren los turistas. Concretamente, 747 millones de turistas la eligieron en 2024; a España llegaron 93.8 millones de viajeros.

Esto se traduce como una riqueza extraordinaria. Con razón se dice frecuentemente que el turismo es “nuestro petróleo”. En Noruega este hidrocarburo y el gas equivalen a 20.5 % de su PIB, mientras que el turismo representa 13.1 % del PIB español. Como el petróleo, la industria turística también tiene impactos medioambientales negativos muy importantes. Sabemos que entre 2009 y el comienzo de pandemia de Covid, las emisiones contaminantes debidas al turismo crecieron 3.5% al año, lo cual es una tasa que dobla la del crecimiento del resto de emisiones.

En Muerte en el Nilo un crimen interrumpe el crucero por Egipto de Hercules Poirot. IMDB

Uno de los efectos negativos del turismo es saber que nuestra propia conducta contribuye a esos efectos negativos. Nosotros somos parcialmente responsables. Y no solo porque consentimos actividades negativas para el entorno, sino porque directamente las causamos con nuestras elecciones y comportamientos de ocio.

Como en otras muchas situaciones, estamos ante un problema de acción colectiva. Por un lado, queremos cooperar porque eso nos beneficiaría a todos, aunque suponga actuar en contra de nuestros intereses inmediatos. Por otro lado, queremos hacerlo contando con que los demás, al menos la mayoría, también lo hacen, porque si no es así, nuestro esfuerzo será inútil y parecerá estúpido. No se trata de una cuestión de mero egoísmo personal; aunque nosotros sí hagamos lo correcto a pesar de todo, de nada servirá si los demás no lo hacen.

Tratándose de un problema como el descrito, la razón para viajar menos, o para viajar de otra manera, no es tanto disminuir el impacto negativo global sino rechazar la complicidad con el mismo… por sentido del deber o simplemente porque nos guste.

Viajar para descubrir

Montaigne, considerado el primer ensayista moderno, escribía en 1588 que viajar era positivo, al proporcionar novedades desconocidas: “Como he dicho con frecuencia, no conozco mejor escuela para moldear la propia vida que mostrar continuamente la diversidad de tantas otras, sus opiniones y costumbres”.

El primer ensayista inglés, Bacon, afirmaba otro tanto en su ensayo titulado Viajar, publicado en 1625: “Viajar es parte de la educación en los jóvenes, y parte de la experiencia en la madurez”.

En Una habitación con vistas una joven visita Florencia en un viaje que puede cambiarle la vida. IMDB

El mismo viaje, por tanto, es una experiencia diferente según la edad del que viaja. Pero Bacon va más allá de esta obviedad. Considerando la trayectoria vital de una misma persona, en su juventud viajar fue una forma de aprender, mientras que esos mismos viajes, vistos desde otra perspectiva, son parte de su experiencia. Y si ya en la madurez se viaja de nuevo, viajar es otro evento importante, porque se aprendió ya lo necesario para que el viaje sea una forma de ampliar y de probar la experiencia personal.

Ahora bien, cualquiera viaja como si fuera un joven ignorante e inexperto si desconoce el lugar al que va, especialmente su cultura característica. Dice Bacon que “aquel que viaja a un país antes de haberse iniciado en su idioma, va a la escuela, no a un viaje”.

Qué aprendemos viajando

En gran medida, viajamos para divertirnos. Si, por ejemplo, que hacemos turismo de riesgo o “Extreme Budget Travel” (intentar llegar lo más lejos posible gastando el mínimo), ¿qué queremos aprender con la aventura?

Lo que en el fondo quiere aprender el turista es cómo viviría si no fuera como es el resto del tiempo, si fuera alguien de otro lugar, con otras costumbres. Es decir, “cruzar la línea“, probar cómo sería librarse de las rutinas, normas y convenciones de nuestro día a día (sin riesgo, eso sí). Todo turismo es entonces cultural, en el sentido de ser una experiencia planificada de contacto con otra cultura, que puede ser más o menos genuina.

Hacias rutas salvajes contaba la peripecia real de Christopher McCandless viajando por Alaska sin dinero y entrando en contacto con quienes se cruzaban en su camino. FilmAffinity

Tal como advirtió Freud en 1930, la vida en sociedad es inevitable por sus ventajas, pero también implica renunciar a satisfacer nuestros deseos de manera instintiva o inmediata. Por eso el turismo es una actividad liberadora y muy gratificante; consiste en dejar en casa, al otro lado de la línea, tanto la mochila de problemas como las máscaras que nos ponemos.

La industria turística juega con la apariencia de que podemos librarnos, siquiera unos días, de ser quien somos. Esta emancipación de la vida cotidiana puede resultar genuina, y no tiene que ser muy cara, si cambiamos nuestra perspectiva desde el objeto del viaje (a dónde viajo) al sujeto del mismo (yo que viajo).

El objeto del viaje o el sujeto que viaja

El ensayo de Bacon trata de los jóvenes miembros de la nobleza que viajaban desde Inglaterra a Italia (el llamado Grand Tour). Su finalidad era visitar lugares donde pudieran contemplarse monumentos y panoramas inolvidables. Lo visitado, el objeto del viaje, era su razón de ser. El viaje turístico conserva esta noción de que hay que viajar a donde vale la pena ir.

Por eso existe la idea de los “lugares que visitar antes de morir” que masifica y degrada los destinos turísticos más conocidos. Incluso cuando se considera que el itinerario seguido es tanto o más importante que el punto de llegada, seguimos en el modelo de que el valor del viaje está en el objeto, en los lugares recorridos y no en el sujeto que viaja.

En Vicky Cristina Barcelona, las dos primeras son turistas en la ciudad del título. FilmAffinity

Esta otra posibilidad, la de enfocarse en el sujeto, surgió en el siglo XIX con el Romanticismo y su importancia de la interioridad personal. “Viajé mucho en Concord”, decía el filósofo norteamericano Henry Thoreau en 1854, quien vivió toda su vida en ese pueblo o muy cerca de él. Lo importante no era haber visitado lugares lejanos, sino haber visto el propio pueblo y a sus gentes con otra mirada, una que sea crítica y que revele las costumbres como meras costumbres, lo que vale la pena y lo que no.

Ese tipo de viaje al que se refería Thoreau, por Concord o por los alrededores de su río Merrimack, es una forma enriquecedora de pasear. El paseo es uno de los lujos más baratos; una actividad y sobre todo una actitud (la del paseante o flâneur), que no es un mero viaje para pobres, sino para quienes se distancian de lo cotidiano observando críticamente su realidad cultural.

Walter Benjamin plasmó en cientos de páginas sus divagaciones por la ciudad de París. El paseante “va a hacer botánica al asfalto”, decía en El París de Baudelaire, pero no con una mente crítica y fría. Más bien al contrario, su característica es la empatía con la naturaleza (en el caso de Thoreau) o de la vibrante vida de la ciudad (en el de Benjamin). En este tipo de viaje no hay necesariamente un punto de llegada (el paseo es divagación), no hay ese “recorrimos tal y tal pueblo”, ni tampoco aquel “conozco Viena pero no Budapest”.

Como decía Pessoa, regresando de Cascais a la capital portuguesa: “El tren se va parando, estamos en el Cais do Sodré. Llegué a Lisboa pero no a una conclusión”. Si aprendemos algo en nuestros viajes, es que tenemos mucho más que aprender.


Rafael Cejudo Córdoba, profesor Titular de Ética y Filosofía Política, Universidad de Córdoba.

Este artículo fue publicado en The Conversation. Lee aquí la original.

Author

  • The Conversation

    Es una organización de noticias sin fines de lucro e independiente, dedicada a poner el conocimiento de los expertos al servicio del bien público.

    View all posts

Author

  • The Conversation

    Es una organización de noticias sin fines de lucro e independiente, dedicada a poner el conocimiento de los expertos al servicio del bien público.

    View all posts

Sobre el autor

Es una organización de noticias sin fines de lucro e independiente, dedicada a poner el conocimiento de los expertos al servicio del bien público.

ADVERTISEMENT

ADVERTISEMENT